“Mi niña, ¡no crezcas tan rápido!” decimos. “Es solo una etapa” nos dicen, cuando hay cambios inesperados. Los padres nos encontramos entre etapa y etapa, y con hijos en diferentes etapas, y nos preguntamos cuánto necesitamos ajustarnos. ¿Cómo debemos entender el proceso de madurez en nuestros hijos y cómo quiere Dios seguirnos usando en sus vidas? Hablemos de esto y más con Alejandra.
Transcripción:
Susi: ¡Retos y retos y más retos! Algunos padres preguntan: ¿cuándo esto de la crianza se hará más fácil? Dios está usando los retos diarios de la crianza para acercarnos a él en dependencia; hacernos a mamá y a papá más como él por medio del instrumento de la crianza.
Ya llevamos 10 episodios hablando de los retos diarios de la crianza como cristianos que buscamos una crianza reverente. En este episodio 178 estamos terminando la serie, ¡aunque con esto no estamos declarando que hemos agotado todos los retos diarios de la crianza y que todo ya está resuelto!
Para cerrar esta serie queremos hablar de un tema sobre el cual frecuentemente hemos recibido preguntas, y es el reto de tener a hijos en diferentes etapas, o de ir adaptando la crianza mientras que el hijo va creciendo y pasando a diferentes etapas. Para hablar de este tema tengo otra vez aquí en el podcast de Crianza reverente a una querida amiga y hermana, Alejandra de Slemin, desde el hermoso país de Canadá. Bienvenida, Ale. Gracias por estar aquí.
Alejandra: Gracias, Susi, y a todas las personas que se conectan con Crianza reverente. Estoy feliz porque Crianza reverente, si no estoy aquí estoy escuchando, así que me siento como en casa.
Susi: Qué bien. Me alegro mucho. Antes has estado varias veces aquí con nosotras y conmigo en el podcast, y te agradezco por tomar otra vez el tiempo para hablar de este tema. Y sí, pensé en ti porque sé que tienes varios hijos en diferentes etapas—cuatro hijos en diferentes etapas. Recuérdanos las edades.
Alejandra: Bueno, tengo uno de 16 años, tengo una de 12, una hembra; tengo un varón de 8 años y tengo otra hembra de 5 años. Tengo cuatro: dos y dos. Igual ha sido una montaña rusa tratar de cruzar esas edades.
Susi: Ajá. ¿Cuál dirías que ha sido el reto más grande al tener esos cuatro hijos en diferentes etapas al mismo tiempo, y de una vez, quizás la bendición más grande?
Alejandra: Yo creo, Susi, que el reto más grande para mí ha sido depender del Señor. En Juan 15:4 y 5 nos dice el Señor: “Permanecer en mí, y yo en vosotros. El que no permanece en mí…si tú no permaneces en mí, no vas a poder hacer nada”. Entonces lo más retador ha sido entrenar mi mente y mi corazón a venir al Señor y a depender del Señor constantemente.
La bendición mayor para mí ha sido el privilegio de dar vida y de sentirme parte de ese plan redentor del Señor, de nutrir esa vida. El cuidado de mis hijos ha sido una bendición grande. Me asombra ver cómo esta cosita pequeñita se convierte en un adulto, y cómo el Señor me hizo parte de ese proceso.
Susi: Sí, qué bendición. Es un milagro. Es un milagro, y Dios nos hace parte. Yo también pienso: es como una metáfora; la vida física es una metáfora, realmente (aunque normalmente lo pensamos al revés). Pero la vida física es una metáfora de la vida espiritual que Dios da, y es una bendición participar de eso. Qué hermoso.
Alejandra: Lo es. Perdemos muy constantemente el asombro por ser parte de eso, y nos abrumamos tanto en el qué hacer, que no pensamos: es un regalo, es un don del Señor. Creo que esa ha sido mi mayor bendición.
Susi: Amén. Gracias a Dios. Ahí vemos la misericordia del Señor definitivamente. Como padres cristianos, porque obviamente aquí en el podcast no hablamos solamente temas de crianza nada más; queremos hacerlo de una perspectiva específicamente dirigido a padres creyentes que deseamos criar en reverencia delante de Dios.
Entonces, ¿por qué no comencemos este tema preguntándonos cuál sería una perspectiva bíblica general sobre ese proceso de crecimiento y madurez que nuestros hijos tienen que pasar etapa por etapa, y cuál sería el rol de nosotros los padres en este proceso?
Alejandra: Mira, yo creo que lo primero que tenemos que entender, es que es un proceso natural, y es un proceso diseñado y orquestado por Dios desde el principio. No es nada nuevo, sino que es algo para lo cual el Señor nos creó para nuestro desarrollo físico y para nuestro desarrollo espiritual—para nuestro avance en esas dos áreas. Fue algo para lo cual nosotros fuimos creados. Por ende, también nuestros hijos.
Pero también como padres hay principios específicos que yo pienso que tenemos que tener claro mientras nuestros hijos pasan de una etapa a otra, y mientras nosotros acompañamos a nuestros hijos en ese proceso. Yo creo que hay versículos que son muy claros. Deuteronomio 6: 5 y 7 nos dice: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza”, y nos dice que “estas palabras que yo te mando estarán sobre tu corazón”.
Lo primero que nosotros como padres debemos entender es que nuestra devoción a Dios debe ser real en nuestras vidas. Debe ser visible en nuestras vidas. Luego nos dice en el versículo 7: “Las enseñarás diligentemente a tus hijos”. Y nos dice cómo y cuándo: “en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, cuando te levantes”. Entonces primero nosotros tener una devoción a Dios; segundo, tener una actitud diligente ante los cambios que están ocurriendo en la vida de nuestros hijos.
Pero también, como nos dice Salmo 127, entender que los hijos son un don del Señor. Son una recompensa, y son flechas en nuestras manos. Tener esa devoción a Dios, tener una actitud diligente, pero también regocijarnos en el regalo que hemos recibido. En ocasiones, cuando veo a mi hijo de 16 digo: “¡Ay, la adolescencia!” O cuando veo a mi hija de 5, digo: “¡Ay, los episodios de que todo es algo grande para un niño de 5 años!” No es gozo lo que yo siento, Susi, ¡es mucha carga lo que siento! Pero el Señor me dice: “Esos hijos son un don”. Son un regalo del Señor.
Entonces, no perder la perspectiva del gozo de lo que hemos recibido por medio del Señor en nuestros hijos, y entender que cada hijo, cada flecha, como nos apunta Salmo 127, tiene un propósito. Tiene una obra por la cual el Señor lo creó y para la cual fue llamado. Nosotros en esos procesos, en esos cambios, podemos preguntarle al Señor: “Señor, ¿para qué tú creaste esta flecha? ¿Para qué tú creaste a este hijo, o esta hija, que tú me has dado?”
En mi caso también, Efesios 6:4 y Colosenses 3:21, que nos guían a no provocar a nuestros hijos, a no ser severos o imprudentes, es algo también que nosotros tenemos que tener en cuenta mientras los vemos caminar por las diferentes etapas del crecimiento y de su desarrollo como personas.
Susi: Sí, me encanta que nos conectes con esos pasajes de no provocar a ira o exasperar a nuestros hijos, porque creo que una de las maneras en las que más algunos padres exasperan a sus hijos es o esperar demasiado de ellos en una etapa, o no permitirles crecer.
Alejandra: Es así. El encerrarlos, retenerlos y no pensar qué es, y muchas veces también, Susi, no estar dispuestos a acompañarlos. Cuando oímos la Palabra: “Instruye al niño en su camino”… no sé si alguna vez has comprado un mueble de IKEA. IKEA es una tienda muy popular en Norteamérica. Cada cosa que ellos venden no está armada.
Susi: Sí. Lo tienes que armar.
Alejandra: Te dan un papel grandísimo con todas las instrucciones, tornillo por tornillo, pieza por pieza. Ya es mi hijo que los arma—ya yo no armo ningún mueble de casa; lo entrego a él y él los arma.
Susi: De hecho, ¡muy bien tu obra de crianza si has entrenado a tu hijo a armar muebles!
Alejandra: ¡A armar IKEA! ¡El Señor lo ha hecho en él; la realidad es esa! Pero cuando ves las instrucciones de IKEA, Susi, me asombro y digo: “¡Guau! Paso por paso, paso por paso”. Es igual para nosotros instruir a nuestros hijos. Es un paso a la vez. Y no es a nuestro paso. Es al paso que a ellos les toque en esa etapa de la vida.
Susi: La Biblia sí nos provee a los padres suficientes principios y sabiduría para poder criar a nuestros hijos en todas las etapas. Eso es súper importante. Yo no tengo que crear esa sabiduría. Yo no tengo que inventar esa sabiduría. Puedo creer que en la Palabra está esa sabiduría.
Creo que muchos padres podríamos tener una tendencia a errar hacia un lado o el otro. Ya lo platicamos un poco: sobreproteger a nuestros hijos, no soltar el control, y no permitir que maduren, o desatender demasiado pronto, de una manera ingenua. “¡Mi hijo está creciendo; ya está maduro!” Pudiéramos desatender aspectos importantes de vigilar y de discipularle. Ayúdanos a identificar algunas señales de que pudiéramos tener una u otra de estas tendencias.
Alejandra: Exacto. Bueno, la realidad es que ese mismo ejemplo que te doy de IKEA—yo no le soltaría un mueble de IKEA a mi hija de cinco años porque ¡no está lista para hacer lo que mi hijo de 16 puede hacer! Hay cosas que de manera física nosotros podemos evaluar.
Me gusta lo que apuntas: de manera realista. Nosotros tenemos que ser realistas en cuanto a cuál es la condición de nuestros hijos, qué edad tienen nuestros hijos, incluso, qué géneros, sí son hombres, si son mujeres, qué son nuestros hijos. A veces incluso su posición en la familia: si es el mayor, si es el del medio, si es el menor, todo ese tipo de cosas influyen en cuándo, a veces, nuestros hijos están listos para dar un paso o no. Es importante que nosotros evaluemos nuestra realidad. ¿Quiénes son nuestros hijos, y cómo nosotros podemos conducir a ese hijo o esa hija de manera particular?
Yo pienso también que evaluar cómo nosotros fuimos criados, Susi. Rescatar aspectos de nuestra crianza, la que nuestros padres nos dieron hace 20, 30, 40 años, rescatar aspectos que fueron beneficiosos para nuestro desarrollo, y rechazar posibles comportamientos que no fueron acertados en esa crianza y que nosotros no queremos repetir en nuestra crianza. Yo creo que a veces tenemos que evaluar no para buscar culpables, sino para decir: “Señor, ¿cuáles cosas en mi comportamiento con mis hijos estoy tal vez yo repitiendo que no son beneficiosos para mis hijos?”
A veces nosotros tenemos expectativas con nuestros hijos que fueron expectativas que nuestros padres tuvieron con nosotras, y ahora las impulsamos sobre nuestros hijos. “A esta edad usted tiene que…y a esta edad usted tiene que…”. O, una protección irrealista porque mi papá y mi mamá me hicieron esto, y yo no lo voy a dejar que ellos hagan esto. Ver y preguntarle al Señor cuáles aspectos yo puedo rescatar de la crianza que mis padres me dieron, y cuáles cosas yo puedo modificar para tener una crianza un poco más realista con la familia que yo tengo.
Yo creo también que pensar que cuál es nuestra misión como familia. Nosotros pensamos mucho en eso en mi familia en particular: ¿cuáles valores son importantes para nosotros como familia? ¿Cuál es nuestra misión? Hay familias cuyos padre es un pastor. Hay familias donde el esposo es un doctor, o la mamá es una dentista, o la mamá está en casa. ¿Cuál es la misión como familia? ¿En dónde nos encontramos, también, como familia? ¿Cómo está nuestra fe como familia? ¿Cuál es nuestra situación económica como familia? Evaluar quiénes somos como familia y dónde nos encontramos, y preguntarnos: ¿cuáles son los dones, habilidades, que veo que Dios les ha dado a mis hijos? ¿Cómo estoy yo nutriendo esto? Y acompañar a mi hijo en su desarrollo, no en base a mi proyección o a mis carencias, sino en base a lo que yo entiendo, y a lo que les puedo incluso hasta preguntar a mis hijos.
A mi hijo de 16 años, yo le pregunto: “Benjamín, ¿qué tú crees? ¿Dónde tú crees que el Señor te está guiando en los próximos tres años?” Y unirme con él en ese descubrir, en esa guianza que el Espíritu Santo de Dios le está dando, e integrarlo, y no ser la autoridad impositiva de que: “¡No es esto! y ¡Es por aquí!” Hay momentos en que tenemos que implementar una autoridad, pero en ese proceso nosotros nos unimos a nuestros hijos. No estamos de lejos; más bien trabajamos juntos.
Susi: Me encanta; todas son ideas muy prácticas y comunes que los padres tenemos. Yo pienso en que, a mí me ha pasado con mis hijos que en alguna etapa uno de mis hijos exprese: “Cuando yo sea grande, yo quiero ser tal”, y en mi corazón, yo digo: “¡¿Aaaa?!”, porque eso no es lo que yo quiero.
Obviamente no estoy hablando de cuando los niños pequeños dicen: “Cuando yo sea grande, yo quiero ser un payaso”. Obviamente sabemos que ese niño va a madurar, pero quizás una señal de que yo no esté dispuesta a permitir que Dios vaya desarrollando una independencia sana en mis hijos y desarrollando sus habilidades es que, si yo veo áreas de interés en sus vidas, y dones, que no son, obviamente, que no son cosas dañinas…
Alejandra: Pecaminosas, ni dañinas.
Susi: Ajá. O muy mundanas, digamos, pero si yo veo interés ahí y yo me resisto, y yo digo: “No, yo no estoy lista para que él o ella haga eso solo”.
Alejandra: Susi, ¡pero lo he hecho yo! ¡Claro!
Susi: El punto no es que yo esté lista. ¡El punto es si ese niño o esa niña está listo, y cómo le puedo ayudar!
Alejandra: Claro. El Señor me ha…con mi hijo de 16: “Mamá, yo quiero ser misionero”. Y yo me quedé con los ojos como dos huevos fritos, porque yo decía: “Ah, ¡pero niño! Yo te preparé para que tú seas un abogado, para que tú seas un doctor. ¿Cómo tú me estás diciendo que tú quieres ser misionero?” Y gracias al Señor no se lo dije, pero por dentro me moría, y decía al Señor: “Pero ¿¿cómo va a ser misionero??” Y el Señor me decía: “Es que, no fue ahora que él conoció el evangelio, y tiene años, y es mi obra, Alejandra. No es tu obra”.
Mi rol es acompañarlo en esto que el Señor le ha llamado. Y pensar, Susi, que nuestros hijos van creciendo. Así como crecen físicamente, van creciendo emocionalmente, espiritualmente. Nuestro deber mientras los acompañamos e instruimos en la etapa en la que están es ir llevándolos a la próxima etapa. En mi casa hay una regla: aquí no se juega ningún otro deporte hasta que no aprendamos a nadar. Nadar es—yo no gasto dinero en otra clase, ¡mi clase es de natación! ¿Por qué? Porque es algo de vida o muerte. Yo decía: mi tranquilidad y la de ellos vale mucho. Aprender a nadar es clave.
Pero uno de mis hijos: “Yo no quiero. Yo no quiero”. Y me siento con él y le digo: “¿Porque tú no quieres?” “Bueno, porque el agua está fría”, o: “Porque es difícil”. Pues voy con él. Me siento con él. Trato de buscarle la vuelta. ¿Adivina qué? Ya está en su nivel dos de natación porque se sintió acompañado.
Ahora, yo dejarlo en casa y decir: “Si él no quiere, pues no va. Bueno, es cierto. El agua está fría”, le hace más daño. Entonces es una combinación de la sabiduría que el Señor nos da como padres para instruir a nuestros hijos a la próxima etapa y de también caminar con ellos a su paso, pero en una dirección hacia algo. No quedarnos: “Bueno, él no quiere; pues no lo va a hacer. Él no puede, pues no lo va a hacer. Mi hijo no come vegetales; pues no los va a comer”. ¡Y hacerle un “smoothie”, hacerle un “muffin”!
Busca con diligencia cómo de manera amorosa nosotros los podemos guiar al próximo paso que ellos deben dar. Los niños que duermen con sus padres—a mí me encanta dormir con mis hijos, aunque no lo recomiendan, ¡pero de cierta hora a cierta hora! Hay una hora en la que ya no están en mi habitación. Les digo: “No. Tenemos que irnos”, y voy, y me acuesto con ellos y los calmo y los tranquilizo. Los voy encaminando hacia lo que ellos tienen que hacer. No los dejo solos y les digo: “Tírate a la piscina. Vete solo”. No. Los encamino, pero hacia una dirección.
Susi: Sí, y muchas veces es el corazón de mamá o papá. En particular nos sucede a las mamás, ¿verdad? Es mi corazón. Yo tengo que enfrentar temores y miedos e inseguridades y egoísmo en mi propio corazón. ¿Tienes algunas sugerencias para poder enfrentar estas áreas de necesidad en nuestras vidas? Queremos ser madres y padres sabios, pero tenemos esos problemas propios también.
Alejandra: Sí. La crianza tiene una particularidad, y es que deja al descubierto muchas luchas que nosotros tenemos y muchas carencias con las cuales venimos de la niñez. Lo hermoso de criar en el Señor es que Dios restaura. El evangelio restaura. Nuestros ojos son abiertos a cosas, en que podemos perdonar, podemos restaurar. Porque nos unimos en esa crianza con el Señor, el Señor puede hacer cosas nuevas en nuestra familia, que no tienen que ser necesariamente las anteriores.
Creo que básicamente es una dependencia del Señor. Yo tengo que depender del Señor y preguntarle al Señor y que me guíe en su Palabra: “Señor, estoy siendo yo tal tipo de mamá. ¡Estoy siendo yo una madre que no está permitiendo que mi hijo sea misionero!”
Susi: O no permitiendo que mi hijo madure a la siguiente etapa, que se independice un poquito.
Alejandra: Que se independice más. Y, Susi, proveer ese terreno. Tenemos que proveer ese terreno. Desde que mis hijos son muy pequeños, manejan sus finanzas. Les enseñamos formas de manejar sus finanzas. Tienen que cooperar en la casa con algo, como sus tareas de la casa, por lo cual nosotros no les pagamos. Pero hay otras cosas por las cuales sí les pagamos algo.
Susi: Como cosas extras.
Alejandra: Cosas extras. Ahora, por tender tu cama, yo no te voy a dar dinero. Pero por algo que a mí me tocaba hacer y que tú lo asumiste y te comprometiste, pues lo vamos a hacer. Esos son pequeños pasos hacia la independencia.
Y traer, como dice la Palabra, todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo, y echar toda mi ansiedad, todo lo que me genere ansiedad con mis hijos, en mis relaciones. Es una invitación. ¡Oye! Es una invitación a yo traerlo delante del Señor. No es una invitación a yo seguir indagando o buscando en Google, o viendo estadísticas, o hablándoles a mis amigas, o comparando mis hijos con otros niños. No. Es una invitación a yo traer eso delante del Señor. El Señor te va a guiar. Yo tengo absoluta seguridad de que, si tú traes esa ansiedad, ese temor, al Señor, el Señor te va a guiar.
Susi: Amén. Yo quiero comentar (antes de cambiar un poquito aquí el tema), yo quiero comentar simplemente que la mayoría de las madres latinas tienden a ser demasiado sobreprotectoras. Pero pudiera haber también las que permitimos demasiada independencia y no vigilamos en las áreas que deberíamos. Simplemente quiero poner ahí esa advertencia a los que nos están escuchando.
Si tú no sabes lo que están haciendo tus hijos en sus recámaras, en sus aparatos; si tú crees que tu hijo de 10 años es muy responsable y puede ir a pasar un fin de semana con sus amigos sin vigilancia…
Alejandra: Hay reglas. Hay principios.
Susi: Y no solamente hay reglas. Está la vigilancia del corazón de mamá. Lo que yo veo en las mamás es: o me canso y suelto demasiado, o tengo ansiedad, de la que acabas de hablar, Alejandra. La dependencia de Dios requiere trabajo duro, pero también requiere soltar las manos. Solamente quería comentar eso, porque sé que hay mamás de todos tipos y papás de todos tipos, y tenemos que tratar eso.
En los minutos que nos quedan me gustaría, Ale, que habláramos, ahora sí…vamos a decir: “Yo tengo hijos en varias etapas, y me siento abrumada”. Yo sé que tú has vivido eso. Entonces primero dinos, ¿cómo tú te has aferrado a la misericordia de Dios? ¿Y cómo has crecido en sabiduría, enfrentando este reto de tener hijos en varias etapas al mismo tiempo?
Alejandra: ¡Uu! Va súper con lo que tenía pensado decirte en cuanto a esta pregunta. Mira, primero, yo creo que considerar qué tipo de padre Dios es con nosotros. Ver que la crianza se origina en Dios. La crianza no comenzó conmigo; la crianza no comenzó cuando yo tuve hijos. La crianza se origina en Dios.
Por ende, los principios de la Palabra de Dios son los principios exclusivos para la crianza. Son la raíz, el inicio de la crianza. Yo no vengo a inventar otras cosas. Yo tengo que ver qué tipo de padre Dios es conmigo, dependencia de Dios en ese mismo tenor, como lo he dicho anteriormente: dependencia del Señor. El Señor fue el primer Padre. El Señor tuvo esos hijos. ¿Cómo el Señor se manejó con sus hijos? Así mismo, yo debo de buscar la dirección del Señor para poder manejar esas diferentes etapas que son difíciles. Una más fácil es que otras, pero todas tienen sus espinitas, sus luces y sus sombras.
Lo tercero es (y era lo que tú apuntabas): atención. Nosotros como padres estamos muy ocupados. Si no es el celular, es el trabajo, y si no es el trabajo, es nuestra agenda, y si no es nuestra agenda es…. Tú tienes que priorizarte como mamá. Porque si tú no te priorizas, nadie te va a priorizar. Pero en realidad la atención a nuestros hijos es primordial para su desarrollo.
Nosotros tenemos que ver en qué etapa de la vida nuestros hijos están, y cómo nosotros estamos atendiendo detalles, cambios en su comportamiento, ayudas que ellos puedan estar necesitando. Estar atentos. Nosotros vemos que Dios estuvo tan atento a Adán y Eva que cuando pecaron les proveyó salvación. Vemos con el pueblo de Israel cómo Dios estuvo tan atento a ellos, que les decía: “No te voy a abandonar. No te voy a desamparar”. Una atención, un cuidado. Y no de una ingenuidad. A veces como padres estamos muy ingenuos a la realidad que nuestros hijos están viviendo, y no escuchamos cosas que nuestros hijos nos están diciendo de manera verbal o de manera corporal o de manera emocional con sus diferentes cambios: estar atentos.
Luego mostrar afecto a nuestros hijos, abrazarlos, pedirles perdón cuando necesitamos. Pedirles perdón, manejar el cariño y la expresión de amor y los detalles de amor como algo normal en nuestra familia. A mi hijo Benjamín le gusta que yo le haga un pan que se llama “cinnamon rolls” [roles, o pan, de canela]. Pues, yo se lo hago una vez al mes, dos veces al mes. O me voy con mi hija de 12 años a tomarme un café, porque a ella le gusta eso. O con la chiquita vamos y nos pintamos las uñas. Tener momentos de afecto individual con nuestros hijos, porque la relación inicia en el corazón.
Hay un libro muy antiguo que escribió J. C. Ryle, y él dice que el amor es el hilo que conduce a las relaciones de la amabilidad y de la paciencia. Es un hilo que nos permite mantener una línea en el corazón de nuestros hijos para presentar el evangelio a sus vidas. Entonces el afecto es clave para nosotros poder guiarlos, y para que ellos se dejen guiar por nosotros. Es ese hilo que mantiene su corazón conectado a nosotros. Inicia en el corazón.
Lo último es nosotras mantener la autoridad. No una autoridad desmedida, no una autoridad “descombinada” de la atención y el afecto. Hay padres muy autoritarios, pero no dan afecto y no dan atención, sino que combinar la autoridad para entender que la crianza no es una misión para controlar el comportamiento, como dice Paul Tripp, sino es una misión para rescatar el corazón de nuestros hijos.
Esas etapas por las que ellos pasan son, cada una, una situación, una plataforma perfecta para nosotros guiarlos a su necesidad de Dios en ese momento, para nosotros guiarlos a amar a Dios, y para nosotros guiarlos a amar a su prójimo. No necesariamente para guiarlos a que “tienes que comportarte porque yo…”. No, no, no. “Tú amas a Dios, y yo quiero que tú pases por esto, o crezcas en esta área por amor a Dios”.
Desarrolla más una autoridad basada en la compasión y no en la demanda, ni en yo sentirme segura o seguro como padre por el comportamiento bueno o malo de mis hijos. Tiene que ver con esa dependencia de Dios, con esa atención a nuestros hijos, esa diligencia, esa falta de descuido, ese afecto. Estamos nosotros mostrándoles amor diario a nuestros hijos. En las mañanas, mis hijos se van conmigo; yo voy, paso la mano por la cabeza: “Buenos días, mi amor”, un abrazo, y al igual al acostarlos. Tiene que ver con nosotros desarrollar una autoridad saludable con nuestros hijos.
Susi: Me encanta. Ahí hay muchas cosas muy prácticas que quizás alguien quiere escuchar, pausar, retroceder, y pensar en cada una por individual. Porque lo que tenemos que recordar es que somos padres equipados por Dios, no por nosotros mismos.
Si Dios me ha dado cuatro hijos en diferentes etapas de vida no es porque él me ve como súper mamá, sino porque él dice: “Yo soy suficiente para esta tarea. Yo soy suficiente”. Y no abrumarnos pensando que depende de mí, que yo tengo que ser cuatro veces más sabia que la que tiene un hijo. No es así. En ese sentido, creo que es lo que tú quieres decir con la dependencia. Yo puedo depender de Dios si tengo un hijo y puedo depender de Dios si tengo cinco o seis, o siete.
Alejandra: Tengo amigas con 12 hijos, con 11 hijos, con 10 hijos, y digo: “¿Cómo lo hacen?” Ellas me dicen: “Igual que tú, dependiendo del Señor”.
Susi: Sí, exacto. Es la obra del Señor, que va a obrar en nuestros hijos, que va a obrar en nuestros propios corazones. Recuerda algo que hemos dicho muchas veces en Crianza Reverente: es más importante quién eres tú que lo que tú haces.
Quizás tú no tengas todos los métodos perfectos, y quizás tú te vas a topar varias veces al día con que: “¡No sé qué hacer en esta situación! Yo no sé si debo tratarle diferente a mi hijo mayor en este caso que a mi hijo menor”. Pero Dios es el que da la sabiduría. Tu carácter piadoso, tu dependencia de Dios, el que tú pidas perdón, el que tú obedezcas al Señor con gozo—eso es mucho más poderoso a que tú tengas toda esa metodología perfecta y adecuada.
Gracias a Dios, porque él es suficiente, y por eso podemos depender de él. Bueno, gracias, Ale. ¡Ay! Nos corrió muy rápido el tiempo.
Alejandra: Tiene que ser abrumador, Susi; tiene que ser abrumador, porque es la única manera en la que podemos correr al Señor. Tiene que sentirse una carga para que se la podamos entregar al Señor. Si fuera tan fácil, entonces nosotras lo haríamos, como decías tú, por nosotras mismas. Pero el punto de la crianza es entender que le pertenece al Señor.
Susi: Amén. Dependamos del Señor. Gracias, Ale, por acompañarnos aquí una vez más después de un tiempo. Es un gozo tenerte aquí con nosotros.
Termino como empezamos esta serie hace varios episodios: recuerdas, tú que has estado con nosotros desde el principio de esta serie, Lamentaciones 3. El profeta estaba lamentando los retos enormes de su situación actual, y estas son las palabras que él dice en Lamentaciones 3:21-24:
“Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré”, o sobre él dependeré.
Busca en Jehová tu porción, porque su fidelidad, sus misericordias son nuevas, y están eternamente disponibles para ti. Nos vemos en algunas semanas, o meses, en la siguiente temporada de Crianza Reverente. Gracias por acompañarnos.