Los padres frecuentemente escuchamos enseñanza sobre Deuteronomio 6 que nos dice que debemos “repetir” las palabras de Dios estando en nuestra casa y andando por el camino. Pero ¿has considerado los versículos anteriores que describen la condición del corazón del padre que podrá enseñar la Palabra a sus hijos todo el día? ¡Acompáñame a estudiar este hermoso pasaje!
Transcripción:
Sabemos que la Biblia debe ser nuestra fuente primordial de sabiduría para la vida, y específicamente para la crianza. Es una realidad que ya hemos establecido en podcasts pasados, y que vale la pena recordar. La verdad es que toda la enseñanza de las Escrituras es aplicable a la crianza, aunque la Biblia no tenga una abundancia de enseñanza específicamente dirigida a la crianza. El libro de Proverbios, algunos pasajes de Efesios y Colosenses, un par de Salmos, y Deuteronomio 6 son los pasajes más conocidos en la Biblia que traten directamente la crianza. Uno que destaca mucho para mí es Deuteronomio 6. Así que, si tú me acompañas, me gustaría tomar algunas semanas para profundizar un poco en la enseñanza tan valiosa que contiene el capítulo 6 de Deuteronomio para los padres de hoy.
Sería fácil pensar que palabras escritas hace miles de años para unas personas de cultura y ubicación tan contrastante a la nuestra, que vivían bajo la ley de una manera que nosotros ya no hacemos, que esas palabras no pudieran tener tanta relevancia para nosotros el día de hoy que vivimos en el siglo 21.
De hecho, pensemos un momento en la situación de las personas a quien Deuteronomio fue dirigido y de quien habla. Habían estado casi 40 años vagando por el desierto esperando que murieran todos sus familiares mayores. Esto porque esas personas, sus padres y abuelos, no habían tenido fe en el Dios que los rescató de esclavitud, que les proveyó comida y agua en el desierto, y que venció a sus enemigos delante de ellos. Estaban vistiendo ropa y sandalias muy, muy viejos porque Dios había hecho que no se echaran a perder. Estaban comiendo exactamente lo mismo todos los días de su vida.
Pero estaban a punto de que todo cambiara. Estaban acercándose al día cuando por fin iban a ver la tierra prometida. Soñaban con tener dónde vivir y quedarse establecidos, con comer algo que no fuera maná, con criar a su familia como la gente normal lo hacía. Están emocionados seguramente porque van a entrar a pelear por la tierra que Dios les había prometido.
En el libro de Deuteronomio encontramos los últimos sermones de Moisés para el pueblo de Dios, antes de que entraran a la tierra prometida. En Deuteronomio encontramos mucha ley, pero también encontramos mucha gracia. Encontramos a un Dios que ama a su pueblo y desea que le obedezcan porque sabe que es mejor para ellos, que así les irá bien y le glorificarán a Él. Y en uno de los pasajes más importantes del libro de Deuteronomio, tenemos nuestro pasaje que habla directamente a la crianza. ¿Por qué digo que es uno de los pasajes más importantes? Porque siglos después cuando alguien le preguntó a Jesús cuál era el mandamiento más importante de la ley, Jesús citó parte de este pasaje. Debe ser algo que todos necesitamos conocer y vivir.
Voy a leer los primeros 9 versículos de Deuteronomio 6 porque creo que el contexto es muy importante al empezar a estudiar este pasaje como padres cristianos que deseamos criar a nuestros hijos en un mundo hostil a la Palabra y a Dios. Leo de la RV60.
Deut. 6:1-9 Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla;
2 para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados.
3 Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres.
4 Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.
5 Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;
7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.
8 Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos;
9 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.
Al meditar en este pasaje, pensé que si los padres cristianos solo pudiéramos vivir este pasaje, ¿qué tan diferentes serían nuestros hogares y nuestras iglesias? Este pasaje contiene tantas riquezas.
Vemos el contexto de los primeros 3 versículos. Moisés quiere que entiendan que, al entrar en la tierra, tendrán que hacer un esfuerzo por seguir obedeciendo los mandamientos de Dios. Tendrán que intencionalmente entrenar a sus hijos a obedecerlos. Esta es la manera, la única manera, en que llegarán a experimentar el éxito y la prosperidad que Él les ha prometido. Es como si Moisés les rogara porque lo dice otra vez en versículo 3: Cuida de ponerlos por obra. Moisés conocía muy bien los corazones y las tendencias de este pueblo. Entonces, a partir del versículo 4, les da la gran motivación y la única manera en que podrán hacerlo. Y esto es clave para nosotros entender. ¿Cómo va a ser el padre y la madre que obedezcan los mandamientos y que tengan hijos y nietos que lo hagan? Vs. 4 y 5, que son los mismos versículos que Jesús citó: “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a jehová tu Dios de todo tu corazón, de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.”
Tenemos que detenernos ahí y preguntarnos: ¿qué tiene que ver esto con instruir a los hijos?
Amigos y hermanos, esto tiene todo que ver con la crianza de mis hijos. Estos versículos hablan del factor más importante en la crianza. Lo que yo pienso acerca de Dios es el dato más importante acerca de mí. De eso fluye todo. Todos mis pensamientos, actitudes, palabras y acciones fluyen de lo que domina mi corazón. Y mis hijos comparten esta cualidad conmigo. O sea, lo más importante acerca de mis hijos también es lo que ellos piensan acerca de Dios.
Cuando Deut. 6:4 dice, “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”, está tocando una cuerda que resuena en cada parte de mi vida. ¿Por qué? Porque Dios dice que Él es un Dios, uno solo, que es EL único que existe. La NVI dice “El señor nuestro Dios es el único Señor”. Pero, ¿qué pasa conmigo? Yo tengo más de un dios. Yo tengo el corazón dividido. Yo adoro a muchas cosas y personas e ideas. Yo rindo adoración a lo que me hace sentir feliz o cómoda. Este es mi problema fundamental. Podríamos leer el versículo 7 que habla de enseñar la Palabra a los hijos y empezar a pensar en estrategias para repetir la Palabra a nuestros hijos, y hay un lugar para eso. Pero eso no funciona por sí solo. Tenemos que empezar aquí en el versículo 4. Jehová, uno es.
Como mamás y papás tenemos que preguntarnos si en nuestro corazón, Jehová uno es. El siguiente versículo dice lo que sucederá en un corazón que tiene a Jehová como su único Dios. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón.” ¿Es un mandamiento esto de amar al señor? Creo que sí, pero creo que el versículo 4 nos da el único contexto en el que vamos a poder amar a Dios con todo el corazón. Cuando Jehová es el único Señor.
¿Cómo les llamamos a las cosas que las personas adoran en lugar de Dios? Se llaman ídolos. De hecho, el Antiguo Testamento habla muchísimo de ídolos y de la idolatría. ¿Por qué le importaba tanto a Dios ese tema? Precisamente por esto que estamos hablando. El es el único Dios y Señor. Ser adorador de Dios trae consigo el requisito de no ser adorador de nada ni nadie más.
Dios nos creó como adoradores. Nos diseñó con ese aspecto natural que se inclina siempre a buscar a qué o a quién adorar. Nuestros hijos son diseñados de la misma manera. Siempre estoy rindiendo adoración a algo. Nunca dejo de adorar. Los deseos y pensamientos de mi corazón y mente siempre están dirigidos hacia algo como objeto. Por esto, Dios se dirige a la adoración fundamental del corazón. Es absolutamente crucial que comprendamos esta parte de nuestro diseño.
Para poder amar a Dios con todo mi corazón, mente, y fuerzas, el objeto de mi adoración tiene que ser
él mismo. Los ídolos que muchas veces reciben mi adoración tienen que empezar a tumbarse. Para las mamás muchas veces es el ídolo de la identidad que ella encuentra en sus hijos. Hijos guapos o güeros o bien portados o inteligentes o famosos o ricos. Mamá quiere ser la mamá mejor vestida o la más involucrada, o la que no sacrificó su carrera, o la que no deja que un hombre la pisotee porque ella sabe lo que es mejor para sus hijos. Papá puede encontrar su identidad en su vocación, o en no ser el papá machista que deja a esa mujer controlarle, o en ser el papá duro que tiene sus hijos controlados. Incluso, padres cristianos que llevan a sus hijos fielmente a la iglesia y les instruyan y disciplinan puede buscar su identidad en eso mismo y olvidar que Dios tiene que obrar en ellos.
Hay muchos ídolos que capturan nuestros corazones: de dinero y comodidad, de reputación, y otros más. El punto es que hasta que yo deje de vivir adorando a otros ídolos, no podré tener la palabra grabada en mi corazón de una manera que apunte a mis hijos hacia amar a Dios con todo su corazón.
Dios presenta aquí la solución, y el resultado natural de que Dios sea nuestro único Señor: amarle a El con todo el corazón. Jesús dijo que esta es la manera en que más agradamos a Dios. Esta es la mas grande necesidad de mis hijos—que lo amen con todo su corazón, mente y fuerzas.
Este problema de la idolatría del corazón empezó desde el Edén. ¿Recuerdas a Eva ahí platicando con la serpiente? ¿Cuál fue el proceso que sucedió en el corazón de Eva? Su concepto de Dios como único Señor de su vida, quien dirigía cada circunstancia, quien era la fuente de toda verdad, quien quería solamente el bien de sus criaturas y su propia gloria, ella permitió que una mentira distorsionara su concepto de Dios. Y al empezar a dudar de Dios, otros dioses inmediatamente se levantaron en su corazón. El dios del placer, de poder gustar de esa fruta deliciosa. El dios del conocimiento, de sentirse más sabia y conocer lo que Dios conocía. El dios del poder, de controlar el propio rumbo de su vida. En el momento en que Jehová dejó de ser su único Dios, ella dejó de amarlo con todo su corazón, y así llegó a pecar.
Queridos compañeros de crianza, mi problema mas grande, tu problema mas grande, es nuestro pecado. Ese pecado es resultado de no tener a Dios como único Señor de mi vida. No lo puedo amar con todo mi corazón, mente y fuerzas cuando amo a otras cosas más. Mis hijos tienen exactamente el mismo problema. Somos adoradores idólatras criando adoradores idólatras.
Si tienes el deseo de obedecer las indicaciones de Deut. 6:6 y 7 que dicen que las palabras que Dios nos manda hoy deben estar sobre nuestro corazón y que las debemos repetir a nuestros hijos siempre, ¡qué bien! ¡Este es un deseo que debemos tener! Pero no podemos brincarnos los versículos anteriores. El padre y la madre que va a hacer esas actividades de manera que realmente haga una diferencia en su familia, tiene que cuidar su adoración. Dios tiene que ser su único Señor. La adoración de mi corazón constantemente necesita corrección. La Palabra es una herramienta principal en proveer esa corrección. Por eso, la próxima semana estaremos continuando con ese siguiente versículo que dice que estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón.
Esta semana te animo a que consideres cual es la inclinación de tu corazón. ¿A qué o a quién rindes adoración? ¿Qué tal tus hijos? ¿Estás contagiándoles tus propios ídolos? Ellos son idólatras desde nacimiento, igual que tú, pero a veces los padres alentamos esa idolatría en lugar de apuntarles hacia el único objeto digno de adoración. Postrémonos delante de ese único Dios verdadero, confesemos nuestros pecados de idolatría, y pidamos que el Espíritu Santo redirija la adoración de nuestro corazón hacia amarle a El con todo el corazón. Nos vemos la próxima semana para seguir viendo este pasaje tan hermoso.