Nos imaginamos a la familia cristiana ideal sentados alrededor de la sala leyendo y compartiendo la Palabra con gozo genuino en cada corazón presente, ¿no? Pero la realidad puede ser muy diferente. Nos topamos con corazones duros, apáticos o simplemente distraídos con otras cosas más atractivas. ¿Cómo enseñar sin fastidiar? ¿Cómo responder a un hijo que no tiene deseo de la Palabra de Dios? Karla nos acompaña para considerar este tema.
Transcripción:
Susi: Me encanta la sinceridad que veo en los padres cuando uno les pregunta sobre sus dificultades en la crianza. Nada como los retos diarios con los niños para hacernos clamar: ¡ayúdame! Y si tú has estado siguiendo el podcast de Crianza reverente esta temporada, sabes que estamos en una serie sobre los retos diarios.
Cuando yo hice las encuestas para ver los temas para tratar en esta serie, varios padres comentaron que les parece que sus hijos se fastidian cuando todo el día uno les está predicando sobre la Biblia. Y yo digo: “¡Guau! Gracias por ser honestos”, porque muchos no queremos admitir que no siempre nuestros hijos están sentaditos recibiendo la Palabra de Dios, ¿verdad?
Así que hoy tengo invitada a una mamá a quien le gusta enseñar sobre la Palabra de Dios y quien tiene tres hijos varones activos, así que creo que ella se puede identificar con esto que vamos a estar hablando. Karla de Fernández es autora de varios libros, y en particular de dos libros sobre la crianza: Hogar bajo su gracia y El azul es para los niños, y esto se trata de criar a los varones en la masculinidad bíblica.
Karla, bienvenida, y muchas gracias primero por tu inversión en nosotros como padres con tus libros, y también por estar aquí en el podcast una vez más. ¡Bienvenida!
Karla: Gracias, Susi. Siempre un gusto saludarte y conversar contigo. Me encanta. De verdad me encanta estar aquí contigo.
Susi: Gracias por tu tiempo también. Pues, estamos hablando de este reto, de que sabemos que tenemos que instruir a nuestros hijos. Esto está claro, pero realmente nos encontramos con diferentes experiencias cuando intentamos llevar esto a cabo.
Primero, cuéntanos, en la experiencia que tú y tu esposo tienen y quizás lo que tú has observado en otras familias, primero, ¿cuánta necesidad hay de que los padres estemos instruyendo a nuestros hijos en la Palabra? ¿Y cuáles son algunas de las luchas que tú has observado alrededor de este tema?
Karla: Hay mucha necesidad, Susi, de verdad. Nosotros como papás de tres niños en diferentes edades—uno que está entrando a la adultez, y tenemos los otros dos que son un preadolescente y un adolescente—vemos cuánta necesidad hay de estarles hablando, instruyendo acerca de la Palabra de Dios.
A veces creo que pensamos que como vamos a la iglesia los domingos y nuestros hijos nos acompañan, ya no es necesario hablar algo más del evangelio en nuestros hogares. Pero es un error. Es decir, sí es bueno que ellos vayan y escuchen la Palabra de Dios predicada desde un púlpito, porque es la Palabra la que nos convence del pecado, la que nos atrae a Cristo, la que nos lleva a creer en él.
Pero no podemos quedarnos con lo que se dijo un solo día y una hora en la iglesia, y mucho menos cuando los otros seis días de la semana nuestros hijos, con seguridad, Susi, van a escuchar otras voces. Van a escuchar filosofías huecas; van a escuchar vanidades que los quieren atraer, que quieren capturar sus corazones. O incluso también pueden escuchar a sus amigos que tal vez no creen ni conocen a Dios. Entonces, hay mucha necesidad, Susi, de que los padres estemos instruyendo constantemente a nuestros hijos sobre lo que la Palabra de Dios dice.
Ahora, como bien dijiste, hay luchas que tenemos. Se tiene muchas luchas, y pueden verse de diferentes maneras de acuerdo a la dinámica familiar de cada persona, de cada familia. Pero creo en general que hay algunas que he visto más, unas luchas que he visto más comunes. Una puede ser (no sé qué pienses tú) la apatía en nuestros hijos, tanto en los padres como en los hijos.
Susi: Es lo que iba a decir.
Karla: Ajá, porque hay padres de familia que no se interesan tanto en la instrucción de sus hijos, quizás por lo mismo que comentaba al principio de: “Bueno, ya lo escuchamos en la iglesia; ya escuchamos al pastor predicando, y todo. Ya. Ya es suficiente”.
Pero nosotros necesitamos estar conscientes de que, primero, como hijos de Dios, necesitamos estar alimentándonos en la Palabra de Dios para darles también de comer a nuestros hijos acerca de lo que hemos nosotros aprendido. No podemos dar algo que nosotros no tenemos, ni podemos enseñar a nuestros hijos algo que desconocemos, Susi. Tenemos que, no luchar contra la apatía, sino de verdad quitarla, quitar de nosotros esa apatía a escuchar la Palabra de Dios.
Otra lucha que creo también es importante mencionar, Susi, es la incredulidad a la Palabra de Dios. Yo la he visto en adolescentes: te comentaba antes de iniciar el podcast que estoy en un colegio como tutor, en un colegio de adolescentes, y veo mucho en algunos la incredulidad a la Palabra de Dios. Es como: “Ay, sí. Es la Palabra de Dios; son historias que pasaron hace miles de años. Son básicamente fábulas”. Muchos no entienden que es la Palabra de Dios revelada.
Pienso también que, para estos jóvenes, nuestros hijos, se les hace complicado bajar los conceptos y la enseñanza bíblica a su vida diaria. Escuchaba un niño que decía: “Sí, ¿pero de qué me sirve conocer la historia de Sansón si yo no soy como él: ni tengo su fuerza; ni tengo sus luchas?” Es como: “Ah, ¿de qué me sirve?”
Creo que nuestra lucha, por así decirlo, que en realidad es un reto, Susi, para nosotros como padres, es aterrizar esas historias, hacerlas ver de manera práctica a nuestros hijos, que toda la Biblia—toda—desde Génesis hasta Apocalipsis, es suficiente para toda la vida, y tiene algo que decirles a ellos a la edad que tengan. Todo eso que se escribió, como dice Romanos 15:4, se escribió para nuestra enseñanza. Nuestros hijos tienen que ver que es así. Pero nosotras somos las que les damos las herramientas y les enseñamos a bajar esos conceptos y ver que sí sirve conocer las historias para su día a día.
Otra lucha, y creo que esta es la más fuerte, que en lo personal yo tengo junto con mi esposo, es contra la inmediatez. Hablaba con mi esposo acerca de esto hace unas dos o tres noches, de cómo se les hace aburrido a los niños, y adolescentes, sobre todo, escuchar una enseñanza que dure muchos minutos, o quince minutos ya se les hace muchísimo. Es difícil captar su atención cuando en este mundo vemos todo inmediato, Susi.
Nosotros, los que somos de la Generación X, por ejemplo, nos daban en la escuela algo a investigar, y pues íbamos a los libros. Íbamos con los ancianos a preguntarles, y nos informábamos. Hace unos diez años, cinco años, se iban a Google y buscaban entre las páginas, y le daban “copy, paste” los jóvenes. Y pegaban, y decías: “Bueno, ya se tardaron una tarde haciendo un trabajo que yo me tardaba una semana”.
Pero ahora ya ni siquiera van a checar en los libros nunca, ni siquiera en Google en diferentes páginas; ya solamente entran al Chat GPT y ponen el tema, y les sale perfecto, hasta sin faltas de ortografía. Se tardan ni siquiera un minuto haciendo una investigación. Todo es de manera inmediata. Podemos ir a las redes sociales: todo rápido, todo rápido. Y para ellos escuchar una enseñanza, o una conversación siquiera, de la Biblia, que dura más minutos de los que ellos están acostumbrados a ver, es tedioso. Creo que luchamos contra la inmediatez, Susi.
Susi: Sí, y eso mismo también causa otro problema, y es que Dios nos ha dado cerebros y mentes para procesar, y para poder creer una verdad también necesitamos poder meditarla, voltearla en nuestras mentes, verla de diferentes perspectivas. Y cuando las mentes de nuestros hijos no han sido desarrolladas y retadas para tener que pensar e incluso producir ideas propias, porque todo lo pueden hacer rápido en Chat GPT, realmente ellos están siendo limitados en su habilidad de escuchar, entender, obedecer, aplicar la Palabra.
Entonces me encanta ese punto que haces, que hay que entender los retos de esta generación, que son muy diferentes a la mía cuando yo era niña. Obviamente teníamos retos. Todas las generaciones tienen retos. Pero ahora mismo los padres de niños pequeños y adolescentes tienen que entender estos retos, y que hay una gravedad aquí, porque lo que está en riesgo es que nuestros hijos puedan escuchar, entender, abrazar y obedecer la Palabra. Esto es algo serio.
Cuando hablamos…o sea, pensamos en padres que enseñan, instruyen. Cuál sería la diferencia, porque aquí es donde creo que hay a veces…no sé cómo decirlo…como que los papás no ayudamos mucho a veces. Porque pudiéramos instruir a nuestros hijos constantemente de una mente, de una perspectiva, que es informada por la Palabra, pero luego pudiéramos predicar de una manera legalista y fastidiosa. Eso es muchas veces lo que más provoca a nuestros hijos, yo creo. ¿Cómo pudiéramos entender la diferencia entre esas dos cosas? No sé si me explico.
Karla: Sí: cómo los instruimos desde una perspectiva bíblica, y una legalista. Esto justo lo hablaba con mi esposo, Susi, y él me hizo algunas observaciones que voy a compartir contigo. Él me decía, cuando instruimos desde una mente que está saturada con la Palabra, vamos a hablarles con gracia a nuestros hijos. Los vamos a ayudar a pensar en lo que les acabamos de compartir de la Biblia, o que ellos acaban de leer, y los invita a participar, a expresar sus dudas, sus preguntas, el querer conocer más.
Les damos herramientas, o como diríamos nosotros, les damos teología práctica para su día a día. Eso es cuando los papás estamos con una mente saturada con la Palabra y con el anhelo en nuestro corazón, Susi, de que nuestros hijos de verdad aprendan, crean y atesoren la Palabra de Dios, lo que es contrario a la enseñanza legalista que siempre, o la mayoría de las veces, muestra solo el pecado del hijo. O sea, están atacando el pecado del hijo todo el tiempo, todo el tiempo mostrándolos, pero no de una manera que los lleve a arrepentirse delante de Dios y de verdad que les duela su pecado, sino que es como una manera de culparlos, de avergonzarlos.
Los llevamos a…no sé, a ridiculizarlos a ellos, que se sientan sucios de una manera pecaminosa, Susi. Esto nos aleja de la Palabra de Dios y de buscar su gracia. Ya los desanima. Yo lo he visto en muchas ocasiones; de hecho, así me he sentido en algunas ocasiones, cuando la enseñanza que se les ha dado a los niños o que me lo han dado a mí, es más como para acusar y para culpar. Te desanima, como que: “Ah, pues ya no tengo esperanza”.
Cuando lo hacemos de la manera bíblica, mostrando el evangelio, recordándoles que Dios está ahí, que está presente, que Cristo los escucha, que los entiende, los llevamos a Cristo, entonces si nuestra enseñanza es (y esto es para analizar a nosotros como padres), si nuestra enseñanza está culpándolos, avergonzándolos, esto puede llevar a nuestros hijos a alejarse de Dios más que interesarse en la Palabra de Dios.
Susi: Sí. Yo creo que muchas veces, cuando somos así, un poco duros, hemos creado en nuestras mentes un estándar que queremos que nuestros hijos cumplan. Y esto suele suceder en hogares cristianos con padres que realmente quieren ser una buena familia cristiana. Nosotros somos los que llegamos a la iglesia y todos dicen: “Esa es una familia cristiana”.
Lo que yo, quizás sin querer, estoy enseñando a mi hijo, es a que proyecte cierta imagen en lugar de a que sea cierto tipo de persona. Esa, yo creo que es una de las grandes diferencias entre padres que atesoran tanto la Palabra que desean, que permiten que esa Palabra impacte todo lo que dicen y todo lo que hacen, y esos padres que nada más ven la Palabra como un arma para convertir a mi hijo en el que yo quiero que sea: “Dios te va a castigar si haces eso, porque el versículo tal dice ‘ta ta, ta, ta, ta’”. Es como si trajéramos una pistola, y le estamos [tirando] una bala con cada frase bíblica. Y eso no es.
La Biblia dice que la Palabra de Dios es viva y eficaz y penetra y nos enseña, pero no porque se use como un arma. Es porque la instrucción está saliendo de nuestras bocas porque en nuestro corazón hay un amor por la Palabra, y una gracia. Y yo creo que ahí está esa diferencia que tú decías: está la gracia, la gracia que depende de Cristo y la obra que él va a hacer en el corazón del niño.
Yo creo que el papá o la mamá que puede descansar en esa gracia automáticamente va a ser menos fastidioso. Estás descansando en la gracia que obra en el corazón del niño. Tú no tienes que forzar algo. Tú fielmente instruyes. Eso es difícil de hacer. En Deuteronomio 6 tenemos un pasaje bastante conocido acerca de la crianza. En Efesios 6 también. Hemos hablado mucho de estos dos pasajes aquí en el podcast. Estos pasajes hablan de una instrucción constante, ambos pasajes. El de Deuteronomio 6 habla de: “…y cuando vayas por el camino”, y todo eso. Esa instrucción tiene que tener base en la Palabra de Dios, y tiene que ser constante.
Entonces, ¿cómo crees tú que se pueda vivir esto en la vida diaria, hoy en día, en la experiencia común que padres ocupados tienen hoy en día? En la realidad que padres cristianos están viviendo hoy, ¿cómo podemos vivir esto en la vida diaria?
Karla: Me encanta ese pasaje de Deuteronomio 6, porque me da la impresión de que también eran padres ocupados por cuando dice: “Cuando vayas en el camino, y cuando estés en tu casa, y cuando estés…”. Eran padres ocupados. “Y cuando estés.” Básicamente me imagino cuando lo leo: “cuando estés sacando la cosecha, háblales a tus hijos”.
Entonces creo que tenemos que darnos tiempo, Susi, para tener conversaciones con nuestros hijos a lo largo de todo el día, conversaciones que estén permeadas con el evangelio; además de que nosotros creemos que la enseñanza que nos dice Deuteronomio 6 es en lo cotidiano. No es “cuando te sientes en el aula a decirle a tu hijo”. Es durante todo el día, en los momentos que Dios te regala junto con tus hijos.
Nuestros hijos verán el evangelio cómo lo vivimos y cómo lo predicamos desde el ejemplo. Nosotros como padres lo estamos modelando a nuestros hijos. Nosotros deberíamos vivir el evangelio todo el tiempo, las 24 horas del día, de toda la semana. Entonces, aunque las conversaciones intencionales acerca de la Palabra de Dios son muy necesarias, es igual de importante y necesario el vivir todo el tiempo, como lo hemos hablado tú y yo en otras ocasiones, Susi, “coram deo”: recordando que estamos y vivimos delante de Dios, en la presencia de Dios. Todo lo que hacemos es para su gloria. Y eso incluye las conversaciones que tenemos con nuestros niños.
La misión de hacer discípulos es todos los días en el lugar en el que estamos. Nosotros somos siervos. Somos misioneros en el lugar en el que estamos. Estamos modelando a nuestros hijos principalmente el evangelio que hemos creído a nuestros hijos y a todo el mundo que nos rodea. Pero estamos hablando de nuestros hogares, de nuestros hijos. Ellos son los espectadores en primera fila de que nosotros, sus padres, somos congruentes con lo que decimos creer, con lo que hemos recibido de parte del evangelio.
Así como nos dice en Deuteronomio 6 y Efesios, que todos los días podamos hablarles a ellos en el evangelio que hemos creído, que ellos lo vean real; que cuando escuchen las historias de la Biblia, cuando las lean y vean nuestra vida, digan: “Ah, ahora entiendo por qué mi mamá vive como vive o habla como habla; porque la Biblia dice esto. Mi mamá es congruente. Sí se puede vivir la vida que la Biblia nos da; nos dice las instrucciones”. Es en el día a día, Susi.
Susi: Sí. Yo pensaba también en cosas prácticas como yo, cuando escucho que un papá o una mamá le pone de castigo a su hijo leer la Biblia o escribir versículos, yo me pregunto, ¿realmente entonces estás apuntando al deleite y a la bondad de la Palabra? Si usas la Palabra principalmente para regañar, para hacer sentir culpable o para castigar, algo está mal.
En el día a día tengo que preguntarme—claro que voy a usar la Palabra para reprender a mis hijos. Timoteo dice eso: es útil para hacer muchas cosas, y una de esas cosas es corregir o redargüir. OK, muy bien, pero si es mucho más redargüir y corregir, que instruir, y ese deleite de todos alrededor de la Palabra, contando la historia, incluso en momentos cuando no estoy enseñando, sentada, enseñando la Biblia, sino que estamos con una oportunidad de ver la bondad de Dios en nuestras vidas, y apuntamos a nuestros hijos a eso.
Yo creo que eso de fastidiar a los hijos con la Palabra sucede muchas veces cuando el contexto del uso de la Palabra de Dios en la vida diaria es negativo constantemente. Mis hijos empiezan a relacionar la Biblia o Dios con castigo o reprensión, o regaño, y eso es solamente una parte de la historia. Es una parte pequeña. Claro que Dios redarguye, y Dios tiene que señalar pecado, pero es porque quiere llevarnos a Cristo.
Yo pensaba (estamos estudiando Romanos en nuestra iglesia, en nuestros grupos pequeños) cómo la ley, cómo Pablo se tarda tres capítulos al principio de Romanos para llegar a la conclusión que todos somos pecadores. “No hay justo, ni a un uno”. Y es depresivo, casi, Romanos 1-3. Pero luego llegamos a cómo en su gran misericordia y gracia, Cristo toma nuestro lugar y nuestro castigo. Si nuestros hijos no están escuchando todas las partes del evangelio de nosotros día tras día, entonces sí se van a fastidiar. Claro que se van a fastidiar. Entonces, en ese día a día hacerlo positivo (lo que decía Karla) y evitar lo negativo; que no todo sea regaño y reprensión, y que “Dios te va a castigar”, y todo eso.
Karla: O que solamente usemos la Palabra de Dios justo para acusar o para avergonzar y no para afirmar el carácter. Si no usamos la Palabra de Dios para afirmar el carácter de nuestros hijos, desde entonces, algo también estamos haciendo mal.
Susi: Exacto. Sí, amén. Que imiten a Cristo; sí, claro. Eso es esencial. Karla, la verdad es que no todos los niños, aunque nosotros lo hiciéramos a la perfección, no todos los niños van a recibir, no todos los adolescentes van a recibir con agradecimiento nuestra instrucción, ¿verdad?
Karla: Sí.
Susi: Podemos estar lo más equipados y hacerlo de la mejor forma, pero la verdad es que hay niños que sí se fastidian, que piden hacer otra cosa, que no muestran interés. Ayúdanos a pensar unos momentos en esas situaciones donde nos topamos con un niño así, un adolescente así. ¿Qué factores debemos considerar, y qué sugerencias tienes para poder dirigir bien esos corazones?
Karla: Se puede ver de diferente manera de acuerdo a las edades que tengan nuestros hijos. Aquí es que las mamás, los papás, de verdad conozcamos a nuestros hijos. Siempre digo que aprendamos a leerlos, Susi, porque quizás mi hijo el mayor se concentra mejor dibujando mientras estoy hablándole. Mi hijo menor se concentra mejor si lo estoy viendo directamente en los ojos. Que nosotros conozcamos cómo ellos tienden a escuchar con mayor atención.
Siempre pensando que Dios nos da momentos en el día para hablar su evangelio, como decía anteriormente, en lo cotidiano, en el día a día. Nuestra enseñanza no tiene que ser siempre como si estuviéramos en un aula de clases. Podemos ir en el auto conversando. Esto es algo práctico. Podemos ir en el auto conversando con nuestros niños y trayendo las verdades bíblicas a sus corazones.
Por ejemplo, haciéndoles preguntas: ¿cómo te fue en el colegio? Podemos hablar acerca del carácter de Cristo en ellos, afirmarles su identidad. Podemos hablar de la forma en que, no sé… “compartí el lonche con mi amigo”. Entonces podemos hablarles de cómo Cristo también fue compartido con nosotros. Mientras servimos el cereal entre nosotros y les pedimos que les sirvan a sus hermanos, por ejemplo, podemos hablarles de que eso lo hacemos porque Cristo nos enseñó el modelo de servicio.
Que nuestra enseñanza o nuestra instrucción bíblica no sea solo como si ellos estuvieran recibiendo clases todo el tiempo, clases de la Biblia, clases de la Biblia. Porque se van a fastidiar en algún momento. Te comentaba que mi hijo de 14 años, de adolescente; mira, está en un colegio cristiano; su enseñanza es cristo-céntrica. Estamos en la iglesia. Todo el tiempo se habla del evangelio.
Cuando le dijimos: “Vamos a estudiar en familia, en la primera carta de Pedro”, él dijo: “No, ya es mucho. Ya es demasiado. Todo el tiempo yo veo, hablo, escucho Biblia. Todo el tiempo. ¡Ya! Ya fue suficiente”. Está adolescente. Diferente con mi hijo el menor que, aunque tiene la misma rutina que su hermano, él dijo: “¡Sí! Yo quiero aprender”. Entonces se ve diferente, Susi.
Justo lo hablaba con Santi, mi hijo. Le dije: “No es demasiado”. Le hablamos acerca de los peligros que hay ahorita en el mundo. “No solamente te enseñamos para que aprendas de la Biblia y sepas qué decir”. No, él necesita, todos necesitamos saber a lo que nos enfrentamos en el mundo. Creo que aprender a escuchar a nuestros hijos y hablarles con la verdad, decirles por qué te estoy insistiendo en que estudiemos la Biblia, y juntos podamos tomar las mejores decisiones.
¿Qué es lo que hacemos ahora? Antes era mamá o papá dándoles la enseñanza. Ellos escuchaban, hacíamos preguntas, y ya. Entonces con mi esposo dijimos: “Bueno, ahora vamos a leer la Biblia juntos y que ellos la expongan hacia nosotros”. Es una manera de motivarlos y de enseñarles a que también hagan un buen estudio de la Biblia, que puedan aprender.
Pero no para que queden bien con nosotros, Susi, sino para que cuando ellos tengan también que hablar de su fe, de la verdad que conocen con sus amigos, ellos sepan y tengan las herramientas para defender su fe, para decir: “Yo conozco que esto que tú estás diciéndome no es verdad, porque la Biblia dice tal cosa”. Entonces, preparar a nuestros hijos de acuerdo a su capacidad, pero también a sus edades, y hacer eso de manera amena, no por obligación, no para que ellos cumplan con lo que nosotros decimos, sino para hacerles conciencia de que necesitan la Palabra.
Susi: Muy bien, muy bueno. Me gustó mucho como lo están manejando ustedes en su familia. A veces nos llega la pregunta: ¿Está bien obligar a mis hijos a leer la Biblia? ¿Está bien obligar? O sea, no voy a hacer como si la Palabra de Dios fuera una obligación. Y es que ahí tenemos que tener una doble perspectiva. Dios nos ha encargado a los padres la instrucción de los hijos. Mis hijos no son capaces de saber lo que necesitan; por eso tienen padres más sabios. Entonces, por un lado, sí hay un sentido en que decimos: “Vamos a leer la Biblia”, y lo vamos a hacer.
Pero si lo estamos haciendo de esa manera dura y fastidiosa, y: “Dios te va a condenar porque tú no quieres sentarte allí en el sillón a escuchar treinta minutos”, no. No podemos tener esa actitud. Yo pensaba mucho en la diferencia que hace simplemente cuando una mamá o un papá escucha a su hijo decir: “No, yo no quiero”, y le pregunta: “A ver, explícame por qué. Cuéntame lo que hay en tu corazón”. Y a veces los niños salen con algo tan inesperado como: “Es que Mami, batallo para leer y ustedes nos obligan a todos a leer”. El problema realmente no es que no ama la Palabra. El problema es otro.
Entonces, para empezar, tenemos que preguntar, indagar, ¿por qué es que este hijo no quiere leer o estudiar o escuchar la Biblia? Bueno, pudiéramos dar un montón de otras sugerencias, pero a lo que voy es, conoce a tus hijos, como decía Karla, y hazles preguntas. Y cuando ves una respuesta negativa a la Palabra de Dios, no supongas que tú sabes lo que está pasando en ese corazón. Siéntate; muestra interés; pregúntale. Adapta un poco tus métodos para que sean mejor para tu hijo. Pero no dejes de enseñar, porque eso sí es tu obligación delante de Dios. Ahí está ese equilibrio. No queremos obligarlos solamente a hacerlo porque están obligados, pero sí queremos cumplir con nuestra tarea.
Este tema es muy amplio. Pudiéramos seguir hablando mucho tiempo, ¿verdad? Pero para terminar aquí, Karla, obviamente hemos estado intentando enfatizar que para estos retos que son diarios, que son de toda la vida en muchos, Dios ha dado misericordia. Hay una misericordia nueva cada mañana. Cuéntanos, ¿cómo es que tú procuras vivir en esas nuevas misericordias de Dios y poder compartirlas con tus hijos? Para que nos animes también a nosotros que estamos escuchando.
Karla: Pues recordando que en algún momento voy a fallar en instrucción, en cumplir con tiempos, todo eso. En algún momento voy a fallar, Susi, pero Cristo no falla. Recordando también que no soy la salvadora de mis hijos, pero Cristo sí. Dios me encargó a mí instruirlos, enseñarles la Palabra y todo, pero yo no voy a obligar a mis hijos a que crean y sigan el evangelio. Pero Cristo sí, y en eso reside mi esperanza.
Recordando también que no todo tiene que ser perfecto, Susi, para que mis hijos escuchen la Palabra. Que no tiene que ser el lugar ideal, ni lo más (como dicen los chavos ahora) “aesthetic”, sino que sea con humildad, con gracia y en total dependencia del Señor. Es él que nos da día a día la oportunidad de hablar de él con nuestros hijos. Pero para eso necesitamos escuchar su Palabra nosotros primero, conocerlo más, amarlo más, depender de él, para que lo que demos a nuestros hijos venga de lo que hemos aprendido en nuestro tiempo con Dios, y también de lo que nos ha permitido vivir en él por medio de su evangelio.
Nuestros hijos necesitan a Cristo tanto como lo necesitamos nosotras, Susi. Vayamos a él y confiemos en que aquel que comenzó la buena obra en nosotras y en nuestros hijos la irá perfeccionando todos los días hasta el día de Cristo Jesús. Cada día es una oportunidad nueva de hablar a nuestros hijos y de instruirlos en el Señor. Mantengámonos fieles y perseverando en él, Susi.
Susi: Amén. Gracias Karla. Me encanta terminar ahí. Si tú no lo has hecho hasta ahora, tú tienes un nuevo día hoy. Mañana, tú te puedes levantar y puedes empezar tú a leer, estudiar y ser cambiado por la Palabra y a también compartir eso. Yo no sé; alguien puede estar llegando por primera vez escuchando este podcast y dice: “Pero yo no he hecho eso”. Bueno, hoy es un nuevo día, mañana es una mañana en la que puedes recibir la misericordia del Señor. Amén.
Gracias, Karla, por estar aquí, por compartir de tus experiencias, de tu experiencia de la gracia de Dios con nosotros. Lo agradecemos mucho.
Karla: Muchas gracias, Susi, por la invitación. Siempre un gusto y salgo edificada y bendecida conversar contigo. Gracias.
Susi: Muy bien. Gracias a Dios. Sigue con nosotros un episodio más en nuestra serie de los retos diarios y la nueva misericordia de Dios cada mañana para nosotros. Vamos a tener un episodio más la próxima semana y nos vemos entonces. Gracias por escuchar.