Categoría: Entrenamiento

Episodio #75: La niñez: Cultivando crecimiento genuino

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abril 20, 2021

Es difícil imaginar otra etapa de la vida que sea más impactante a largo plazo que la etapa de 4 a 12 años. Sobre el fundamento intelectual, espiritual y emocional que se establece durante esta etapa, una persona construye su cosmovisión de la vida. Aunque seguimos aprendiendo toda la vida, no hay otro tiempo en el que mentes y corazones sean tan moldeables. Los padres cristianos necesitamos abrazar la apremiante oportunidad que tenemos en estos años de vida de nuestros hijos. ¡No te pierdas este importante episodio!

Transcripción:

Seguimos aquí en el episodio #75 con nuestra serie sobre las etapas de la crianza. Hemos venido usando la metáfora de una planta. Hablamos de sembrar semillas de creencias, adoración y obediencia correctas desde antes de tener hijos. Vimos en el episodio #74 cómo echar raíces sanas en los primeros años de vida. Ahora llegamos a la etapa probablemente más impactante a largo plazo para nuestros hijos: la niñez. Los años de primaria principalmente. Estamos hablando del punto desde que empiezan a aprender a leer, asistir a la escuela o estudiar escuela formal en casa, a interactuar más con los adultos, a poder entablar una conversación compleja y razonar más intelectualmente, a formar relaciones y amistades propias, etc.

¿Por qué digo que esta etapa probablemente es la de más impacto a largo plazo? Si somos realistas, sabemos que, entre la edad de 4 y 12 años, una persona va a adquirir su cosmovisión básica de la vida. Hay filtros por los cuales cada uno de nosotros entiende la vida, las circunstancias, las personas, el tiempo, el dinero, la razón de existir, lo que tiene valor y no tiene valor, las metas más importantes. Todo esto y más lo absorbemos en estos años cruciales.

Así que en este episodio queremos examinar creencias esenciales que los padres debemos tener, y que debemos inculcar cuidadosamente durante este tiempo. También queremos hablar de lo que está sucediendo en el corazón de un niño durante estos años y cómo podemos apelar al hecho de que es un adorador por naturaleza. Y finalmente, hablaremos del área importante de la obediencia. ¿Qué rol juegan las reglas que les imponemos? ¿Cómo se debe tratar la desobediencia?

Es muy importante en la etapa de los años primarios que seamos padres perseverantes. Que nuestras acciones diarias reflejan nuestras creencias firmes, y que no nos dejemos llevar por aparente falta de progreso. Sí debemos evaluar nuestros métodos, y no quedarnos atascados en un método que no funciona. Pero los métodos no son lo más importante nunca. Los métodos deben fluir de la fe y adoración que están primero en nuestro corazón como padres.

La primera creencia o realidad que debemos tener muy firme en nuestras mentes y corazones es este:

Solo el Evangelio de la gracia de Dios, revelado en la Palabra de Dios, tiene el poder para salvar y transformar a mis hijos.

Ya te escucho diciendo “amén, hermana. Así es. Yo ya creo eso. Dime algo que no sabía.”

Piensa un momento en los padres que tú conoces, que tienen hijos viviendo en su hogar todavía. ¿En qué confían para hacer que sus hijos hagan o digan o sean lo que ellos desean?

Pueden creer en el convencimiento de sus palabras. Hablan y hablan y presentan datos y argumentos. Pueden creer en el poder de una buena educación y esto se ve evidente en la inversión de recursos y tiempo, y la importancia que le dan a las tareas y desarrollo de habilidades. Pueden creer que con su fuerza mayor como padre o madre pueden forzar a sus hijos a ser como ellos quieren (la mayoría de los padres que creen esto no lo hacen conscientemente y no lo dirían en voz alta). Esto lleva a los gritos, a la manipulación emocional y muchos otros métodos.

Pero el padre y la madre que están convencidos de la condición perdida de su hijo (como hablamos en detalle en el último episodio), y también están convencidos del poder del Evangelio de Cristo para transformar a sus hijos y proveerles sus necesidades reales, estos son los padres que están viviendo según creencias correctas. El impacto sobre su interacción con sus hijos se va a ver todos los días, todo el día.

Las palabras que usan al dirigirse a conducta incorrecta, o a explosiones emocionales, o a palabras hirientes de parte de sus hijos, serán muy diferentes si hablan conforme a la Palabra de Dios en confianza sobre el poder transformador de Dios. Las actitudes que toman con sus hijos serán fortalecidas por una confianza en Dios en lugar de presionadas por un sentido de desesperación.

Y una de las más hermosas bendiciones que llegan a la vida de un niño o una niña con padres que confían plenamente en el poder del Evangelio de Jesucristo y su Palabra, es que ellos mismos van absorbiendo y adquiriendo esa misma confianza al escuchar y verla vivida en la vida de sus padres. Su cosmovisión, su marco de referencia por la cual miran la vida y las personas y los eventos, será que Dios es digno de confianza, que su Palabra provee lo que necesito, que Dios es quien dice que es y ¡puedo confiar en Él!

Yo deseo con todo mi corazón que mis hijos se lleven esta confianza de mi hogar, y es en los años de 4 a 12 que más puede adquirirla como parte integral de su manera de pensar. Con esto no quiero decir que ya es muy tarde si es adolescente, ¡no! Lo que busco es llamarte la atención si eres padre de un niño pequeño o mediano, que no esperes. Que comprendas el impacto de estos años. Que no son tus meras palabras que van a lograr algo, sino es vivir tu fe plenamente delante de tus hijos. Cuando nuestras palabras reflejan la verdad de Dios combinada con esa fe robusta, estamos siendo instrumentos del Evangelio en nuestros hijos.

¿Cómo se va a ver esto en la vida práctica? Recuerda que tus creencias las trasmites inconscientemente a tus hijos en tus palabras y acciones diarias. Mencionemos varios ejemplos.

LAS DIFICULTADES: Todo ser humano pasará por dificultades. Nadie se escapa porque todos vivimos en un mundo roto por el pecado. Nuestros hijos no evitarán pasar por dificultades desde una edad bastante pequeña. La pregunta es, ¿qué creemos tú y yo acerca de las circunstancias difíciles e injustas? Y ¿qué les enseñamos con nuestras palabras y acciones acerca de las dificultades? Si un niño puede aprender durante esta etapa de la vida a ver las pruebas como Dios las ve, y a manejarlas de una manera bíblica, hará una gran diferencia en su vida.

¿Cómo respondes cuando alguien te ofende o traiciona? ¿Cuando un hermano te queda mal? ¿Cuando hay una enfermedad en la familia? ¿Cuando llega un gasto inesperado? ¿Cuando hace muchísimo calor y te sientes agotada? ¿Cuando no puedes conseguir lo que querías en el super? ¿Cuando hay problemas políticos graves en tu país? ¿Cuando hay una pandemia mundial y amenaza a tu familia? ¿Cuando te duele la espalda? ¿Cuando una llanta se poncha en medio de la avenida? ¿Cuando las vacaciones se tuvieron que cancelar? ¿Cómo respondes cuando las cosas no van como tú quieres? Y créeme que te estoy hablando de experiencia propia porque esta es un área en la que yo lucho mucho. Con esto vamos a enseñar a nuestros hijos cómo lidiar con los problemas y las dificultades de la vida, para bien o para mal. Estás discipulando a tus hijos, sea consciente o inconscientemente, lo estás haciendo. ¿Qué creencias proveen el fundamento sobre el cual respondes a las dificultades?

Basado en eso, vas a hablar con tus hijos o con aspereza o con gracia. Vas a apuntarles a confiar en Cristo aun cuando no entendemos lo que está sucediendo, o vas a modelar la manipulación y el escape fácil. Vas a ejemplificar un amor desinteresado y humilde hacia otros hermanos en Cristo, o vas a promover un espíritu criticón y altanero. ¿Captamos el significado tan grande de nuestras creencias y lo que comunicamos a nuestros hijos? ¿Estamos cultivando crecimiento verdadero? ¿Estamos cultivando una confianza plena en el Dios de la Biblia quien provee todo para la vida y la piedad?

LA RAZÓN DE EXISTIR: Pensemos un momento en algo tan básico como la razón de existir. ¿Por qué crees tú que existes? ¿Por qué Dios te creó? Lo hemos mencionado aquí en Crianza Reverente, y es uno de los siete principios fundamentales de la Crianza Reverente. Existimos para glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre. ¿Lo crees? ¿Lo vives? Queramos o no, estamos comunicando a nuestros hijos una meta de vida. Puede ser que la vida, y tu esposo, y tus hijos, y todos existen para hacerte feliz. Tus hijos rápidamente captarán eso sin que digas ninguna sola palabra sobre el asunto. Entonces tenemos que examinarnos cada día y pedirle al Señor que llene nuestro corazón de un deseo de glorificarle a El por sobre todo, y de disfrutar de una relación íntima con Él. Esto nos permitirá comunicar esta creencia a nuestros hijos por medio de decisiones que hacemos, motivaciones que les presentamos, explicamos que les damos sobre el por qué de una regla o una decisión. Padres que viven para la gloria de Dios discipulan a sus hijos hacia lo mismo, y les ayudan a tener esa cosmovisión bíblica.

DINERO: Como último ejemplo, quisiera que consideráramos el dinero. Todos necesitamos dinero para vivir. Pero si yo creo que las posesiones materiales proveen estabilidad y bienestar, voy a vivir prioridades que lo demuestran. Papá va a quedarse en un trabajo que no le permite asistir a la iglesia, porque proveer para su familia es mas importante que estar en la iglesia, o porque le importa más el prestigio de ese trabajo que agradar a Dios. O los hijos se van a dar cuenta que el diezmo y la ofrenda son esporádicos y solo se dan cuando “sobra” el dinero. O las frases con las que motivo a mis hijos a hacer su tarea tendrán que ver con tener dinero cuando estén grandes. O mis hijos verán el pánico y el estrés desmedido en nuestro hogar cuando llegan gastos inesperados y tenemos que hablar de cómo reducir el presupuesto. Hay un montón de maneras en que demostramos a nuestros hijos que el dinero es prioridad para nosotros. Que es digno de perseguir y confiar en él.

Pero si mi confianza está puesta en Dios y su provisión, y mis prioridades están alineadas con su Palabra, el dinero funciona solamente como un recurso más que Dios pone a mi disposición para glorificarle y disfrutar de Él. Esto cambia toda mi perspectiva, y es la única manera en que mis hijos crecerán con una perspectiva sana y piadosa sobre el dinero. Así que, la solución no es necesariamente tener mucho cuidado de no hablar nada del dinero delante de los hijos, o no dejarles ver si deposito ofrenda, o cualquier otra cosa que trato de esconder. ¡No! Esa no es la solución. Yo necesito adquirir una creencia correcta y bíblica sobre el dinero y tener un corazón que confía en Dios como proveedor. Esto va a resultar en que yo contagie a mis hijos con la cosmovisión correcta sobre el dinero. Esto es cultivar crecimiento en ellos. Enseñar con la boca y con la vida sobre diferentes áreas de la vida.

Quiero terminar esta sección de creencias reiterando algo que hemos hablado muchas veces. La salvación no es algo que yo puedo producir en mis hijos, pero me encanta como lo ha dicho Tim Challies en un artículo que recuerdo leer de él. Dice que debemos “asumir” o “suponer” que Dios quiere salvar a nuestros hijos, porque ha dicho que no quiere que ninguno se pierda. Y porque ha instituido a la familia cristiana como una fuente de bendición (según Efesios 6) en la vida de los hijos. Dios desea dar larga vida, y esto incluye la vida eterna, a mis hijos. Cada uno de ellos va a hacer esa decisión, y Dios ha creado a cada uno de mis hijos con la habilidad de aceptar o rechazar a Dios. Pero la influencia que yo y mi esposo podemos tener sobre esa decisión es incalculable.

De igual manera, podemos saber que Dios desea santificar a nuestros hijos, y nosotros somos los instrumentos principales humanos que Él quiere usar para eso. Por medio de la disciplina e instrucción del Señor, o sea, el discipulado, Dios quiere usarnos para su santificación. Nos ha dado su Palabra como la herramienta principal, y por eso, como hemos dicho muchas veces, esa Palabra tiene que ser central en nuestros corazones como padres, y en la vida de los hijos al ir creciendo.

El Evangelio tiene el poder para transformar y santificar a mis hijos. Yo soy el instrumento diario para cultivar ese crecimiento en ellos. Bendito Dios que no nos deja sin ninguna herramienta necesaria, y quien hace la obra que nosotros jamás podemos hacer.

Es imposible separar las creencias del corazón, pero enfoquemos nuestra atención en el corazón por un momento. Sabemos que cada creencia que tenemos impacta los afectos de nuestro corazón, lo que adoramos, lo que atesoramos, lo que valoramos. Nuestros hijos son diseñados igual que nosotros. Tienen afectos y deseos y valores en su corazón, y nacen, igual que nosotros, con todo al revés. Nacen centrados en sí mismos. La etapa de la niñez es el tiempo para entrenar su corazón a valorar lo que no naturalmente valora. Tenemos que dirigirnos constantemente a su corazón, y no solamente a sus creencias o su conducta.

Una vez más, voy a mencionar mi “mentor a distancia” en la crianza, el libro Cómo Pastorear el Corazón de su hijo”. Tedd Tripp nos ha dejado una obra maestra sobre el corazón humano de cada niño, y cómo podemos entenderlo y dirigirnos a él. Consigue este libro y léelo. Perdona la repetición, pero quisiera que tú tuvieras la instrucción que fue tan valiosa para mí y para mi esposo en esta etapa de la crianza. Hemos sido beneficiarios de la inversión de otros en proveernos de buenos materiales.

Este libro me dejó muy marcada la importancia de suponer que a raíz de cada acción y palabra y actitud de mi hijo estaba un corazón que adora. Ese corazón necesita adorar a Dios. Necesita entender su enorme necesidad y poner sus afectos en Dios. Ahora mismo que estás escuchando esto, coloca en tu mente la imagen de uno de tus hijos. Mira su cabeza, sus ojos, sus oídos. Él es un ser pensante que cree y rechaza ideas todos los días. Mira sus piernas, sus brazos, sus manos, su boca. Él es un ser activo con un cuerpo que se mueve, que tiene energía, que hace decisiones por instinto para evitar peligro. Toma acción y dice palabras.

Pero ahora, cierra tus ojos y piensa en él o ella como un ser espiritual. Ese cuerpo es temporal. La esencia de Rosita o Juanito no es ese cuerpo que ves, es el alma dada por Dios que vivirá la eternidad en algún lugar. Esa alma, ese corazón, desesperadamente necesita adorar a Dios. Su pecado se lo va a estorbar. Tú no lo puedes producir. Pero sí puedes pastorearlo cada día a comprender su realidad, y conocer a Dios.

Proverbios 4:23 dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. Primero, tenemos que hacer esto personalmente. Pero, este versículo nos da bastante dirección en lo que deben ser nuestras prioridades en la crianza. Entre las edades de 4 y 12 años, mucho, mucho, mucho va a suceder en el corazón de tu hija o de tu hijo. De ahí mana su vida, y ahí se están formando valores y prioridades. Haz todo lo posible por guardar, sobre todas las demás cosas en la vida de tu hijo, su corazón.

Marcos 7:21-22 nos dice que de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos y toda otra forma de maldad. Esto es un dato crucial en el pastoreo del corazón de nuestros hijos. No son sus amiguitos en la escuela, ni su maestra incapaz o enojona, ni su papá irresponsable, ni el vecinito malvado, ni el clima, ni nada más que tú puedas inventar, lo que causa que él o ella peque. Su corazón, sin constante discipulado, se desvía. Tú y yo tenemos la responsabilidad de hacer todo lo posible por entrenar y pastorear ese corazón hacia su Salvador. Tenemos que entender la naturaleza y la necesidad de su corazón para poder hacer esto.

Es fácil enfocarnos en la conducta en estos años. Hay tantas cosas que queremos que los hijos hagan o dejen de hacer. Hay hábitos y gestos que no nos gustan. Hay habilidades que queremos verlos desarrollar. La tentación es enfocar los esfuerzos en producir conducta externa aceptable, y reprimir conducta no-aceptable. ¡Pero no nos conformemos con cambio de conducta! ¡Cambio de conducta que no es acompañado por cambio de corazón es peligroso! ¿Por qué? Porque podríamos estar criando hipócritas que confían en su buena conducta.

En la vida diaria, esto implica mucho diálogo. Mucha conversación alrededor de la disciplina y la instrucción. Cuando ya hayamos establecido la autoridad de la que hablamos en el episodio pasado, podemos construir sobre ese fundamento con instrucción y disciplina dirigida al corazón. ¿Por qué digo que esto es sobre el fundamento de la autoridad? Porque es cuando nuestros hijos se han sometido a nuestra autoridad (esto lo digo en general, nunca a la perfección, por su puesto), eso les da un contexto en el cual deben escuchar nuestra instrucción y exhortación.

Piénsalo un momento: si tu hijo tiene claro que Dios es su creador y autoridad supremo, y sabe que Dios te ha mandado a ti que instruyas y disciplines a tu hijo para que se someta a Dios y le obedezca, él tiene un contexto más amplio de lo que es real. No se trata de ti. Él o ella no está intentando solo complacerte a ti. Todo cobra más significado para ti y eventualmente para tus hijos.

Algo que Tripp dice acerca del pastoreo del corazón especialmente en esta etapa de vida tuvo muchísimo impacto sobre mí cuando mis hijos estaban mas pequeños, y está muy alineado con la enseñanza de la Biblia. Tripp dice nos puede ayudar mucho considerar a nuestros hijos en tres áreas de su vida. El autor lo llama un instrumento de diagnóstico triple. Yo lo llamo un cuadro de referencia sencilla y súper práctica que a la vez me anima a profundizar y comparar con la Biblia. Aquí está el cuadro de referencia (y otra vez reitero que igual que casi todo lo que comparto en este podcast, esto no es original conmigo, todo lo he aprendido de otras fuentes):

Cada niño tiene áreas fuertes y débiles que son parte de su personalidad. Necesita crecer en su carácter, y específicamente podemos ayudarle en su relación con Dios, en relación a cómo se ve a sí mismo, y en relación con otros. En cada una de estas áreas él tendrá luchas de corazón, problemas de carácter, y necesidad de ser discipulado. Cada niño va a variar, pero cada uno necesita ayuda y crecimiento en cada una de las tres áreas: Dios, sí mismo, y otros.

Me llama muchísimo la atención que también en la Biblia, cuando hacemos un estudio inductivo o algo así, buscamos exactamente estas mismas cosas. Buscamos entender quien es Dios en comparación a nosotros; buscamos entendernos a nosotros mismos y lo que la Biblia enseña acerca de nuestra naturaleza y necesidad; y buscamos relacionarnos correctamente con otros, según la Palabra nos indica. ¿Por qué quiero destacar esto? Porque quiero testificar que la lectura y estudio bíblico en familia ha sido lo que más ha ayudado a nuestra familia a pastorear los corazones de nuestros hijos de manera consistente. A veces cuando leemos o estudiamos todos juntos, o a veces cuando yo estoy en mi lectura personal y algo ahí me ayuda a diagnosticar el corazón de mi hijo y tener cómo hablar con él sobre el asunto de su corazón.

¿Qué significa esto en la vida diaria? Significa que un problema con hacer la tarea pudiera brotar de una variedad de causas. Para cierto niño puede ser pura flojera. Él no tiene ganas porque no le gusta hacer nada que no le emociona. Cree que todo debe agradarle y es muy egocéntrico. Su perspectiva de sí mismo y de Dios no está alineada con la perspectiva de Dios. No ha aceptado que existe para la gloria de Dios, un Dios que le ama y le llama a ser diligente.

Pero hay cierta niña que no es floja, pero en cierta materia no quiere hacer la tarea. Resulta que a ella le importa demasiado lo que otros piensan de ella, sus compañeros y su maestro. Y como batalla en esa materia, prefiere no hacer nada para no fracasar cuando lo intenta. Su manera de relacionarse con otras personas, y lo que busca de ellos, no es sana. Ella necesita entender el amor incondicional de Dios que la puede satisfacer, aunque otros no aprueben de ella. Necesita relacionarse con otros para dar de sí mismo, y no para recibir. Necesita hacer su mejor esfuerzo y estar satisfecha con las habilidades que Dios le ha dado, aunque eso a veces signifique que no será la más inteligente.

Con este sencillo ejemplo vemos que cada niño con su personalidad y sus dones y sus tendencias se relaciona con Dios, con otros y consigo mismo. Necesita crecimiento en cada área de su vida; necesita discipulado íntegro, y constante enfoque en su corazón, porque de él mana la vida. Nuestra tarea es pastorear pacientemente los corazones de nuestros hijos.

¿Dónde nos deja eso, entonces, en cuanto a la obediencia? ¿Qué sucede con la conducta? ¿Con las reglas? Todo es corazón y cabeza, o ¿también los niños entre 4 y 12 años tienen necesidades de conducta? Pues, si has pasado más de una hora con un grupo de niños de edad primaria, ¡ya sabes que cada niño tiene problemas de conducta! Todo este énfasis sobre las creencias y el corazón no están negando ese hecho, para nada.

Aquí está la clave: cada conducta que manifiesta un niño es una ventana a su corazón y a sus creencias. Demos gracias por conducta negativa en cierto sentido, porque es como una señal de “peligro” en la carretera que nos exhorta a bajar la velocidad. La conducta mala de nuestros hijos nos fastidia, y nos hace enojar, y nos frustra, y pensamos que refleja mal sobre nosotros, y hacemos que se centre en nosotros, pero esta no es la perspectiva que va a ayudar a nuestros hijos.

Si tu hijo tiene un problema en cómo se relaciona con Dios, o con otros, o cómo se entiende a sí mismo, la conducta que resulta de ese problema te da una apertura para poder tratarlo. Es una oportunidad. Conducta negativa repetida indica un baluarte de pecado que necesita constante atención. Recuerdo días de dar vara 10 – 12 veces por la misma conducta abiertamente rebelde (como morder al hermano, o gritarme “no” a la cara repetidamente, o rehusar seguir una simple instrucción vez tras vez). Cada vez que con paciencia y amor hablamos del corazón rebelde que necesita a Cristo, que no puede obedecer solo, que está rechazando a Dios cuando desobedece a Mami, y luego aplicamos controladamente la vara, luego oramos juntos…cada vez que seguimos ese proceso se rompía esa capa dura sobre el corazón y se permitía más y más entrar la Palabra. Esas luchas normalmente duraban un día o dos, y el cambio de actitud y disposición como resultado fue impresionante. No solo cambiaba la actitud y la disposición, cambiaba el vocabulario de ese niño, de cómo se refería a sí mismo y a su pecado y a Dios. Es arduo trabajo esto de la disciplina y el discipulado, pero rinde fruto cuando se hace con el enfoque en el corazón, agradeciendo por la oportunidad de dirigirnos a la necesidad más profunda de nuestros hijos, su necesidad de relacionarse correctamente con Dios.

Obviamente mientras van creciendo los niños, habrá mucho menos disciplina corporal y correctivo, y más disciplina de índole positiva, de construir y establecer hábitos sanos. Pero es la misma idea. Seguimos exigiendo sumisión a la autoridad, pero instruimos y vamos juntos a la Palabra, y evaluamos el corazón de cada hijo para ayudarle en su relación con Dios, con otros, y consigo mismo. Habrá reglas y normas, pero más que un montón de reglas estamos enseñando principios que pueden aprender a aplicar en las etapas cambiantes de la vida. Resiste la tentación de hacer una nueva regla en la familia. Primero determina si hay algún principio que puedes enseñar para discipular e instruir en lugar de tomar el camino fácil de una regla. Si llegas a la conclusión que una regla sí sería de ayuda, asegúrate de instruir y recordar sobre el corazón detrás de la regla.

Para dar un ejemplo porque no sé si me doy a entender… Hay un juguete o videojuego que es muy popular en la casa y causa mucha fricción. Tienes varias opciones. Evidentemente hay varios corazones idólatras en juego aquí. Si te preocupa la intensidad de su fervor por jugar, posiblemente hay que guardar el juego un tiempo y hablar con ellos y orar con ellos sobre el deseo desmedido que tienen por ese juego. Pregúntales si creen que sus actitudes en cuanto a ese juego agradan a Dios o demuestran el fruto del Espíritu. Pregúntales si creen que pueden seguir usando el juego y al mismo tiempo mostrar actitudes correctas. Permite que ellos hagan un plan para compartirlo de manera amable. Puede haber un horario, ciertos días prohibidos porque un espacio de tiempo siempre ayuda en estos casos, y siempre el ánimo a amar a otros antes que a uno mismo. Al ellos participar en las decisiones y hablar sobre ese “ídolo” de su corazón, estás enseñándoles cómo tratar con algo que es demasiado importante, y cómo usar reglas o restricciones para ayudar y no solo para prohibir.

Si vamos a tener reglas sobre el uso de dispositivos electrónicos (lo cual es muy recomendable), no confiemos solo en las reglas para “pastorear” el corazón. Conversemos constantemente sobre lo que están viendo y haciendo, las actitudes que vemos que nos preocupan, y la posibilidad de disminuir el tiempo por su bien. Esto es parte del uso de reglas y limitaciones en el discipulado. Si la regla es hacer la tarea antes de cualquier cosa de diversión, estemos seguros de explicar el por qué detrás de esa regla y el principio de vida que eso nos ayuda a aprender.

Requiere constante esfuerzo y diligencia en nuestras vidas personales para cultivar crecimiento de carácter en nuestros hijos durante estos años tan importantes, y para constantemente apuntarles hacia el Evangelio. Y más que esfuerzo, requiere dependencia en Dios. Requiere que nosotros mismos estemos cultivando crecimiento, que estemos dispuesto a sacrificar muchas otras cosas por tomar el tiempo de invertir en la vida espiritual de toda la familia.

Dios merece que todos mis esfuerzos de crianza sean enfocados en discipular a mis hijos hacia una relación personal con Él. Este es el camino de la felicidad verdadera para mis hijos también. Un día cada uno de mis hijos se presentará delante de Dios para rendir cuentas por su vida. Preparemos a nuestros hijos para conocer a Dios y su Palabra y así estar preparados para ese día.

Te animo a tomar tiempo esta semana para evaluar cada una de las tres áreas que mencionamos en la vida de cada hijo: en relación con Dios, en relación con sí mismo, y en relación con otros. Pon en oración cada área que detectas, y pide sabiduría de lo alto, porque te ha sido prometida. Que Dios produzca crecimiento a largo plazo en tu familia. Bendiciones.

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Autor

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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