Anhelaste el privilegio de la maternidad. Te gozaste al recibir una pequeña vida en tu hogar para criar en la instrucción del Señor. Tu sueño se hizo realidad. ¿No es así? Pero entonces, ¿por qué sientes la tentación de huir de tanta responsabilidad? ¿Por qué ahora sueñas con tener un día entero solo para ti? ¿Qué hacer con el deseo de perderte en redes sociales o Netflix? Betsy nos abre su corazón sobre esta experiencia común en la maternidad.
Transcripción:
Susi: Seguimos disfrutando esta serie, Madres que glorifican a Dios. Hay tantas áreas de nuestra vida que deben impactarse por la historia de la maternidad que hemos contado. Ya hablamos de algunas de ellas y nos pudieran faltar un chorro más, como decimos en México, porque existen tantas maneras en que las madres podemos glorificar a Dios en lo diario de la crianza.
Ahora, después de que ya me tuvieron que escuchar a mí por varias semanas, decidí que era hora de traer a alguien más a la conversación. Y quién mejor que mi gran amiga que está en varias etapas de la crianza al mismo tiempo, Betsy Gómez. Ustedes ya la conocen; ha estado aquí varias veces. Betsy, gracias por siempre estar dispuesta con tu tiempo y con tu humildad para animarnos a las demás mamás que estamos en medio de algo que tú también estás viviendo. Gracias por acompañarnos.
Betsy: Es mi privilegio, Susi. ¡Te amo! Me encanta que podamos hablar estos temas con transparencia y que podamos llamarnos, las unas a las otras, a la esperanza que tenemos en el evangelio.
Susi: Amén. Estoy de acuerdo. He disfrutado mucho estudiar este tema de la maternidad, y tú y yo hemos platicado muchas veces de diferentes cosas. Yo quería hacer un episodio sobre este tema (el título que le pusimos es Mamá, no huyas de tu realidad), pensando en este llamado que tenemos, esta historia de la maternidad, y cuánto propósito da a nuestras vidas, pero la realidad también es que, en medio de un día ajetreado y difícil, es fácil para las mamás tratar de huir.
Yo sé que tú, Betsy, pasas la mayoría de tu tiempo en tu casa con tus hijos, porque tú los educas en casa. El trabajo que haces no es de salir a una oficina, sino que ahí estás. Tienes que hacer tus obligaciones en medio de todo lo que es la crianza, y cuidar la casa, y todo, y yo me imagino que de vez en cuando te has visto tentada a abrir la puerta y salir corriendo. ¡Creo que no lo haces muy seguido!
Betsy: Bueno, ¡quizá estás equivocada! 😊
Susi: ¿De qué maneras sí te ves tentada a salir corriendo, en cierto sentido, a escaparte de la realidad?
Betsy: Yo creo que el hecho de que Dios me haya colocado en mi hogar para servir a mi familia es uno de los ministerios y los llamados más hermosos que el Señor me ha dado. Estoy tan agradecida porque no hay una herramienta de santificación más grande para mí que la crianza de mis hijos. Sin embargo, tengo que confesarte que en muchas ocasiones me siento tan abrumada, y me siento tan presionada por las realidades que vivo, que tengo ese deseo de escapar.
Honestamente me recuerdo en una ocasión…mi amiga Erin Davis, en su libro que se llama Más allá del tiempo de baño, decía que cuando sus niños estaban pequeños, ella estaba tan abrumada que ella miraba las llaves de la van y tenía una fantasía de coger esas llaves, irse y dejar todo, y “que nadie vuelva a saber de mí”, porque se sentía tan presionada, al punto de que era como si perdiera la razón. Sí puedo decirte que especialmente en mis tiempos postparto he sentido esa necesidad, aunque sea de salir afuera, de respirar aire no contaminado con esta realidad, se puede decir. Porque realmente uno pierde un poco la conexión con la realidad.
Pero sí te puedo decir que me he sentido, y constantemente me siento tentada a escapar. La forma como lo veo expresado en mí es que quiero escapar de una forma virtual, quizás darme un tiempo de poner mi mente en automático, a ver cualquier cosa en mi teléfono, o cosas súper “fuera”: vuelvo de nuevo a la realidad, como comenzar a hacer una receta y ver un video en YouTube de algo que realmente no quiero hacer, pero es algo diferente, o llamar a alguien con quien no estoy conectada por mucho tiempo, simplemente para pasar el rato y, entre comillas (tomando un poco el lenguaje secular) que me sirva de “terapia” en el momento.
También te confieso que siento la tentación de caer en el pecado de la auto-conmiseración, como por ejemplo compararme con mi esposo y llamarlo y decir: “¡Qué bueno que tú estás en tu trabajo, almorzando con hermanos, con tu tiempo entre adultos, con conversaciones con personas grandes!”
Confieso que también escapo hacia ese pensamiento que al final es como una rebelión en mi corazón, porque no estoy contenta con lo que Dios quiera. También a veces el pensamiento es: “si tan solo yo pudiera…” y bueno, hay una lista interminable: tener más tiempo para estar con mis amigas, salir. También es peligroso porque cuando uno sale afuera, o en las redes, uno ve que la hermana fulana, o la amiga fulana, está en el gimnasio a las 10 de la mañana. De repente estas líneas, esta limitación que Dios te ha dado, estas cuerdas a donde Dios te ha colocado, que son buenas, de repente se comienzan a sentir como una cárcel a causa de nuestro propio pecado.
Sin hablar—no me identifico mucho—pero también veo que algo muy común es el “self care”, como el “tengo que irme a hacer las uñas”. Te confieso que en enero del año pasado yo dije: “Yo me voy a comenzar a hacer lo que las otras mujeres hacen”. Comencé a salir una vez cada, no sé, tres semanas y hacerme las uñas, y de verdad, para darme cuenta después de dos o tres veces que lo hice: “¿Qué estoy haciendo? Esto no me funciona; no hay descanso. Al contrario, ¡me estresa más!”
Susi: ¡Sí, porque luego regresas a casa a lavar los trastes y te dañas las uñas!
Betsy: Exactamente. Al final digo: “¡Oye, qué tontería!” Pienso que a través de este camino voy a encontrar descanso, pero ahí no se encuentra. O si durmiera más…a veces trato de escapar en esa idea de si tan solo yo pudiera descansar más, dormir más. Al final todos esos caminos que te he dicho me han llevado a la convicción de que son cisternas rotas. No me van a dar ni el escape ni el descanso que realmente yo anhelo. Al contrario, me cargan; añaden piedras a mi mochila y hacen la vida más pesada.
Susi: Sí. Todas las mamás somos un poco diferentes, ¿verdad? Nos puede variar la forma en que hacemos esto. Yo estoy en una etapa donde mis hijos están más grandes. Tengo responsabilidades: obligaciones con ellos, con mi esposo, con mi iglesia, con los ministerios en los que Dios me ha llamado a participar. Y a mí me suele pasar que cuando yo siento mucha presión, lo que hago, en lugar de completar las tareas o las cosas que tengo que hacer para que se alivie esa presión, yo me voy a escapar, a ver algo en Netflix, o leer un libro de entretenimiento (porque sí, me gusta leer) o no sé, a buscar una amiga para ir a tomar un café, que no es algo malo. Pero entiendo que necesito hacer algo difícil, y como es difícil, y siento presión, me escapo en lugar de decir: “OK, me voy a sentar, y le voy a pedir gracia al Señor, y ayuda, y lo voy a hacer”.
Yo creo que todas somos diferentes. A lo mejor lo has visto tú también en otras amigas o mujeres; yo he visto aquí en México en particular (no sé si es igual en toda Latinoamérica) que muchas personas se crían en hogares donde la televisión está prendida todo el día. Es un escape de la realidad. A veces le ponen atención y a veces no le ponen atención, pero es como ese ruido de fondo que se necesita, y es esa distracción para no enfrentar mi realidad, o es un entretenimiento para mis hijos para que no me molesten. ¿De qué otras maneras también has visto que sería común hoy en día para las mamás?
Betsy: Yo recuerdo que cuando yo estaba lactando a Grace, ella tenía tan solo quizás como dos o tres semanas de nacida. Alguien me recomendó: “Mira una serie, porque esos momentos de lactancia o de estar despierto por mucho tiempo a veces son super largos”. Entonces me decía esta persona: “Mira, te voy a recomendar esta serie”. Susi, yo no te puedo explicar cómo aquello se convirtió, lo que se supone que iba a darme distracción, a relajarme, aquello se convirtió en un hoyo negro para mí. Yo comencé a conectarme con esta realidad súper romántica de esta serie que al final, para hacerte honesta, parecía más una novela que una serie.
Comencé a conectarme con esa realidad que era más pulida y estética, atractiva, que el desastre que yo estaba viviendo en mi vida real, al punto que comencé, de una manera muy silente (porque no es que yo lo podía expresar con mis palabras, pero con mis hechos), a despreciar lo que Dios me había dado. Y yo me encontré en situaciones en las que yo quería que los niños se durmieran, o que mi esposo se fuera a la práctica, para yo poder terminar de ver el capítulo.
O, por ejemplo, me la ponía en el audífono para poder continuar escuchando. Esto puede parecer el comportamiento de una persona con problemas compulsivos, pero honestamente ¡yo ni siquiera veo televisión! Realmente nosotras no tenemos idea de la capacidad que tienen estos escapes de atrapar nuestros corazones y de entrarnos en una realidad que expone lo oscuro de nuestros corazones.
Al punto que después que me pasó esa experiencia, el Señor puso en mí esta convicción de que no puedo (y eso no quiere decir que las personas no pueden hacerlo, es algo personal). Pero veo el potencial de mi propio corazón de entretenerse a un punto de que siente como adicto a esta realidad, y dije: “No puedo ver más series de este tipo porque me atrapan”. Yo hasta extrañaba a los personajes, Susi, ¡Ay, no!
Susi: ¡Tus nuevos amigos!
Betsy: ¡Irreales!
Susi: Sí, yo creo que nos puede pasar a todas de diferentes formas. ¿Qué hay en nosotras que provoca esa tentación a huir, o a escaparnos? ¿Qué tenemos que entender acerca de nosotras mismas primero?
Betsy: Bueno, yo creo que hay tantas cosas que pudiéramos decir, pero hay algo que ha sido tan claro en mi caminar con el Señor. Es que nosotras como mujeres, como madres, partimos de un entendimiento equivocado de cómo funciona la vida cristiana. No entendemos que el ministerio de la crianza es parte de la respuesta al llamado, al mandato de Jesús, de seguirlo.
En Lucas 9:23 dice: “Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”. Nosotras entendemos, aunque profesamos la fe, somos parte de una iglesia local, y amamos a Dios, pero pensamos en el fondo que nuestras vidas se tratan acerca de nuestro propio deleite, de cumplir nuestros sueños, de hacer lo que nos hace sentir bien, y que nuestra felicidad se va a encontrar en nosotras ser capaces de vivir para nosotras mismas.
No queremos asumir que nuestra vida se trata de un millón de oportunidades para morir a nosotras mismas, y obviamente, especialmente en las aguas de la maternidad. Porque ahí es donde estamos constantemente muriendo para dar vida a otros. Nosotras no entendemos ese llamado, ese mandato de Jesús de seguirle. Dice que tenemos que tomar nuestra cruz, negarnos a nosotras mismas cada día, cada momento, cada hora, cada minuto, que es lo que sucede en la vida de una mamá cristiana.
No entendemos que este trabajo que Dios nos ha dado es precisamente eso: un altar de adoración donde yo vengo y sacrifico mi yo, mis deseos, mis anhelos. Al contrario, somos como ese corderito que, en lugar de quedarse en el lugar de sacrificio, quiere saltar y quiere huir de ahí. En el fondo, si somos sinceras, queremos escapar de todos esos altares donde nosotras podemos darle muerte a nuestro yo.
Un pensamiento que ha atrapado mi corazón, y que trato de ahora enseñarles a mis hijos grandes (porque tenemos niños de diferentes etapas) es que al final, ese deseo de yo escapar de esa realidad difícil no es tanto acerca de que los niños son difíciles, y que la situación es difícil. Es más acerca de que yo soy egoísta; me amo demasiado a mí misma y los veo como un estorbo porque ellos no dejan que yo pueda hacer lo que yo quiera. Porque en la vida real, profese lo que yo profese, yo estoy en el trono de mis deseos. Creo que eso es lo que nos lleva a querer escapar de lo que Dios nos ha dado en su buena voluntad.
Susi: Estoy totalmente de acuerdo. Eso es exactamente lo que yo he vivido también, y lo que he visto de mi propio corazón. Todos los días despierto con la inclinación natural de que la vida se trata de mí. Aún en la maternidad, que yo en mi cabeza entiendo en teoría que no se trata de mí, pero aún en mi maternidad busco de alguna forma que mi maternidad me afirme, o me haga sentir bien. Es una lucha de todos los días resistir esa tentación.
¿Qué verdades o principios hay que son fundamentales, que tenemos que recordar para que tengamos la motivación correcta para estar presentes y no huir en medio de esta maternidad?
Betsy: Todo comienza en nuestro entendimiento de Dios. Me veo constantemente, porque es algo que les enseño a los chiquitos, sobre todo en esta etapa, y a veces se lo estoy enseñando a ellos, y Dios trae esta convicción y me pregunto: “¿Tú lo crees?” Lo primero de que tenemos que partir es el hecho de nosotras reconocer: “Creo en mi corazón que realmente Dios es quien él ha dicho ser. Creo en el carácter bondadoso, amoroso y soberano de Dios en colocarme en este lugar, con estos niños, y entiendo que su voluntad realmente es buena al colocarme aquí y darme este lugar de influencia”.
Porque a veces las madres nos vemos aquí y decimos: “Sí, Dios me puso aquí, pero esto fue como un error del sistema. Dios me puso aquí y hubo una confusión, porque ¿cómo me dio estos hijos, o cómo me puso en esta realidad?” Entonces lo primero de que yo tengo que partir es lo que yo creo acerca de Dios y su obrar soberano, perfecto, bueno, y bondadoso al colocarme aquí.
También como de partido, el hecho de que: “OK, si Dios es bueno, soberano, y él me puso aquí, entonces esto es bueno en gran manera. Lo que él me está dando aquí es algo bueno”. Preguntarme: “¿Por qué estás tú huyendo de la buena voluntad de Dios para ti?” No hay falla en Dios. Evidentemente la falla está, como ya hablamos, en nuestro corazón pecaminoso que desde Génesis quiere huir de la buena voluntad de Dios que nos provee.
Otra verdad en la que yo me afirmo cada día para abrazar mi realidad es entender que este trabajo como madre es un servicio de adoración a Dios. Esto no es algo como una carga impuesta que yo tengo que hacer, como el esclavo que le ponen a picar piedras sin sentido, sino que esto es precisamente el escenario en el que el fruto del Espíritu se va a ver manifestado. Es un servicio de adoración a Dios tan hermoso como cuando nosotros estamos sirviendo en la iglesia o en un lugar público.
También algo que marca mi corazón a la hora de ser intencional en estar presente es que el discipulado no sucede en el vacío. El discipulado sucede en el marco de una relación, y para tener una relación, yo tengo que estar presente ahí. Yo necesito invertirme emocionalmente, interesarme en mis hijos; aunque sean pequeños, ellos pueden notar la apatía y la indiferencia en nosotros. Entonces realmente yo creo que es algo en el que me afirmo cada vez.
También estar consciente de la presencia de Dios activa en mi vida, porque yo creo que cuando no queremos estar presentes y queremos escapar, es que no estamos entendiendo que no solamente estamos presentes delante de nuestros hijos, sino que también estamos presentes delante de la presencia de Dios (valga la redundancia). Ahora mismo yo lo puedo disfrutar…tú te imaginas que Dios no fuera un Dios presente, que cuando nosotros venimos a él en oración, él está en Punta Cana en unas vacaciones. Imagínate que cuando venimos buscando auxilio, consuelo, él está en la oficina de al lado, ayudando a otro.
La salvación que Dios nos ha dado incluye el hecho de que Emanuel vino a invadir nuestras vidas: su presencia, Dios con nosotros. Realmente es cuando yo entiendo esa realidad que yo puedo darme cuenta cuán importante es para mis hijos mi presencia. Obviamente, y es algo que yo tengo que también estar muy apercibida, un principio que tiene que regular ese deseo de yo estar presente, es que mi presencia no va a salvar de ninguna manera a mis hijos. Yo no tengo que ser una mamá helicóptero jugando el papel de Dios en sus vidas, porque al final la salvación es del Señor.
Yo puedo estar presente porque yo estoy reflejando, imperfectamente, pero amparada en la gracia de Dios, el carácter de Dios, guiándolos a Cristo, pero recordando que mi presencia no es la presencia de Dios en sus vidas. No soy Dios. Esas son las cosas que me anclan en la verdad, comenzando con quién Dios es y su presencia activa en mi vida, y simplemente el hecho de que mi vida es una respuesta de adoración a él. Y él me ha dejado una buena herencia.
Susi: Me encanta lo que dices acerca de la presencia de Dios. Nosotras somos creadas a su imagen. Entonces, aunque no somos igual a Dios, sí compartimos ciertos aspectos de esa imagen. Dios es omnipresente; nosotras no lo somos, pero sí reflejamos la imagen de Dios en el hecho de que somos presentes. Nuestra presencia importa para las personas a nuestro alrededor, y yo puedo quizás meditar sobre cómo Dios quiere que mi presencia refleje la suya delante de mis hijos.
Yo puedo reflejar ciertas cualidades de Dios y apuntar a mis hijos hacia Dios, y eso da un propósito mucho mayor a que simplemente existo para alimentar y recoger juguetes y cambiar pañales y contestar mil preguntas y todo lo que es la maternidad. En mi etapa es más como dar permisos y negar permisos y tener conversaciones difíciles, y luego también disfrutar mucho de simplemente poder convivir con otros seres humanos que son ya casi adultos o ya adultos. Me encanta ese concepto de la presencia de Dios: estando en su presencia, nosotras también podemos ser capacitadas para estar presentes con nuestros hijos.
Se habla muchas veces de “el tiempo de calidad o el tiempo de cantidad”. Algunos dirían: “Mira, cuánto tiempo pasas con tus hijos no es tan importante como la calidad del tiempo”. Creo que esto es algo que viene muy al tema que estamos hablando de estar presentes. ¿Qué piensas de este tema?
Betsy: Yo creo que eso es una frase que uno la escucha y obviamente hace sentido, porque siempre vamos a querer tener un tiempo de calidad con nuestros hijos. Pero normalmente la utilizamos para justificar que la cantidad de tiempo no es importante. Realmente si eso fuera una frase para justificar que tengo que pasar más tiempo de calidad…pero nadie la usa en ese contexto.
Es muy importante entender que tanto la calidad como la cantidad son importantes. Una cosa no tiene por qué sustituir a la otra. Lo que sucede es que muchas de nosotras no sabemos servir desde una postura de descanso. Nosotras no sabemos servir a nuestros hijos en la crianza con ese descanso que solamente proviene de Cristo. Buscamos frases, ideas, que nos den ese descanso en lugar de buscar ese descanso en Cristo.
Cuando una madre entiende que ella es pecadora, que por mejor trabajo que haga ella nunca va a poder ganarse el cielo siendo una buena madre, cuando esa madre corre al único Salvador, que es Jesús, y ella encuentra perdón, ella experimenta lo hermoso de ser una hija de Dios, la paternidad de Dios; cuando ella ahora disfruta de los beneficios que han sido logrados por Jesús en la cruz a su favor, ella, por ejemplo, entiende: yo he sido redimida, entonces ahora ya yo no soy esclava de la culpa o de la condenación por los pecados que cometí en el pasado y que voy a seguir cometiendo. Yo ahora soy redimida.
Cuando yo entiendo, o cuando esa madre entiende: “Yo he sido justificada. Ahora por la obra perfecta de Jesús yo puedo presentarme ante Dios, porque ya no soy definida por mi pecado, sino por la perfección de Jesús, como si yo siempre hubiese obedecido, como si yo nunca hubiera pecado”. ¡Eso es una verdadera libertad! Cuando ella entiende: “Yo estoy escondida en Jesús”, y ella entiende ese descanso realmente, de ella saber que ha sido apartada para Dios, y que él ha prometido santificarla y ayudarla a crecer a la imagen de Cristo, ese descanso de conocer la buena noticia; cuando nosotras experimentamos ese descanso verdadero que proviene del evangelio, podemos vivir para la gloria de Dios al criar a nuestros hijos.
Ahora yo también, o esa madre que cree esto, es libre de hacer de sus hijos un ídolo, y del cansancio que produce tener que estar todo el tiempo haciendo cosas para probar que ella es una buena mamá, como si el cielo dependiera de eso. Ella tiene la libertad para abrazar a sus hijos con una pasión y una responsabilidad, como si esto fuera una misión de implicación eterna, porque lo es.
Esta vida que yo voy a vivir delante de ellos, mostrándoles a ellos que Dios es mi mayor tesoro, todas estas oportunidades, cuando me acuesto, cuando me levanto, cuando voy por el camino, yo voy a ir mostrándoles con gozo el fruto del Espíritu, obviamente modelándoles el arrepentimiento, tu propia necesidad de la gracia.
Todas estas cosas necesitan tiempo. Tú no vas a poder experimentar, vivir, modelar delante de tus hijos eso; necesitas tiempo para que todo eso suceda delante de tus hijos, junto con tus hijos. Y eso va a suceder en la vida cotidiana, haciendo la vida juntos.
Me recuerdo ahora mismo, me acaba de venir un pensamiento de Josué, mi adolescente, cuando él tenía como cinco años. Yo estaba aprendiendo todas estas cosas, y yo tenía un anhelo por servir a Dios. Yo tenía un plan del día: de tal hora a tal hora hacemos esto, y de tal hora a tal hora lo otro, al punto de que cuando ya yo estaba exhausta, él venía y me decía: “Y ahora, ¿qué vamos a hacer? ¿Y ahora?”
Susi: O sea, tú lo entrenaste a esperar eso.
Betsy: Claro, porque yo entendía que el tiempo de cada día con mis hijos tenía que verse como el de una maestra con un estudiante en un preescolar. Yo tenía que estar invertida creativamente con materiales y cosas hasta que entendí: Dios quiere que yo instruya a este niño en mi vida cotidiana. Porque este niño no es el centro de mi vida. El centro de mi vida es Cristo, entonces, yo puedo vivir para Cristo mientras él puede verme disciplinarlo, corregirlo, invertirme en él, pero simplemente invitarlo a él a unirse a mi vida de adoración en la cotidianidad de la vida.
Yo no tengo que tener un programa necesariamente para él, para sentir que estoy siendo una buena madre. Simplemente me recuerdo esta frase de Jim Elliot: “Dondequiera que tú estés, está enteramente allí”. El niño lo que necesitaba era que yo estuviera consciente de la presencia de Dios en mi vida y que yo estuviera consciente de su presencia en la mía, de la presencia del niño, y que estuviéramos todos delante de Dios viviendo juntos. Para eso se necesita tiempo, pero no necesariamente yo tengo que hacer todo un esquema.
Susi: Yo no necesariamente tengo que definir qué es tiempo de calidad, y qué es tiempo de cantidad. No se trata de eso, de categorizar el tiempo. Se trata de lo que tú acabas de describir, que es un estilo de vida intencional en el Reino de Dios que sucede dentro y fuera del hogar, y a mis hijos los invito a acompañarme. Trato de vivir delante de ellos. ¡Acabas de describir, mejor que yo nunca he podido en cinco años, la Crianza Reverente! ¡Muchas gracias!
Pero de verdad me encanta eso. Me encanta que podamos hablar de este tema de esta manera. Espero que esto lo que nos has podido compartir esté provocando esperanza, y que esté aliviando esa carga que lleva cada mamá que puede escuchar. Y que eso nos motive a acercarnos a Dios cada día con esa esperanza, entendiendo quién es.
Nuestro tiempo se acaba, pero vamos a seguir con esta serie. De hecho, el siguiente episodio va a ser sobre ese “self care”, el autocuidado, el amor propio. En ese episodio vamos a hablar con alguien más acerca de este tema, así que vamos a seguir. Si te quedaste con dudas, no te preocupes.
Gracias, Betsy, por llevarnos delante del trono de Dios para poder descansar. Gracias por tu aportación el día de hoy.
Betsy: Te amo mucho, amiga.
Susi: Gracias. Y a ti te vemos en el siguiente episodio. Gracias por siempre acompañarnos. Dios te bendiga.