¿Será cierto que los padres podemos reemplazar “tiempo de cantidad” por “tiempo de calidad” con nuestros hijos? Para los cristianos, ¿qué caracteriza el tiempo de calidad? En este episodio, como en el capítulo 4 de su libro “Crianza Bíblica”, el Pastor Chacho nos ayuda a corregir nuestras ideas según la Palabra de Dios, y a entender la importancia y características de la presencia paterna que cumple la labor bíblica de la crianza.
Preguntas de reflexión:
- Evalúa tu presencia con tus hijos, tanto en cantidad de tiempo como en la intencionalidad con la que pasas tiempo con ellos. ¿En qué área ves lugar para mejorar?
- Considerando que tus hijos necesitan tu presencia física, emocional, moral y espiritual, identifica la que menos practicas y haz planes para comenzar prácticas nuevas.
- En tu hogar, ¿la carga de la crianza y el tiempo de presencia paterna los lleva solamente la mamá? ¿o el papá? ¿Qué cambios necesitan hacer para que ambos pasen tiempo y tengan influencia sobre los hijos?
Transcripción:
Susi: Vivimos en un mundo caótico que mide la productividad y el valor de la vida de maneras visibles y activas. Esto puede llevar a los creyentes, en general, a una vida que sucede principalmente fuera de su hogar. Aunado a esto, vivimos con aparatos electrónicos que siempre están en nuestras manos y nuestros oídos y delante de nuestros ojos. La realidad es que en muchas familias los padres no pasan mucho tiempo con sus hijos en interacción significativa.
Nos acompaña nuevamente el pastor Chacho para seguir abundando sobre los conceptos que él ha plasmado de manera profunda, pero al mismo tiempo accesible y entendible, en su libro Crianza bíblica, publicado por Editorial Vida, para que lo consigas, si aún no lo tienes.
En este episodio vamos a estar hablando sobre algunas cosas del capítulo cuatro que tiene como título: Más allá de la presencia física. Ahora mismo estoy pensando, Pastor Chacho, que qué ironía, que estamos hablando de presencia física y aquí estamos conectados de manera virtual.
Héctor: Bueno, es aceptable en estos casos.
Susi: Ese el mundo en el que vivimos, ¿verdad? Gracias a Dios por las cosas virtuales también. Pero bueno, en este capítulo, hermano, de su libro Crianza bíblica, hablas sobre la presencia de los padres con sus hijos. Cuando se habla de este tema de estar presente con los hijos, yo creo que muchos padres inmediatamente sienten culpa.
Sienten esa culpa porque saben que no pasan suficiente tiempo con sus hijos, y esa culpa yo siento que les bloquea su capacidad de poder evaluar objetivamente su crianza. Así que me gustaría empezar este episodio hablando de esa reacción tan común que los padres tienen. A veces esa culpa puede ser válida, o puede ser falsa, ¿verdad?
Pero me gustaría poder hablar de este tema para que realmente los padres se puedan evaluar. Entonces mi pregunta para ti es: ¿cuáles son algunas de las causas comunes de esa culpa que sienten muchos padres por no estar más presentes con sus hijos? Y ¿cómo deben tratar con esa culpa para que puedan crecer como padres en practicar una presencia real, correcta, con sus hijos?
Héctor: Sí, yo diría que la culpa o ese cargo de conciencia que muchas veces uno experimenta es normal en este tipo de situaciones o casos. Nosotros podemos pensar en la culpa o el cargo de conciencia como un dolor interno. Y esa culpa es análogo a lo que el dolor es al cuerpo; o sea, el dolor cuando algo nos duele es porque algo en nuestro cuerpo no anda bien.
Cuando la conciencia nos duele, cuando la culpa se hace sentir, es porque algo no anda bien. La culpa es una alarma. Es algo bueno. De hecho, hay personas que tienen un padecimiento que no experimentan, no son capaces de experimentar dolor, y eso les produce muchísimos problemas. O sea, el dolor es un regalo de Dios para nosotros saber qué está mal. Y la culpa es un dolor interno que nos ayuda a saber que algo no está bien.
Como tú dices, hay veces que es una culpa legítima o válida y otra culpa que no es válida ni legítima. La culpa legítima es aquella que experimentamos por cosas que realmente estamos haciendo mal. La culpa que no es legítima, o que es falsa, es cuando nos sentimos culpables, cuando realmente no deberíamos sentirnos así porque no es nuestra responsabilidad, o porque hemos estado haciendo todo lo posible porque esa realidad cambie y no ha cambiado.
Dicho eso, la culpa es algo normal, esperable en una conciencia que funciona. ¿Cuáles son las causas? Bueno, la causa por la que mucha gente experimenta la culpa de no estar con sus hijos es precisamente porque la sociedad moderna en la que vivimos nos succiona y no nos deja estar con nuestros hijos todo el tiempo que nosotros entendemos deberíamos estar. Ciertamente eso es lamentable, es penoso, pero es así. Y esa es la razón por la que mucha gente experimenta esta sensación de que no está haciendo lo que debe para estar con sus hijos.
El problema de esta culpa no es la culpa en sí, que es buena, como dijimos, si es que estamos pasando demasiado tiempo separado de nuestros hijos. El problema es lo que esta culpa produce, y es que produce una paternidad disfuncional. La gente tiende a compensar esa culpa con en lugar de corregir la razón de la culpa, a compensarla con cosas externas.
No puedo estar con mi hijo, pero lo que hago es que me desbordo con él con cosas materiales, por ejemplo. O me desbordo con él no poniéndole restricción y límites para que él sienta que yo nunca le pongo impedimento a lo que él quiere para que se sienta bien conmigo. O sea, yo trato de comprar a mi hijo con cosas que le otorgo. Le entrego, le concedo, producto de lo mal que me siento por no estar con él. Eso el peligro de esta culpa por no poder estar con nuestros hijos. Tenemos que cuidarnos de estas tendencias a querer comprar la aprobación de nuestros hijos por estas vías.
Susi: Sí, yo creo que muchos padres experimentan esta culpa y reaccionan de maneras diferentes. A veces las mamás se sienten culpables, entonces reaccionan. Pasan quizás más tiempo con sus hijos en un día, pero sintiendo que se están ganando el derecho entonces a pasar toda la tarde o noche viendo su serie. Y así no le hacen caso, ignoran a su esposo.
Reaccionan a la culpa de saber que no han estado pasando tiempo con sus hijos de una manera pecaminosa, porque, aunque pasan un día con sus hijos, no lo están haciendo con una motivación correcta. Se están comprando tiempo para sí. Esto, por lo menos entre las mamás, es muy común.
Héctor: Claro, buen dato, ese que me estás dando.
Susi: Sí, son cosas…así que las madres, las mujeres, creo que somos a veces un poco más emocionales también. Entonces, reaccionamos a un sentido de culpa con una atención extrema. Quizás no es material, pero una atención casi obsesiva. Pero incluso usamos eso para comprarnos algún beneficio, supuestamente, para nosotras.
Héctor: Así es.
Susi: Entonces, creo que el punto es que, si siento culpa, debo examinarme para ver si es real. Una madre que está sola, que es soltera, que es la única que puede proveer para sus hijos, no tiene que sentir culpa porque necesita trabajar. Ella tiene que trabajar, ¿verdad?
Héctor: Correcto. Pero sí, por ejemplo, es un buen ejemplo que pones, donde las circunstancias le imponen que ella tiene que salir todos los días del hogar y ella tiene que tener, por así decirlo, un trabajo a tiempo completo. Digamos que si ella se siente culpable no sería válido o legítimo que lo haga, porque lo que está haciendo es lo que debe hacer.
Ahora bien, si bien ella tiene que salir del hogar, hacer eso, supón tú que ella tenga un empleo que la saca del hogar todo el día y ese empleo le provee para sus necesidades básicas y cubrir lo que la casa necesita. Pero no, ella quiere un nuevo ingreso que le permita hacer cosas que ella desea. Ya allí ella va más allá de lo que la necesidad de la casa demanda o amerita, e incurre en salir más tiempo de la casa todavía, ausentarse más tiempo, porque ella tiene deseos insatisfechos que ahora quiere suplirlo con un segundo ingreso. Ahí ya entonces ella pudiera sentirse culpable.
Y lo que tienden a hacer esas madres entonces es que se justifican diciendo: “Bueno, es que imagínate, yo soy sola. ¿Qué voy a hacer? Tengo que ganar el mayor ingreso posible.” No, no necesariamente el mayor ingreso—el ingreso necesario. Entonces hay que saber dónde llegar, porque estos apetitos te pueden llevar; te pueden sacar del hogar aún con una supuesta justificación, pero hay un límite para eso también.
Susi: Sí, exacto, muy buen punto. Hay que examinarnos cuando sentimos esa culpa. Pero la verdad es que sí los padres tienen que estar presentes con sus hijos. De hecho, tú dices en el capítulo cuatro de manera bastante contundente que simplemente es imposible criar en la disciplina y amonestación del Señor a menos que los padres hagamos el compromiso de pasar la mayor cantidad de tiempo posible con los hijos.
¿Qué es lo que hace tan importante la presencia de los padres? O sea, ¿no hay alguna otra alternativa para padres que tienen otros sueños o que simplemente no logran organizarse la vida?
Héctor: Bueno, la pregunta, cuando la haces así, cualquiera podría tener una opinión personal: “Bueno, yo creo, yo entiendo, yo opino”. Pero ¿qué opina la Palabra de Dios? O sea, cuando uno destila lo que la Biblia indica acerca de lo que es el rol de los padres, la conclusión a la que llegamos es que debemos tratar de pasar el mayor tiempo posible con nuestros hijos.
Eso no se ve igual en todas las casas, en todas las familias, porque hay realidades distintas. Yo no quiero pasar aquí una regla, una regla legalista que diga: tiene que ser tantas horas al día—todo el mundo, papá y mamá. Eso cada quien tiene que resolverlo en función de sus circunstancias particulares. Pero el principio es, dada las circunstancias que te ha tocado vivir, trata de pasar la mayor cantidad de tiempo posible con tus hijos.
Quizás tienes que dejar un hobby; quizás tienes que dejar un ingreso, o sea, dejar de percibir un ingreso. Quizás tienes que dejar de frecuentar ciertas actividades que a ti te parecen placenteras, pero sobre todo en la primera etapa de los hijos, en la etapa temprana de desarrollo emocional y psicológico de nuestros hijos, los primeros 12 años yo le llamo, es fundamental que el padre o la madre estén la mayor cantidad de tiempo posible.
Luego de ahí sigue la necesidad de estar presentes; no quiero limitarlo a los primeros 12 años, pero esos son los 12 años más importantes. ¿Por qué es eso? Bueno, por diferentes razones. Un niño entiende que su padre lo ama cuando su padre pasa tiempo con él. Él no tiene a los dos años a los uno, dos, tres, cuatro…a veces él ni siquiera entiende lo que implica cuando se le dice: “Te amo, mi hijo”. Él no lo entiende. No lo entiende en toda su profundidad.
Ya a los cuatro años él entiende el concepto de “te amo”; el concepto de “te quiero” lo entiende, pero él no entiende todas las implicaciones de esa expresión. ¿Cómo un niño entiende que es amado? Cuando el niño se siente cerca, siente a su papá que está ahí, siente que su papá le pone atención, siente que su papá juega con él. Cuando digo papá digo papá/mamá, el progenitor.
Susi: Sí.
Héctor: Así es que el niño percibe. Alguien llegó a decir que el tiempo en el lenguaje de los niños—perdón, “amor” en el lenguaje de los niños se deletrea “t-i-e-m-p-o.” Y yo creo que es así. Esa es una de las razones por la que es de vital importancia que pasemos tiempo.
La segunda razón es que la crianza es una labor que se alimenta de las oportunidades que se presentan. Cuando mi niño hace algo incorrecto, reprensible, yo debería estar ahí para reprenderlo en ese momento. Cuando mi niño hace algo elogiable, aplaudible, yo debería estar ahí para hacer eso y estimularlo y alentarlo.
Cuando no estoy ahí, sencillamente pierdo las oportunidades que la crianza me ofrece, que el tiempo me ofrece para poder hacer lo que de manera pertinente corresponde hacer. No hay una manera de sustituir eso. Y no importa que yo llegue a las 6:30 de la tarde y yo comience a recorrer: “¿Cómo te fue en el día, mi hijo?” Y, “¿Qué te pasó?” y yo comience entonces a ver qué le pasó y hacer las correcciones y los estímulos cuatro, cinco, siete horas después que ocurrieron. Él no lo capta; él no lo asimila correctamente.
El amor lo comunico con tiempo. Las oportunidades de la crianza las aprovecho mientras estoy ahí definitivamente. Y por ese motivo y razón es que digo que hay que tratar de pasar la mayor cantidad de tiempo posible con nuestros hijos, porque es en ese proceso de estar ahí donde yo me llego a conectar con ellos. Ya de esto hemos hablado en otras ocasiones, pero no dejo de traerlo a colación y mencionarlo, porque es tremendamente importante.
Si mi hijo no entiende o no sabe, no está seguro que yo lo amo y que yo quiero lo mejor para él y él está convencido de eso y él me cree…a veces los padres lo dicen: “Mi hijo, yo quiero lo mejor para ti,” pero ellos no lo creen. Pero para que él lo crea tengo que pasar tiempo con él. ¿Por qué eso es importante? Él tiene que creer que yo lo amo y que yo estoy por él y que yo quiero lo mejor para él, porque cuando yo más adelante en las etapas posteriores de su vida le ponga un límite, le diga que “no” a algo, le llame la atención, él no se resienta contra mí porque él está convencido de que yo lo amo y quiero lo mejor para él.
Las funciones que me van a permitir a mí corregir y enderezar el camino de mis hijos en las etapas posteriores, esas conexiones se logran en las etapas primarias de la vida, donde tengo que pasar tiempo con mis hijos. Esa es más o menos la lógica o razonamiento por el cual la Palabra, cuando vemos los pasajes de crianza, Pablo en Efesios 6:4 dice: “Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor.” Bueno, padres, estén ahí.
Deuteronomio 6 dice que estas cosas se las enseñemos diligentemente a tus hijos cuando estés en el hogar, cuando estés fuera del hogar, cuando estés en la casa. O sea, aparentemente hay que estar con los hijos mucho tiempo para cumplir esas ordenanzas. Por eso la conclusión es: estemos con nuestros hijos lo más que podamos.
Susi: Muy interesante, y difícil hoy en día de cumplir. ¿Por qué no es suficiente la mera presencia física? Porque hoy en día es muy común ver a una familia viendo una película juntos, yendo todos al mismo lugar, pero todos con sus celulares en la mano. Mamá y papá trabajan desde casa, pero pues ahí están, pero no los pueden molestar, no les pueden hablar los niños porque están trabajando. ¿Por qué no es suficiente eso?
Héctor: Claro, la presencia física es lo mínimo que podemos hacer. La presencia tiene que tener otros matices, que tener otros componentes. Mi presencia tiene que representar algo. Tiene que hacer la diferencia en la vida de mis hijos. Si yo estoy ahí como está ahí la televisión, o como está ahí un florero, como está ahí una silla, y no tengo interacción con mis hijos, no tengo conexión emocional con mis hijos, es como que yo no estoy.
Tiene que haber una presencia física; tiene que tener un componente emocional donde yo trate de conectar con mis hijos, no solamente preguntándoles lo que ellos hacen y piensan, sino contándoles lo que yo hago y pienso yo. Yo no me conecto con mis hijos haciéndoles un interrogatorio de lo que ellos hacen y piensan. Yo me conecto con mis hijos vulnerándome yo, hablándoles yo de mi vida, y en esa, por así decirlo, pista de aterrizaje emocional donde yo me vulnero y me abro con ellos, ellos se abren entonces conmigo.
Tengo que estar ahí físicamente; tengo que estar emocionalmente y buscar puntos de conexión. A veces yo con mis hijos juego deportes, practico algunos juegos de mesa—bueno, mi esposa es más de juegos de mesa que yo—pero combinamos diferentes cosas para lograr conectar con nuestros hijos a nivel emocional y hablar de las cosas de la vida. Pero también la presencia tiene que ser, además de física y emocional, tengo que tener también algún tipo de influencia moral. Tenemos que hablar de lo que está bien, de lo que está mal, de lo que es permitido, lo que no es permitido. Y mis hijos tienen que verme como una autoridad moral dentro del hogar.
Entonces con esas bases de presencia física, conexión emocional y, por así decirlo, sabiduría moral, tener también una influencia espiritual en mis hijos. O sea, yo tengo que ser capaz de en mis interacciones hablarles de Dios, hablarles de nuestro pecado, hablarles de la realidad humana de un mundo caído, hablar de las bendiciones de Dios sobre nuestras vidas, hablar de los desafíos espirituales que tenemos, cómo se ve la vida desde el punto de vista de Dios.
Ese capítulo que tú mencionas que se titula Más allá de la presencia física, precisamente lo que trata de apuntar es que muchos padres salgamos de nuestra zona de confort de estar sentado con nuestros hijos. A veces ni siquiera ya nos vemos la cara; lo que vemos son las pantallas que tenemos delante de nosotros. No hablamos, no compartimos. Tenemos miedo cuando tenemos que decir algo moral en la casa, y ni decir de los aspectos espirituales.
La presencia paterna bíblica es física, es emocional, es moral, es espiritual. De lo contrario, no va a tener ninguna influencia en la vida de los hijos. Va a ser, como decía, como un florero en una esquina de la casa que se ve, pero que no tiene ningún efecto.
Susi: Sí, eso es muy importante, pensarlo de esa forma ¿no? Porque somos capaces como padres de estar ahí, pero de realmente no estar teniendo ningún impacto.
Héctor: Eso es fácil. Estar ahí es fácil. De hecho, ojalá nadie se lleve la conclusión de que: “Ah, lo que debo es estar ahí, solamente”. No. Tiene que estar ahí, pero esto requiere un esfuerzo y una especie de entrega y servicio emocional de parte de nosotros para que nuestros hijos realmente se conecten con nosotros. De lo contrario, nuestra presencia va a ser más cosmética que de otro tipo.
Susi: Sí, eso es algo memorable. Hay que llevarnos eso, ¿verdad? Yo no quiero ser nada más un florero en la vida de mis hijos; yo quiero ser una influencia real.
Héctor: ¡Quizás hay que titularlo así al capítulo: Más que un florero!
Susi: ¡Buena idea! Yo, al estar leyendo este capítulo y pensando en la experiencia común de los padres hoy en día…obviamente, tradicionalmente, por muchas generaciones, si alguien salía de la casa para poder traer algún ingreso era papá, y mamá era la que pasaba más tiempo con los hijos. Yo creo que todavía sigue vigente el hecho de que hay más mamás que se quedan en casa que papás, ¿verdad? Y hay muchos hogares donde ninguno se queda en casa. Los dos salen a trabajar y los niños están en escuelas y en cuidados externos.
Pero creo que es frecuente que padres en particular pueden excusar su ausencia en la casa, porque el papá es proveedor y “bueno, mamá, ella es mejor, ella sabe mejor llevarse con los hijos, y yo le dejo ese rol a mi esposa”, ¿verdad? ¿Es bíblico esa perspectiva? ¿Qué es lo que tanto mamá como papá tienen que estar dispuestos a sacrificar para que se pueda cumplir con esto de la presencia?
Héctor: Yo creo que sí, que la perspectiva de que papá proveedor y mamá encargada de la casa, del hogar, que no es una labor menos importante que la de proveer. Uno de los problemas que tenemos en la generación actual es que la mujer quiere salir fuera porque piensa que cuando se confina al hogar, se está sentenciando a una mujer valiosa a una vida miserable.
Ese es el concepto moderno: el hogar es un confinamiento casi carcelario para una mujer hoy en día. Pero el concepto bíblico es que los hijos son herencia del Señor. Son una bendición, y que el hogar es un espacio glorioso para la mujer, vivir su diseño de una manera maravillosa. Vemos a la mujer de Proverbios 31, que su foco era su hogar. Hacía cosas fuera del hogar, pero sin descuidar a los suyos.
Susi: Exacto.
Héctor: Tenemos que comenzar con recolocar lo que para Dios es importante para entonces reaccionar a eso, a esa recolocación de lo que para Dios es importante. Y para Dios la formación de un hogar, de unos hijos, el cuidado de una casa, tiene una alta prioridad. Entonces el hombre sale; la mujer cuida. El hombre provee; la mujer nutre a los suyos, emocional y demás. No quiere decir con ello que él no también tenga un rol importante en la nutrición emocional y espiritual de su hogar, pero por razones de provisión, él tiene que salir más tiempo de la casa.
Bíblicamente (eso es lo que tú decías) es válida esa visión. Lo vemos incluso en la misma ocasión cuando Dios juzga el pecado del hombre y de la mujer en Génesis 3, en los finales donde la mujer es sentenciada, o se le imponen consecuencias que tienen que ver con su maternidad y con su relación con su esposo: que ella tendrá dolores en el parto y que el deseo será para su marido, pero el marido tendrá gobierno sobre ella.
O sea, se le imponen sus consecuencias en su mundo relacional. Y a él se le imponen consecuencias en su mundo laboral, de que va a trabajar y ahora será con el sudor de su frente; espinas y cardos producirá la tierra: “Maldita será la tierra por tu causa”. Parece ser que el ámbito natural del hombre es el trabajo. El ámbito natural de la mujer es el hogar.
Ahora bien, somos un equipo, y el trabajo del hombre afuera es importante para la mujer también. La mujer debe ser para el hombre estímulo para que él haga una buena labor fuera, y el hombre tiene que ser también un equipo para la mujer en sus tareas del hogar. Él tiene también un rol protagónico, por así decirlo, en la formación de los hijos, en la unión con su mujer, y como un equipo invertirse en sus hijos.
De hecho, a lo largo de la Escritura, en el libro de Proverbios se habla de la instrucción de la madre, de la instrucción del padre. En Efesios 6:4, Pablo habla de los padres como papá y mamá. O sea que está a lo largo de la Escritura que papá nunca se divorcia, por así decirlo, de su rol como padre, a pesar de que él sale del hogar.
Dicho eso, ciertamente es difícil hoy en día con estas ideas de que el trabajo de la mujer en el hogar no es valioso, pues cambiar esa forma de pensar es muy difícil. Pero es un acto de fe que hacemos. Hay familias que yo conozco que han hecho ajustes familiares, ajustes en sus presupuestos, para que la esposa pueda quedarse en el hogar cuidando sus hijos, sobre todo cuando están más pequeños.
Ya cuando los hijos logran cierta edad y ya están, por así decirlo, en una etapa diferente de la vida, que no estén en esa etapa temprana de formación, la madre puede pensar en un trabajo a tiempo parcial, un trabajo desde el hogar. Hoy en día la virtualidad entrega muchísimas oportunidades. Hay algunas madres que pueden hacerlo. Pero yo siempre supedito eso; menciono que eso hay que hacerlo, o se hace, siempre y cuando haya la necesidad de hacerlo.
Cuando la mujer lo hace porque “no me siento realizada como mujer estando en la casa solamente”, yo me pregunto: “Bueno, ¿pero tú has entendido bien lo que Dios te ha entregado y te ha puesto en las manos? ¿Será que te falta apreciar y atesorar eso de una mejor manera para que tu plenitud no venga de tu obedecer a Dios en el rol que él te ha entregado?” Porque a veces es porque siento una falta de plenitud porque tengo esa idea de la generación moderna de que la mujer se realiza, no es en el hogar, sino que se realiza fuera del hogar.
La verdad que es extenso esto, y en el caso del padre, por ejemplo, yo le hago un llamado especial a los padres, como decía hace un momentito, esto es un trabajo de equipo. La formación de los hijos no es responsabilidad de la mujer. Se nos ha dado a ambos el regalo de ser padres. Papá y mamá juntos reflejan la unión de Cristo con su iglesia, y esa unión de Cristo con su iglesia, al ser observada por los hijos, vivido de una manera adecuada, es la mejor plataforma para la crianza.
De hecho, yo puedo ser un buen padre, por así decirlo, en mi relación con mi hijo, pero si no tengo una buena relación de matrimonio y de equipo, yo voy, por así decirlo, a boicotear el trabajo que yo estoy haciendo como padre. La mejor plataforma desde donde ser padre es un matrimonio cercano, unido, trabajando como un equipo, unidos en las instrucciones que les damos a nuestros hijos, donde hay esa danza entre un hombre y una mujer creados ambos a imagen y semejanza de Dios, interactuando, sirviéndose, perdonándose, amándose, dando instrucciones y uno obedeciendo y uno sirviendo. Es algo hermoso que se ve cuando funciona bien. Y los hijos son beneficiados con ello.
Ciertamente, como tú decías, ¿qué sacrificio hay que hacer? Bueno, a veces el padre tiene que dejar un hobby quizás en las etapas tempranas de sus hijos para dedicarse a su paternidad. Quizás la mujer tiene que dejar un trabajo. Quizás el hombre tiene que dejar algo que a él le place, porque la demanda que hay en la casa así lo requiere.
Y ojo, nosotros estamos hablando de crianza a nivel general, pero hay muchos hogares, y de manera sorprendente yo me he percatado que es más de lo que yo pensaba, donde hay casos especiales, donde requiere todavía más atención. O sea, hay niños con disfunciones; hay niños con necesidades especiales; hay niños que requieren una atención que va más allá de lo que estamos hablando. Y lo que el padre tiene que ser sensible también, es con qué está lidiando él en el hogar para entonces hacer los ajustes correspondientes.
Porque ojo, a nosotros se nos dan los hijos para nosotros formarlos en la disciplina y la amonestación del Señor. O sea, nosotros estamos llamados a servir a nuestros hijos, a ver qué ellos necesitan para que ellos reciban esa amonestación e instrucción del Señor. Entonces, hay que hacer lo que hay que hacer para que esto salga bien, por así decirlo, y que Dios sea complacido y que hagamos nuestra labor como si Dios mismo lo estuviera haciendo.
Susi: Amén. Me encanta. Me hace recordar muchas conversaciones que hemos tenido mi esposo y yo con diferentes jóvenes a lo largo de los años, porque hemos colaborado en una universidad cristiana por más de 20 años, y escuchamos comentarios y testimonios de los hijos. Muchos muchachos dicen cosas como: “Yo solo quería que mi papá llegara a ponerme atención, pero él llegaba nada más a que mi mamá le sirviera la cena, y que él prendiera la tele, y él no quería que nadie le molestara”. Ese papá estuvo presente cada tarde en su casa, pero no estuvo presente. No estuvo ahí.
Y luego otros testimonios como: “Ah, sí, mi papá llegaba y nos ponía atención a nosotros, pero trataba tan mal a mi mamá, que yo no quería estar con él”. Ahí está. O sea, lo que tú dices es que el papá tiene que, en las horas que sí tiene (porque tiene que proveer para su familia), pero en las horas que tiene…yo recuerdo el testimonio de un hermano que decía que él tenía un lugar específico donde él detenía el carro unos cinco minutos antes de llegar a su casa del trabajo para orar, porque él venía estresado y cansado del trabajo, pero que él quería llegar a su casa para servir a su familia. Quizás eso puede ser una actividad para los padres.
Héctor: Si, excelente recomendación. O sea, claro, necesitamos la fuerza del Espíritu, porque no es fácil. Yo soy hombre; trabajo fuera. Vengo cansado también, y lo que estoy diciendo me confronta a mí mismo. Pero es el llamado que tenemos.
Susi: Amén. Que Dios nos ayude tanto a las mamás como a los papás a abrazar este llamado. Mientras estabas hablando yo pensaba: es el valor que le ponemos. O sea, si le ponemos el valor que Dios le pone a la crianza, no nos duele dejar hobbies y dejar ingresos que proveen cosas extras. Pero a veces es un problema de los valores de nuestro corazón, ¿verdad?
Héctor: Claro, de ídolos en el corazón. Así es.
Susi: Ajá, exacto. Eso también. Que Dios nos ayude, que vengamos delante de Dios y le pidamos que nos enseñe nuestros ídolos para que podamos ser esos papás que valoren lo que él valora.
Héctor: Eso queremos.
Susi: Amén. Bueno, ya nos corrió el tiempo para este episodio, pero este capítulo yo creo que es muy valioso, muy valioso para las familias considerar. Gracias pastor Chacho, por compartir esto con nosotros.
Héctor: A ti, Susi. Muy encantado de estar aquí.
Susi: Bueno, solamente hemos visto cuatro de ocho capítulos, así que todavía tienes tiempo de conseguir el libro, o simplemente sigue con nosotros. Recuerda que, en la página y en redes sociales tenemos algunas preguntas de reflexión también que puedes ver con tu cónyuge o en tu tiempo personal.
Gracias por acompañarnos, y nos vemos en el siguiente episodio. Bendiciones.