El llamado que Dios hace a los padres a ser un instrumento para la formación de nuestros hijos es de suma importancia. En el capítulo uno del libro “La Crianza de los Hijos”, Tripp habla del valor que Dios da al rol de los padres, y del objetivo que debemos tener de crear consciencia de Dios en los hijos. En este episodio, Susi conversa con Alejandra sobre este valioso llamado y cómo se vive en la práctica.
Guía de estudio Capítulo 1: Llamado
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Preguntas de la guía:
1. ¿Qué es un “llamado”?
¿Habías considerado anteriormente tu tarea de crianza como un llamado de parte de Dios?
¿Hay otros llamados que Dios hace a sus hijos?
2. Tripp dice: “Todo lo que dices y haces en tu vida, toda decisión que tomas, y todo en lo que eliges invertir es un reflejo de un sistema interno de valores en tu corazón” (p. 24). Toma un tiempo para reflexionar sobre tus reacciones, hábitos, palabras y actitudes de las últimas semanas. ¿Qué dicen sobre el verdadero tesoro de tu corazón? (Identifica áreas específicas en las que tu conducta refleja valores deficientes).
3. Lee Mateo 6:19-34 y contesta las siguientes preguntas sobre el pasaje:
a. ¿Cuál es el gran problema que resulta de hacer tesoros en la tierra (v. 21)?
b. Según el versículo 24, ¿qué es imposible?
c. Anota todas las cosas que ves en este pasaje que nos tienden a afanar.
d. ¿Qué conexión podemos ver en este pasaje entre nuestros afanes y el tesoro de nuestro corazón?
e. ¿Qué solución sugiere el versículo 33 para corregir el tesoro de nuestro corazón? ¿Qué aplicación de esto puedes hacer a tu crianza o a otro llamado que Dios te ha hecho?
4. Entre las cosas que fácilmente pueden ocupar primer lugar en nuestros corazones, las cosas materiales quizá sean lo más común. ¿Hay evidencias en tu vida personal o familiar de que amas en desmedida las posesiones que has adquirido o quieres adquirir? Identifícalas de manera específica. (Alguien cercano a ti puede ayudarte a detectar áreas ciegas).
5. ¿Qué tal el éxito personal o profesional? Más y más niños pasan días completos sin ver a su padre ni a su madre. El autor dice que esto no es exclusivamente un problema de agendas demasiado ocupadas. Es un asunto de valores del corazón. “¿Cómo ha impactado el valor que le das al éxito de tu carrera en tu compromiso con el trabajo que Dios te ha llamado a realizar como padre?” (p. 26).
6. ¿Qué crees (o has creído anteriormente) que te da valor como madre o padre, o que da valor intrínseco al rol de la crianza?
¿Qué dice nuestra cultura que nos hace valiosos a los padres?
7. Lee Deuteronomio 6, poniendo especial atención a los versículos 4-9 y 20-23. Después de leer estos versículos:
a. ¿Qué crees que le da valor a tu tarea de crianza según Dios?
b. En este pasaje, ¿cuáles son las acciones que los padres deben tomar?
c. ¿Qué puedes identificar como la razón principal por la que Dios te puso en la vida de tus hijos?
d. ¿Qué requisito establece este pasaje para que una persona pueda ejercer fielmente su llamado de compartir el conocimiento de Dios a otros? (v. 4-6)
8. “Los niños que no reconocen a Dios actuarán como si ellos fueran dios y rechazarán la ayuda y el rescate que Dios ha provisto para ellos a través de sus padres” (p. 30). ¿De qué maneras has alimentado el deseo natural que tus hijos tienen de ser dios, y de que el mundo gire a su alrededor? (Considera si tú mismo has modelado esto).
Planea los cambios que necesitas hacer, y las conversaciones que necesitas tener con tus hijos para pedirles perdón y ayudarles a identificar la idolatría de su corazón.
9. Si nosotros y nuestros hijos necesitamos conocer a Dios sobre todas las cosas, y la Palabra de Dios es la fuente primordial de ese conocimiento, ¿qué cambios debes hacer en las actividades familiares y tus hábitos personales para que la Palabra tenga más prioridad? Compartan sugerencias en grupo y haz un plan con tu cónyuge.
Transcripción:
El llamado que Dios nos ha hecho como padres cristianos es uno de los más significativos que tú y yo como humanos podemos tener en toda la vida. ¡Es enorme! Y es parte del plan de Dios, aunque parezca casi ridículo que Dios pida de un ser humano pecador ser un instrumento tan importante en la vida de otro ser humano.
Para entender mejor este llamado y captar de manera más completa el peso y carácter de este llamado, tenemos que entender algo fundamental sobre cómo funcionamos nosotros como padres (y claro, cómo funcionan nuestros hijos también). Paul dice esto en el capítulo uno: “Todo lo que dices y haces en tu vida, toda decisión que tomas, y todo en lo que eliges invertir es un reflejo de un sistema interno de valores en tu corazón”. Es crucial que como padres identifiquemos lo que nuestro corazón más valora, porque ese tesoro de nuestro corazón dirigirá nuestra crianza. Las cosas materiales, el éxito profesional o incluso en el ministerio, y muchas otras cosas que pueden tomar el primer lugar en nuestras vidas, no son tesoros en los que vale la pena invertir más que en este llamado a ser un instrumento divino en las manos de nuestro redentor para transformar pequeños corazones en adoradores de Dios.
Los padres somos instrumentos irremplazables en manos de Dios para llevar a nuestros hijos hacia el conocimiento de Dios mismo. Paul dice que esta es la razón principal, número uno, por la que Dios pone a los padres en la vida de los hijos. ¿Cuál será el resultado de no dirigir toda nuestra energía y atención en este llamado de la crianza hacia llevar a nuestros hijos al conocimiento de Dios? Los niños que no reconocen a Dios como el Dios de sus vidas se van a comportar como si ellos mismos fueran dios, y por ende, van a rechazar ese rescate que tanto necesitan de Dios. Dios quiere proveer ese rescate, en parte, por medio de padres creyentes.
Deuteronomio 6 nos da dirección e inspiración sobre cómo llevar a cabo este maravilloso llamado de dirigir a nuestros hijos hacia el conocimiento de Dios. Nos da el marco por el cual comunicar reglas y pautas, corrección, e instrucción: la existencia de Dios, el carácter de Dios, y la obra redentora de Dios para nosotros. Dios ha abierto nuestros ojos como padres a su existencia y obra y autoridad, y nos toca el hermoso llamado de ser instrumento en abrir los ojos de nuestros hijos al mismo. No podemos hacer la obra de transformación que solo Dios puede hacer, pero podemos humillarnos delante de Dios y convertirnos en instrumentos útiles en sus manos.
Conversación:
Susi: Y para conversar unos momentos sobre los temas de este capítulo, me acompaña el día de hoy Alejandra Slemin, que nos ha acompañado en otra ocasión aquí en Crianza Reverente. Ale, bienvenida, gracias por estar aquí una vez más.
Alejandra: Muchas gracias a ti Susan y a todos los hermanos que nos están escuchando, ¡yo soy una fan de Crianza Reverente!
Susi: ¡Gracias a Dios! Pues este capítulo es bien interesante, el Capítulo 1 de este libro, y a mí me impactó bastante cuando lo estudié. Para ti, Ale, ¿en qué pensabas cuando leías este capítulo?
Alejandra: La verdad es que este libro está en mi mesita de noche, al lado de mi Biblia, porque en el tiempo en el que yo me encuentro de crianza con mis cuatro hijos, ha venido a ser bastante relevante. La verdad, Susan, es que yo pensaba en un poema que escribió el poeta William Ross Wallace en 1865 hace mucho tiempo ya, y en este poema el repetía una frase. El poema se llama “La mano que mece la cuna impacta al mundo”, y en esta pieza literaria él enfatiza la idea de la influencia sobrenatural que tiene una madre, o que tienen los padres, en el desarrollo de sus hijos. Déjame decirte, con estas palabras asombrosas y adornadas de tanta belleza, el definía la bendición de la paternidad como una misión divina. La verdad es que este libro se trata de eso, del llamado a ser padres. Es una misión dada por Dios, una posición de autoridad y de gran responsabilidad, y yo pienso que esta misión no viene a completar lo que yo soy, más bien viene a transformar lo que yo soy. Es una misión instituida desde la creación del mundo para traer gloria a Dios en su cumplimiento.
Susi: Me encanta eso, Ale, y me encanta igual en el libro como Paul enfatiza este aspecto que tú mencionas, que Dios nos está transformando a nosotros como padres y quiere usar este llamado para también transformar a nuestros hijos. No se trata de nosotros, se trata de que nos quiere usar para hacer esa transformación en nuestros hijos. Entonces, ¿cómo cambia mi perspectiva de este llamado cuando yo recuerdo que mi corazón y el de mi hijo tiende a poner otras cosas en primer lugar y olvidar la esencia de este llamado?
Alejandra: Tú sabes que vemos muy poco la paternidad como un llamado; lo vemos como una asignatura, lo vemos como algo que nos es dado solo por un tiempo, como que ocurrió así, de la nada. No lo vemos como parte del plan de Dios para que su reino crezca en este mundo y para que nosotros seamos parte de esa misión. Yo creo que nos enfrentamos con una situación de identidad. Como padres luchamos, pensando, y sin saber a veces quien nosotros somos en Cristo, para qué fuimos creados, quién nos dio a nuestros hijos, y para qué nuestros hijos nos fueron dados. Yo tengo un lugar de maternidad o de paternidad no por mí, sino por lo que Cristo hizo en mí. La verdad es, Susi, que nosotros merecíamos la muerte, nosotros no merecíamos redención, nosotros no merecíamos bendición; entonces, por Cristo, por la promesa de ese Mesías, el Señor continúa bendiciéndonos en el aspecto de poder reproducirnos. Y a pesar de que merecíamos la muerte, nos da la bendición de la vida, nos da la salvación de nuestras almas y la salvación de nuestras generaciones. Entonces yo creo que debemos apuntar a nuestra identidad: quién yo soy en Cristo, y quién me ha dado a mis hijos.
Lo siguiente es, siguiendo con el aspecto de la identidad, es que yo no soy cualquier madre o cualquier padre; yo tengo un modelo a seguir porque mi vida ha sido transformada por el Evangelio de Cristo. Yo le pertenezco a Cristo, entonces yo tengo recursos a los cuales yo puedo siempre acudir que otros padres no tienen. Yo tengo una misión y un propósito que otros padres que no tienen a Cristo en su corazón y que no son discípulos de Cristo no tienen. La verdad es que nosotros somos los agentes que Dios ha elegido para introducir a nuestros hijos a lo que Paul llama en el libro el conocimiento de quién es Dios y nuestra sumisión a Él. Imagínate, Susan, nadie más fue elegido para llevar a cabo este llamado. Si yo tengo hijos en casa, ese es mi llamado. Eso es a lo que Dios me ha llamado, pero ese llamado tiene que tener como fundamento una identidad inconmovible en lo que Cristo ha hecho en mí, y es la única manera en la que yo voy a poder transmitir eso a mis hijos, mi identidad.
Yo tengo cuatro hijos, dos varones y dos hembras, y cuando di a luz a mi primera hija—primero tuve al varón, y luego tuve a la hembra—le dije al Doctor con mucho ímpetu: “mire, yo no quiero tener anestesia, voy a tener a la niña sin anestesia”. Para las madres que me están escuchando que han tenido cualquier tipo de parto, cesárea o normal, saben que es bastante difícil. Mi primer hijo lo tuve normal, pero lo tuve con anestesia epidural, pero en la segunda le dije al doctor, “no me voy a poner epidural”. Llegó el momento del parto, y estoy en mi cama de parto y miro al doctor y le digo, “Doctor, esto duele mucho, yo quiero ponerme mi epidural”, y él me decía, “no Alejandra, acuérdate que tenemos un plan, y tú dijiste que no te ibas a poner la epidural”, pero la verdad es que mientras avanzaban las horas, ¡la cosa se pone dura! ¡Duele mucho! Hubo un momento en que yo le dije al doctor, “¡Doctor, yo me quiero ir para mi casa, yo me quiero ir para mi casa!” Literal, Susi, ¡yo me estaba tratando de parar de la cama! Y el doctor, con tanto amor, me agarra las manos y me dice, “Alejandra, si tú te vas, ¡¿quién va a dar a luz a la bebé?!” Una pregunta tan elemental en un momento tan difícil que abrió mis ojos. Si no eres tú qué haces este trabajo, ¿quién lo va a hacer? Yo creo que es igual con nosotros como padres, nosotros estamos llamados a hacer esta misión, y más nadie lo va a hacer por nosotros, ni aún delegando a otra persona, más nadie lo va a hacer por nosotros.
Susi: Y mientras que estás hablando, estoy pensando en lo que el mundo piensa en contraste a lo que Dios dice. Este llamado que nosotros tenemos como padres cristianos es tan diferente, porque una persona inconversa puede sentir que tiene un llamado, una misión, una responsabilidad, y puede entender que está impactando una vida para el futuro, pero la esencia del llamado que el Creador nos ha hecho como padres cristianos creyentes es totalmente diferente a cualquier llamado o sentido de misión que el mundo pudiera tener.
Alejandra: Y no sale de nosotros, por eso esa identidad en Dios, las reglas y la guía de cómo este llamado debe ser cumplido no sale de nosotros, porque la verdad es que yo tengo por naturaleza una independencia de Dios. Pero este llamado requiere una dependencia de Dios, una asistencia constante del Señor en el cumplimiento de nuestras tareas más simples, y esto incluye ser parte del cuerpo de Cristo, esto incluye que nuestros hijos tengan que ver que nosotros tenemos una dependencia del Señor y eso es lo interesante de asumirlo como un llamado. Yo no soy la responsable de todo, en realidad mi jefe, el Señor, mi Señor a quien yo le sirvo es el responsable de que este llamado tenga el impacto que debe tener en mi vida y en la vida de mis hijos.
Susi: Sí, porque el llamado que Dios nos hace, no es a transformar a nuestros hijos. Él hace ese trabajo. Sí, ¡yo quiero transformar a mis hijos, yo quiero convertirlos en lo que yo quiero que sean!, pero cuán importante es para nosotros como padres recordar lo que dice Paul aquí en este capítulo, que Dios me llama a apuntar a mis hijos hacia el conocimiento de Dios, y eso da un enfoque en cierta manera tan sencillo en mi día a día. Me hace entender lo que yo necesito hacer cada momento y cada día. No es resolver todos los problemas de la vida de mis hijos, no es cambiar a mis hijos, es que conozcan a Dios por lo que ven y escuchan de mí.
Alejandra: Yo soy ese puente, ese transmisor de la gracia de Dios a mis hijos, y por eso lo importante de no ver eso como una asignatura más. La gente va a decir, “tú tienes cuatro hijos”, y yo digo, “mira, yo no veo a mis hijos como cuatro, yo veo a mis hijos como uno a la vez”. Tengo que tratar con cada uno porque mi llamado es a cada uno de manera particular. Mientras yo tenga esa dependencia del Señor, mientras yo tenga esa consistencia de venir al Señor para poder edificar la vida de mis hijos, eso es lo que lo hace un llamado diferente a lo de mis vecinos que tal vez no son creyentes. Eso es lo que me hace hablarles a mis hijos diferente a lo de otra mamá en el supermercado, eso es lo que me hace tener metas diferentes con mis hijos a las de tal vez sus otros amiguitos que no son creyentes, eso es lo que establece la diferencia: el hecho de que nosotros fuimos llamados para otro reino que no es de este mundo.
Susi: Sí, y la verdad es que es difícil recordar eso en el día a día porque nuestras vidas, como mamás en particular, quizás un poco más que los papas, están tan llenos de actividades repetidas, de cosas que requieren una energía constante, y es difícil a veces recordar ese llamado. A mí me ayuda mucho ese concepto de enfocar mi sentido de misión y llamado en que Dios me llama a que mis hijos lo conozcan, a que yo haga todo lo posible para que le conozcan y cuando mis hijos van a ir conociendo a Dios, el resultado va a ser que se conozcan a sí mismos también. Que a la luz de la palabra que yo les voy compartiendo, que mi esposo les va compartiendo, que ellos escuchan en la Iglesia, a la luz de su propio problema, que va saliendo en sus peleas entre hermanos, todas esas cosas que suceden en la vida diaria, se va revelando quienes son.
Yo no tengo que transformar a mis hijos, pero en el día a día, lo podemos ver en las cosas prácticas. Por ejemplo, vamos a hablar un momento de una pelea entre hermanos, muy común si tienes más de un niño, obviamente, de un hijo, lo más probable es que a partir de que uno de tus dos hijos tenga 2 o 3 años, van a haber peleas entre hermanos. Entonces en ese momento a mi no me toca evitar que nunca vuelvan a pelear, ese no es mi rol. Mi rol es que se den cuenta quiénes son ellos y quién es Dios, y obviamente si están chiquitos, es más limitado. ¿Qué le dirías a una mamá que dice, “es que no sé qué hacer cuando mis hijos se pelean?” ¿Como podemos aplicar este concepto del llamado a que conozcan a Dios a una situación tan diaria como una pelea entre hermanos?
Alejandra: Bueno, yo creo que la realidad es que nosotras quisiéramos una varita mágica que parara las peleas para siempre y por siempre y que no tuviéramos esas interrupciones de carácter y del pecado en nuestra propia cara con nuestros propios hijos. Creo que la manera más sabia siempre es que nos sentemos con nuestros hijos. Tenemos una tendencia de gritar “¡dejen de pelear!” en lo que estamos cocinando. Pero mejor no vociferarlo de esa manera, sino venir a nuestros hijos y preguntar, “¿qué está pasando?”, tratar de resolverlo desde el punto de vista de “¿qué hiciste tú?, y ¿cómo respondiste tú?” a cada hijo. “Respondamos como el Señor quisiera que nosotros respondiéramos. Mira, la realidad es que nuestro corazón es pecaminoso y que nosotros, nuestra carne, siempre va a tener el deseo de querer herir o de querer molestar, o de pecar. Pero tú sabes que tú tienes al Señor Jesús dentro de ti (si tu hijo tiene ya una relación con Dios). Tú tienes el Espíritu Santo dentro de ti, y dice la palabra que su fruto es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe mansedumbre, templanza”. Luego yo le pregunto, “¿cuál fruto del Espíritu tú crees que tú necesitas en este momento?” Y mis hijos comienzan a decir, “pero, fulano”. Y yo digo, “no, pero yo quiero hablar de ti, no hablo de él”.
Susi: Sí, porque las mamás tendemos a preguntar cosas como, “A ver, ¿quién lo tuvo primero?”, y así resolvemos. A mí me ayudó tanto en cierta etapa de mi crianza con 3 hijos que están bastante cercanos en edad, cuando leí en el libro “Cómo pastorear el corazón de su hijo”, (este libro de la crianza que estamos estudiando ahora no existía cuando mis hijos estaban más pequeños). Ese libro es excelente, y yo recuerdo cuando entendí que las peleas y otras situaciones comunes son oportunidades y que si el problema mayor de mi hijo es su pecado que lo aleja de Dios, cuando ese pecado sale a la superficie, yo tengo una oportunidad, una oportunidad para que el vea su pecado, y como ese pecado lo separa de Dios, lo aleja de Dios. La solución no es necesariamente que él aprenda a no quitarle el juguete a su hermana, obviamente es lo que queremos, queremos llegar ahí, pero la solución va más allá.
Alejandra: Es una instrucción, y la instrucción debe durarle de por vida en el aspecto de que él sepa como lidiar con el pecado siempre, porque ahora cuando tiene 5 años, está lidiando con el juguete que quiere, pero cuando tenga 18, 20, 25, entonces lo que queremos sentar es un precedente. Tú tienes pecado, tú tienes una situación con el pecado, y la forma de solucionarlo siempre es viniendo al Señor.
Susi: Les ayudamos a nuestros hijos cuando les presentamos el carácter de Dios, para que Dios sea un ser a quien quieren correr. En lugar de decir, “Dios te va a castigar”, les decimos, “Dios te quiere perdonar”, y entonces enseñamos que es un Dios Santo, sí, pero es un Dios Santo que ama, y mandó a su Hijo a sacrificarse por tu pecado.
Alejandra: Guiarlos en eso, y también Susi, nosotras hacerlo con ellos. Cuando nosotras perdemos nuestros estribos, cuando nosotras tenemos que pedirles perdón a nuestros hijos, nosotras haremos el mismo proceso delante de ellos. “Mira, mamá es una pecadora”. Esa es la importancia de entender esto como un llamado, no como una carrera de perfección, no como una carrera de yo mostrar que yo si puedo criar hijos que no salgan delincuentes, o lo que tú quieras, sino como una carrera de “a esto nos ha llamado el Señor”. Esto es un llamado, esta es una misión de por vida en la que Dios está trabajando en mis hijos, pero también en mí.
Susi: Amén. En el libro Paul dice que los niños que no reconocen a Dios actuarán como si ellos fueran Dios y rechazarán la ayuda y el rescate que Dios ha provisto a través de sus padres. Verme a mí misma como un instrumento de rescate, de rescate del pecado en la vida de mis hijos cambia totalmente mi trato con su pecado. Ya su pecado no se trata de mí, que está interrumpiendo mi rutina, me está quitando a mí el tiempo, no, no, no. Sentarme media hora con mis hijos en medio de un día ajetreado para tratar con su pecado, eso es un privilegio, y eso es invertir en el futuro de mis hijos, de una manera muy importante.
Alejandra: Y es algo que nuestra generación ha puesto en segundo plano constantemente. Nosotros enviamos a nuestros hijos a la guardería, a veces hasta la iglesia, o a la escuela, o a los abuelos para que críen nuestros hijos. Nosotras ponemos en primer lugar el ministerio constantemente, sobre todo las que estamos involucradas en las iglesias (que casi son todas las mujeres porque las mujeres estamos muy involucradas en las iglesias). A veces los padres que tienen funciones de liderazgo, delegamos consciente e inconscientemente nuestro llamado a otras personas. Y eso no es para nosotros delegarlo. Como el doctor me dijo, “si tu no pares a tu bebé, ¿quién la va a parir?”. Si nosotros no invertimos ese tiempo en nuestros hijos, más nadie lo va a hacer.
Susi: Creo que tenemos mucho que pensar y evaluar en nuestra crianza y estoy tan agradecida porque Dios nos enseña. Él es como ese papá que pacientemente nos enseña, nos instruye, nos recuerda igual como nosotras tenemos que hacer día tras día con nuestros hijos. Él es el que está instruyéndonos y llamándonos y perdonándonos a nosotros. Quisiera dejar tan claro para todos los que escuchan: todos vamos a fallar. Como tú dijiste hace uno momento, Ale, esto no es una carrera de perfección; no estamos corriendo hacia tratar de lograr la perfección en la crianza antes de que nuestros hijos se vayan de casa. ¡No! De hecho, esa perspectiva va a ir en contra de este llamado, porque nuestro llamado es a apuntar a nuestros hijos hacia el conocimiento y la rendición a Dios en sus vidas, y tenemos que modelar eso. Gracias a Dios porque Él es tan paciente con nosotros.
Bueno Alejandra, muchas gracias por tomar de tu tiempo para acompañarnos y conversar de este tema. Yo te animo, si nos estás escuchando, que tomes un tiempo con tu cónyuge si puedes, y que evalúes realmente qué está tomando primer lugar en tu vida, qué pudiera estarte distrayendo de esta misión, este llamado tan importante que Dios nos ha hecho a nosotros como padres. Te animo a que busques la publicación de este Podcast en la página porque ahí vienen unas preguntas como una guía de estudio para este capítulo que puedes utilizar para profundizar, evaluarte y también compartir en grupo para seguir creciendo en esta área tan importante de la crianza.
Gracias por habernos acompañado, y nos vemos la próxima semana para estudiar el Capítulo 2.
Transcrito por Ana Ruth Almanza Pérez.