Sin duda cada familia busca la felicidad en el hogar. Nadie desea una familia o un matrimonio infeliz. Abundan libros, blogs, videos y tips para encontrar esa chispita especial, o poción mágica para convertir a tu hogar en un lugar de felicidad y armonía. ¿Qué dice Dios? ¿Tendrá Él en su Palabra una receta secreta para tener una familia feliz? ¡Escucha el episodio para saber más!
Estudio bíblico de la semana: Efesios 4:22-5:5 (Bajar e imprimir)
Recurso recomendado de la semana: La Disciplina de la Gracia por Jerry Bridges
Preguntas de reflexión:
- Toma un momento para evaluar el ambiente familiar normal en tu casa. ¿Tienes una familia feliz que refleja la harmonía y paz que el Evangelio ofrece?
- ¿Tu hogar se caracteriza por llamarle al pecado por su nombre y reconocer la seriedad del problema?
- ¿Cómo se responde ante el pecado de otros comúnmente en tu casa? ¿Cómo podrían responder al pecado más como Dios lo hace?
Transcripción:
Susi: Hoy seguimos con la serie que comenzamos en el episodio pasado con nuestro hermano Sugel, y esta serie es sobre el Evangelio como el contexto esencial para un hogar cristiano. Y hoy me acompaña mi esposo Mateo, otra vez, como siempre, dispuesto a acompañarme. ¡Bienvenido Mateo!
Mateo: ¡Muchas gracias, es un privilegio estar aquí de nuevo!
Susi: ¡Siempre me gusta! Pues, eres mi invitado favorito y creo que nadie se ofende. Sé que hemos vivido 23 años de casados, tenemos 3 hijos y hay muchas cosas que nos hemos dado cuenta, ¿verdad? Y una de las cosas que hemos comentado muchas veces, es que hay como una contradicción entre las expectativas que se tienen normalmente acerca del matrimonio y la crianza, y la cruda realidad que las personas viven.
Mateo: ¡Sí, es interesante! Vivimos en un contexto universitario; ministramos en la Universidad Cristiana de las Américas y a menudo tenemos bodas. Y es interesante notar, cómo los jóvenes están tan emocionados al momento de pensar en casarse, el día de la boda tan contentos. Y ese mismo día, algunas de las personas que están casadas y que están ahí, tienen una perspectiva muy diferente, mientras unos están pensando: “¡Sí, por fin, me puedo casar!” Otros están pensando: “Pobrecitos, se están casando. No tienen ni idea de lo que están haciendo.” (Risas) ¿No es verdad?
Susi: Sí, y obviamente si tuvieran idea, a lo mejor no lo harían; entonces, en cierto sentido, pues ¡qué bueno! ¡Qué bueno, que no sabemos en qué nos estamos metiendo del todo, cuando nos casamos! Pero yo también lo he visto, por ejemplo, en los “Baby Shower”, cuando una mamá está esperando, especialmente cuando es su primer bebé. Hay mucha emoción, ¡esa prueba de embarazo positiva! y la mamá hace todos los preparativos, y se imagina una vida ideal con su bebé. Y luego la encuentras meses, quizás años después y está exhausta, está molesta, está frustrada, está siempre cansada y sin el sueño apropiado.
Y creo que la realidad es que vemos las familias, vemos incluso nuestra familia a veces, y no somos una familia feliz. Pero quería invitarte hoy, pues te he escuchado comentar que ¡hay una receta, hay una receta secreta, o no tan secreta! para tener una familia realmente feliz, y ¿qué sería entonces, esa receta secreta?
Mateo: Pues, pensamos en tantas familias y tantos matrimonios, incluso que no se han divorciado; pero que son realmente infelices. Si no son completamente infelices, son moderadamente infelices, con una infelicidad latente que está justo debajo de la superficie. Se tratan más o menos bien; pero no pasa de eso, ¿verdad? Lo hemos visto en muchas ocasiones con matrimonios, incluso cristianos. Entonces, una de las preguntas, siempre es que si, estamos condenados a vivir una vida así de no llevarnos bien o de simplemente aguantarnos. Y creo que no, ese no es el cuadro que la Biblia nos presenta.
Y tenemos una serie sobre la familia y la crianza y el Evangelio; entonces no es de sorprender que, la receta secreta para tener un matrimonio feliz y una familia feliz, es precisamente el Evangelio. Y el hermano Sugel, en el episodio anterior nos recordaba cómo el Evangelio no es simplemente la línea de salida de la vida cristiana. No es de dónde partimos para nunca más usarlo o pensar en ello; sino, a mí me gusta compararlo con la pista; el Evangelio es la línea de salida, o creo que el hermano Sugel hablaba de la pistola que suena al inicio de la carrera; pero es la pista sobre la cual nosotros corremos, y si nosotros nos salimos de la pista, vamos a estar descalificados de nuestra carrera. Entonces, el Evangelio es realmente la receta secreta para la vida cristiana, para el matrimonio, para la familia feliz también; y no estamos hablando solamente del Evangelio, en el sentido de algunas cosas que tenemos que creer para ser salvos; sino, esas mismas cosas que nosotros creemos para ser salvos, son las cosas que luego transforman la manera en que nosotros vivimos en nuestra vida cristiana también.
Susi: Entonces, ¿cuáles serían algunas de esas cosas, o quizás los aspectos o ingredientes del Evangelio, que podríamos aplicar aquí?
Mateo: Cuando pensamos en el Evangelio, una de las cosas que vemos, es que el Evangelio nos promete intimidad, nos promete tener paz, armonía o reconciliación. Esto lo vemos a nivel de nuestra relación con Dios. Pero, si pensamos en cómo Dios creó al ser humano, nos damos cuenta que Dios creó al ser humano para vivir en una relación íntima con Él; y tenemos esa necesidad de relaciones íntimas. A veces, hay personas que sienten mucho la necesidad de intimidad; hay otras personas que no. A veces, esa línea es muy marcada entre hombres y mujeres.
Las mujeres sienten la necesidad de tener amistades, de tener personas con las que hablan y cuentan sus emociones. Muchas veces, aunque no siempre, los hombres no. Siempre encontramos que es difícil y muchas de nuestras familias y matrimonios no son lugares de esa intimidad, de esa paz, de esa armonía; sino que es realmente todo lo contrario.
Pero, cuando Dios creó a la familia, creó al hombre y a la mujer en una armonía perfecta con Él; pero también en una armonía perfecta el uno con el otro, y podemos ver eso de muchas maneras. En Génesis capítulo 2, al final del capítulo, encontramos la primera poesía romántica que jamás se escribió, y es cuando Adán mira a esa mujer que Dios le ha dado, y dice: “¡Ulalá, qué preciosidad!” Y dice: “Hueso de mis huesos y carne de mi carne” y es esa parte de romance, esa armonía, esa intimidad emocional que existía; y lo vemos también en un detalle, que muchas veces nos deja un poquito perplejos cuando dice que estaban desnudos.
Susi: Y no sentían vergüenza.
Mateo: ¡Claro! No sentían vergüenza. ¿Por qué? Porque no había nada que esconder. El ideal del matrimonio, como Dios lo ha diseñado, y también en muchos aspectos en la familia con nuestros hijos, es que no hay nada que esconder. Entonces, hay intimidad perfecta, hay transparencia perfecta, hay una relación profunda, armónica, como la que existía entre Adán y Eva y Dios; pero también como la que existía entre Adán con Eva misma, y no había nada que les separara, nada que pudiera ser un estorbo. Ese es el ideal. ¡Eso es como Dios creó el matrimonio! y es, creo, la aspiración a la que muchos de nosotros queremos alcanzar en nuestro matrimonio; y muy pocos de nosotros lo alcanzamos, y nadie perfectamente; porque el Evangelio nos promete que puede existir esta intimidad, Dios nos creó para tener eso; pero también, el Evangelio nos dice que hay un problema.
Susi: ¡Un gran problema!
Mateo: ¡Un gran problema, sí! Y es triste, porque esa condición que encontramos en Génesis capítulo 2, no dura más que unos versículos; porque llegamos a Génesis capítulo 3, y de inmediato encontramos esa historia tan trágica que conocemos muy bien donde que llega la serpiente, tienta a Eva, y Eva toma del fruto de ese árbol que Dios había prohibido para ellos; se rebela en contra de Dios; se rebela entonces Adán con ella, tomando con ella; y de inmediato, ¿qué es lo que se observa en la relación entre ellos?
Susi: “Tú” (risas).
Mateo: ¡Sí!
Susi: “Fuiste tú” o “fue ella.”
Mateo: ¡Todo cambia! ¿No?
Susi: ¡Sí, sí! ¡Todo!
Mateo: La intimidad, la armonía…
Susi: La transparencia incluso, porque se cubren.
Mateo: ¡Sí, exacto! Lo primero que hacen es cubrirse. Se hacen su propia ropa con hojas, y obviamente es una ropa deficiente; pero es ese instinto, que ahora ellos sienten que tienen que protegerse, que tienen que esconder algo. Antes no había necesidad, porque Adán sabía que Eva no haría nada para lastimarlo; y Eva sabía que Adán no haría nada para lastimarla a ella; entonces no tenían que protegerse, no tenían que esconder nada, no había nada que causara vergüenza para ellos.
Susi: Y esas son las cosas que quitan la felicidad ¿verdad? Por eso, la infelicidad llegó a su matrimonio, por el pecado que cometieron.
Mateo: Sí, y pierden esa intimidad y esa armonía que antes existían; y ahora, ¿qué es lo que existe? Como decías, ¡la acusación!
Susi: “¡La mujer que me diste!” (Risas).
Mateo: Es lo que Adán le dice a Dios. Adán dice: “Pues, será culpa de todos menos mía”, y le dice a Dios: “Es la mujer que tú me diste; entonces, o tú o ella, pero yo no soy el culpable”. Y es una experiencia nueva para Adán, de tener que enfrentarse a pecado que él había cometido, algo que no había ocurrido hasta este momento; pero de inmediato, ¿qué es lo que sucede? Pues destruye esa armonía, esa intimidad que Dios había creado para el matrimonio. Y no solamente lo destruye a nivel matrimonial; en el siguiente capítulo, lo vemos también en la relación entre los hermanos y la relación entre padres e hijos también, donde Caín asesina a Abel; y eso le lleva entonces a separarse de sus padres, a dejarlos, a ir a establecer otras ciudades. Entonces, vemos que viene el problema, y el problema al que nosotros nos enfrentamos en nuestro matrimonio, es el pecado; en nuestra familia, con nuestros hijos. Es el pecado mío, y del resto de los integrantes de mi familia.
Susi: Y en ese sentido, el Evangelio nos está como diagnosticando acertadamente, cuál es el verdadero problema y creo que ahí es donde las familias de hoy en día necesitamos el Evangelio, porque todos sabemos que hay problema; pero el problema es que no lo estamos diagnosticado de manera correcta.
Mateo: Entonces, miramos a nuestro alrededor y decimos: “Bueno, ¿cuáles son las razones por mis problemas matrimoniales o familiares? Puede ser mi contexto, o pues es que, si mi trabajo no fuera tan exigente o si mi suegra no fuera tan conflictiva, o si mis hijos pudieran ir a la escuela cristiana, o si mi iglesia fuera mejor”. Entonces, todas esas cosas son culpables de los problemas matrimoniales que nosotros tenemos, o familiares que tenemos; cuando Dios dice: “¡No!, es algo mucho más básico”, y es el problema del pecado que hay en nosotros.
Susi: O incluso la cultura moderna culpa a otras cosas; culpa a problemas emocionales y hay muchos diagnósticos que podemos buscar, y es algo que estoy viendo que es como popular hoy en día. Las mamás en particular se meten a investigar en Internet acerca de la conducta, quizás de sus hijos; y lo que buscan es un diagnóstico que no sea pecado; que sea alguna otra explicación física o emocional, para que puedan tomar un medicamento o puedan buscar otra solución; cuando realmente, no en todos los casos, pero en muchos casos, lo que tienen simplemente es un pecador en su casa; y el Evangelio nos dice cuál es el problema.
Mateo: Por ejemplo con el matrimonio, las dos razones principales para el divorcio, por lo menos si ves las encuestas son: mala comunicación, esa es la primera por mucho, y problemas económicos por otro. Pero, ¿por qué tenemos problemas de comunicación?
Susi: Por el pecado; se ve con Adán y Eva. Inmediatamente tuvieron problemas de comunicación.
Mateo: ¡Claro! Yo tomo el buen don que Dios me ha dado de comunicarme, que es algo que Dios nos ha dado a los seres humanos como imagen de Dios; y tomo ese don y lo convierto en un arma para atacar a mi cónyuge, que debería ser la persona que más amo y más protejo; pero mi pecado convierte ese don de Dios en algo negativo.
El dinero, ¿por qué tenemos tantos problemas con el dinero? Bueno, muchas veces, porque nuestro corazón es codicioso, y no estamos contentos con lo que Dios nos ha dado.
Susi: Entonces, me imagino que el Evangelio también nos da una respuesta, ¿verdad? No solamente nos diagnostica el problema; pero también nos ofrece una solución.
Mateo: Claro, y creo que todos nosotros, o me imagino que muchos, por lo menos estamos escuchando el podcast, conocemos el Evangelio; pero vale la pena recordar algunos de los elementos básicos del Evangelio, porque otra vez, tienen un impacto directo sobre la manera en que nosotros vivimos nuestra vida familiar.
Cuando pensamos en la respuesta de Dios ante el pecado, vamos a encontrar nuestra respuesta también ante la realidad, la cruda realidad, que yo soy pecador, mi esposa es pecadora y mis hijos son pecadores. ¿Qué hacen los pecadores? Pues, pecan. Creo que muchas veces estamos destrozados, cuando nuestra esposa o nuestro esposo peca en contra de nosotros o nuestros hijos, nos destrozan cuando no obedecen y duele, por supuesto, pero no debería de sorprendernos.
Dios nos da a nosotros en el Evangelio, el patrón para saber cómo nosotros debemos de responder. Entonces, ¿qué hizo Dios? Bueno, sabemos lo que Dios hizo. Dios envío a Su Hijo Jesucristo, que era Dios con Él, como Dios Trino, segunda persona de la Trinidad, a hacerse hombre, vivir sobre esta tierra una vida perfecta, que significa que Él no tiene que morir por el pecado, porque Él nunca comete pecado. Va a la cruz y sobre la cruz, Él muere. Ahora, la muerte es consecuencia del pecado; pero Cristo no cometió pecado. Entonces, ¿por qué muere? Muere por nuestros pecados, resucita al tercer día y ahora tenemos nosotros la manera de responder. Y lo que vemos en Dios, es que lo que Él hace cuando personas pecaron contra Él, es que Él respondió con gracia, con mucha paciencia hacia nosotros y nos extiende perdón, y ahí encontramos para nosotros la clave: ¿Qué hago cuando mi familia, mi esposa, mis hijos pecan contra mí? Primero, no me sorprendo; porque yo sé que van a pecar, porque son pecadores, el Evangelio me lo dice; pero, también el Evangelio me dice cómo yo debo responder, y tengo que imitar lo que Dios hizo, cómo Dios respondió, y Dios respondió con gracia, Dios respondió con paciencia y Dios respondió con perdón. Yo necesito extender esas mismas virtudes hacia mi esposa, hacia mis hijos.
Susi: Y eso derrumba el argumento de que, “bueno, no se lo merecen”, porque gracia significa favor inmerecido, y si vamos a hablar de merecer, ¡nosotros, no merecíamos nunca que Dios hiciera eso por nosotros!
Mateo: Incluso decimos: “Es que me ha ofendido de tal manera, tan grave es la ofensa, que es imposible que yo le perdone.” Bueno, Dios está dispuesto a perdonar todas nuestras ofensas y todos nuestros pecados. Nuestros pecados contra Dios, son muy superiores a los pecados de otras personas en contra de nosotros. Entonces, ¿cómo respondemos? Respondemos pues, con gracia, con perdón, con paciencia. ¡Eso es muy difícil! El Apóstol Pablo nos habla de esto en Efesios capítulo 4. Me llama la atención, porque dice en el versículo 31: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.” Esas cosas, son las maneras naturales de responder, cuando alguien peca contra nosotros: Me enojo, quiero gritar, quiero ofender, quiero tratarle mal a esa persona. Pero dice “No, eso déjalo a un lado” y luego dice: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros.”
Ahí está la instrucción: Perdón, gracia, misericordia, paciencia y luego nos dice la razón: “Como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”
Pues, ahí está el ejemplo y es el Evangelio. Yo perdono a otros, ¿por qué? Por el Evangelio, por lo que Dios ha hecho conmigo. Pero, el Evangelio también nos da otra parte de la respuesta; porque no solamente me dice cómo debo de responder cuando alguien más peca en mi contra; el Evangelio también me dice cómo yo debo responder cuando yo peco contra otra persona. Y esto es difícil, porque nos cuesta reconocerlo, nos cuesta aceptar que nosotros hemos pecado.
Pero, regresamos al Evangelio, ese punto básico, este ingrediente tan importante de la familia feliz. Cuando yo pequé contra Dios, cuando yo entendí mi pecado, ¿cómo tuve que responder? Bueno, tenía que responder con fe, creer lo que Dios decía, tenía que arrepentirme de mi pecado y de la mano de eso es la confesión, tenía que confesar mi pecado. Entonces, cuando yo peco, pues necesito primeramente creer lo que Dios dice acerca de mi comportamiento, de mis palabras, de lo que yo he hecho, que sí es pecado, que ¡me cuesta muchas veces reconocerlo! Luego tengo que arrepentirme, que significa dejar ese pecado, estar dispuesto a dejarlo y luego tengo que confesarlo, y a veces es muy difícil confesarlo. Es fácil confesarlo a Dios; pero es muy difícil confesarlo a los miembros de nuestra familia. Como padre, a veces me cuesta pedirles perdón a mis hijos. A veces, algunos padres piensan que van a perder autoridad; pero, no pierdes autoridad delante de tus hijos cuando pides perdón, ganas credibilidad delante de ellos; ¡porque ellos saben que has pecado! Ellos son los primeros en saber que has pecado. No estás perdiendo algo; sino que, tu transparencia en reconocer tu pecado, les va a ayudar a ellos en su relación contigo, pero también en su relación con Dios.
Por supuesto, en el matrimonio estaba pensando cómo pedir perdón es tan difícil, porque tenemos que humillarnos delante de otra persona y ¡eso es muy difícil! A mí, me cuesta. Creo que hay dos tipos de personas: Algunos batallan con pedir perdón, otros batallan con otorgar perdón, con perdonar. Algunos pueden batallar con los dos seguramente; pero es más probable que batalles con uno.
Y estas dos cosas, son tan importantes. ¡Son parte del Evangelio, directo para nosotros!
Susi: Recuerdo que hemos comentado también, que el responder al pecado de manera bíblica imitando a Cristo, especialmente hablando del pecado de nuestros hijos, implica que les vamos a disciplinar. Estoy pensando en Hebreos 12, que nos cuenta cómo Dios trata con los hijos a quienes Él ama, cómo trata con los hijos que están corriendo con los ojos puestos en Jesús; como empieza el capítulo. Entonces, creo que ahí también, es quizás, otra confusión que a veces tenemos como padres; entender que si yo quiero imitar la manera en que Dios trata con el pecado y ve el pecado; voy a aceptar, voy a abrazar el hecho que Dios me ha llamado en Efesios 6 a ser parte del proceso en que mis hijos reconocen su pecado; aprenden a responder ante su pecado; y mi disciplina hacia mis hijos, si se hace bien, imitando a Cristo con paciencia, con misericordia; mi disciplina puede entrenarlos en cómo deben responder a su pecado.
Mateo: Y es lo que nos dice Tito capítulo 2, la misma gracia que se manifiesta para salvación, es la gracia que nos instruye, que nos enseña y la palabra instruir ahí es la palabra pedagogía, que en aquel entonces hablaba no solamente de dar clase, sino de todo el proceso de instrucción, incluyendo el aspecto de disciplina, incluso disciplina corporal, como era muy común en el mundo antiguo.
Si pensamos en el Evangelio, el Evangelio no nos deja donde estamos. Dios no dice: “¡Ah! te voy a perdonar y ya.” ¡No! Dice: “Te voy a perdonar y luego te voy a ayudar a cambiar, te voy a instruir, te voy a capacitar, te voy a disciplinar, para que tú ya no seas como antes eras, y ahora reflejes a Cristo con tu vida” y eso es lo que buscamos también, incluso en el matrimonio o especialmente con nuestros hijos.
Si les perdonamos, mostramos gracia y paciencia; pero, por supuesto que eso no significa entonces tolerar el pecado. La gracia también nos instruye, nos disciplina, nos corrige; para que vivamos justa, sobria y piadosamente en este siglo. Eso es lo que buscamos y el Evangelio otra vez, nos provee esa pista y si simplemente corremos toda la vida sobre esa pista; pues entonces, vamos a cumplir realmente con lo que Dios quiere; y creo que, entonces tendremos el ingrediente para tener la familia feliz; esa parte que nos ha faltado en tantas familias, tantos matrimonios. Por eso, hay tantos chistes acerca del matrimonio, los memes de expectativa y realidad, son perfectos para el matrimonio y la familia; pero, sí hay esperanza y sí, hay una receta, y no es tan secreta, es muy obvia; pero no sabemos cómo aplicarla a la familia.
Susi: Sí, entonces podemos terminar apuntándoles a esa esperanza que el Evangelio nos brinda. Creo que, por lo menos las mamás, creo que los papás también, sí tendemos a veces a perder la esperanza; porque nos ahogamos en la vida diaria de niños que no obedecen y de emociones que me controlan. Entonces, tenemos que recordar la esperanza que el Evangelio nos ofrece, ¿verdad?
Mateo: ¡Así es! Y, ¡podemos seguir adelante! Creo que a veces es difícil dar el siguiente paso, pero ¡podemos seguir adelante con Cristo y con el Evangelio!; es lo que nos motiva.
Susi: ¡Amén! Pues, ¡gracias Mateo por compartir esto con nosotros! Y no lo vamos a dejar ahí, porque entendemos que hay muchos aspectos prácticos, especialmente en la relación matrimonial; y queremos abundar un poquito más sobre la esperanza también, y cómo podemos enfocar nuestras mentes en el Evangelio. La próxima semana vamos a continuar hablando del Evangelio, específicamente en el matrimonio. Así que, no te pierdas tampoco el siguiente episodio. Por ahora, antes de terminar, queremos recomendarte un recurso que creemos que sería valioso para ti. Hay un libro del autor Jerry Bridges. De hecho cualquier libro del autor Jerry Bridges está lleno del Evangelio; pero hay uno que se llama “La Disciplina de la Gracia.” Puedes buscarlo en Amazon, o puedes pedirlo en tu librería local; pero si no has leído ese libro, te lo recomendamos. Es una herramienta, simplemente para crecer en tu comprensión de cómo aplicar el evangelio a tu vida diaria. Y también, como dijimos la semana pasada, vamos a estar en cada episodio de esta serie recomendando un pasaje de la Biblia que puedes estudiar de manera inductiva y vamos a ofrecerte otra vez cómo poder bajar la hoja para estudiar.
Y esta semana te animamos a estudiar el pasaje de Efesios 4:22-5:5, y vamos a tener eso ahí, para que lo puedas imprimir en nuestra página. ¡Gracias por acompañarnos! Y como dijimos, vamos a seguir la conversación la próxima semana. ¡Que Dios te bendiga!