Categoría: Disciplina

Episodio #94: Disciplina que refleja y apunta al Evangelio con Susi Bixby

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noviembre 24, 2021

La “disciplina” tiene mala fama en muchas familias hoy en día, y con buena razón. Históricamente, las familias cristianas no siempre han ejercido una disciplina en su hogar que refleja el amor y la disciplina que el Evangelio demuestra. ¿Pudiera ser que no hemos entendido y abrazado el rol que la disciplina juega en el trato amoroso de Dios hacia nosotros en el Evangelio? ¡Veamos juntos lo que la Palabra nos dice sobre este tema!

Estudio bíblico de la semana: Hebreos 12:1-11 (Bajar e imprimir)

Recurso recomendado de la semana: Cómo Pastorear el Corazón de tu Hijo por Tedd Tripp

Preguntas de reflexión:

  1. ¿De qué maneras te resistes a la idea de que Dios disciplina a sus hijos como señal de su gran amor? ¿Cómo sueles responder a su disciplina?
  2. ¿Tu hogar se caracteriza más por la disciplina rígida, o la falta de disciplina a nombre de “puro amor”?
  3. ¿Qué cambios puedes hacer para redirigir el enfoque de tu crianza para reflejar más la disciplina del Padre hacia tus hijos?

Transcripción:

Estamos en el episodio #94 de Crianza Reverente, y en el #13 de la serie sobre el Evangelio como el contexto esencial de la crianza reverente. Pero quizá cuando viste el título de este episodio te sorprendió ver la palabra “disciplina” en la misma oración que la palabra “Evangelio”.

Estoy segura que si hiciéramos una lista de los conceptos que asociamos con el Evangelio, la palabra “disciplina” no estaría allí a primera instancia. Pensamos en el Evangelio y pensamos en gracia, amor, perdón, rescate, redención, misericordia, restauración, gloria, esperanza, Jesucristo, y muchos conceptos más que vienen a nuestra mente. Y ¡así debe ser! Por su puesto que sí, y hemos pasado semanas hablando de muchos de estos aspectos. Pero creo que el Señor me está mostrando que una de las lagunas más grandes en nuestra comprensión del Evangelio es precisamente en el área de la disciplina. Y estoy hablando de la disciplina de Dios hacia nosotros en el Evangelio.

En mi propia vida y en mi experiencia hablando con otros creyentes, creo que cada persona probablemente tendemos hacia un lado u otro en nuestra idea de la disciplina en el contexto de nuestra relación con Dios. Como padres esto impacta nuestra vida personal y caminar con Dios pero también impacta nuestra crianza. Todo lo que hacemos con nuestros hijos se basa en nuestras creencias y perspectivas de Dios. Dios ha hablado muy directamente a mi corazón en este aspecto: yo no necesito normalmente solo hacer ajustes en mis métodos en la crianza. Casi siempre necesito hacer ajustes primero en mis creencias y perspectivas, y esos ajustes tienen que partir de la Palabra de Dios.

Entonces cuando digo que probablemente cada uno de nosotros tendemos hacia un lado u otro, para nada quiero categorizarnos y tratar de etiquetarnos a cada uno de nosotros como creyentes o como padres. Simplemente creo que es de ayuda, sé que lo ha sido para mí, identificar mis tendencias y así poder comparar lo que tiendo a pensar, o cómo tiendo a reaccionar, a lo que enseña la Palabra, y lo que ya sé de mi Padre Celestial.

Por un lado, podríamos tener la tendencia de sobre valorar el rol de la disciplina en la salvación, o en la santificación. Por otro lado, podríamos casi casi descartar la disciplina como algo que solo iba con la ley, y que ahora, por estar bajo gracia, ya no aplica. Entonces tomamos todos esos conceptos del Evangelio que mencionamos hace un momento, y los desconectamos completamente de la disciplina, del sufrimiento, de las dificultades.

Así que te invito a considerar un momento conmigo para que evaluemos nuestro marco de referencia. Empecemos con la palabra “amor”. Definitivamente el Evangelio es las buenas nuevas del acto supremo de amor en toda la historia de la humanidad. ¿Cómo es ese amor? ¿Cómo actuó? Pidió a una jovencita virgen que estuviera dispuesta a experimentar vergüenza y rechazo humano para participar en el plan de amor divino. Permitió que un Ser divino y perfecto se sacrificara en todas las maneras imaginables cuando Él merecía lo opuesto. Jesús, el protagonista de la historia del Evangelio, exigió todo de sus discípulos. Dejaron familia y durmieron al aire libre sin nada que comer a veces. Tuvieron que enfrentar sus miedos y su pecado mientras caminaban al lado del Amor Divino personificado. Cuando ya iba a dejar a sus seguidores aquí sobre la tierra y la iglesia como nosotros la conocemos comenzaría, Jesús les dijo que enfrentarían persecución y dolor y rechazo de otros, pero que ellos por medio de algunas de esas cosas serían moldeados día tras día a la imagen suya para gloria de Dios.

¿Has notado lo incómodo que fue la vida y lo exigente que es Jesús con las personas a quién Él predica y con quien Él habla mientras anda sobre esta tierra? Jesús amaba a cada persona con quien se topaba. De eso no hay duda. Pero, ¿cómo actuaba ese amor? Nunca los dejaba en su pecado y condenación sin darles las indicaciones que necesitaban para conocer el verdadero amor del Padre.

Nuestro problema es que decimos “Jesús fue puro amor, Él no disciplinaba, no castigaba, Él no incomodaba a la gente. Nos llama a amar”, pero estamos definiendo el amor a nuestros términos. Estamos definiendo “amor” como algo que solo te hace sentir bien contigo mismo, como algo que solo afirma tu sentido de valor y aceptación, como un sentimiento o emoción. Creemos, entonces, que amar a nuestros hijos es solo hacerles sentir bien y estar felices y cómodos, y no dudar de su propio valor y autoestima, y todas esas cosas que humanamente creemos, o nos han dicho, que son lo mas importante. Pero el amor de un Padre celestial hacia sus hijos terrenales es un amor que no nos deja en nuestra condición perdida, es un amor que luego de ser salvos no nos permite permanecer en nuestra condición egoísta y carnal y orgullosa.

El amor del Evangelio es un amor exigente y transformador. Padres que queremos imitar el amor de nuestro Padre y apuntar a nuestros hijos hacia el Evangelio tenemos que cambiar el chip en cuanto a lo que es un amor verdadero. Hace poco una mamá que sinceramente anda buscando entender estas ideas escribió a la pagina de Crianza Reverente y básicamente preguntó cómo se puede obedecer las palabras de Jesús sobre el amor y lo que Proverbios dice sobre la disciplina. Ella no veía la forma en que las dos cosas podrían estar vigentes porque en su mente dicen cosas opuestas. Estoy segura que ella no es la única. Ella siente que lo que dice Proverbios no encaja con el amor como lo enseña Jesús.

Quiero aprovechar para comentar algo sobre nuestra perspectiva de Dios y la Palabra. Cuando nos entra a la mente la idea de que la Biblia se contradice a si misma, lo que nos falta es entender y conocer mejor a Dios y a su Palabra. El problema nunca está en la Palabra. El conflicto siempre está creado en nuestras propias mentes humanas, limitadas y caídas. Debo suponer y creer sin lugar a duda que la Biblia es íntegra y totalmente confiable, y actuar en base a eso. Si la Biblia no es confiable, no tenemos un Evangelio confiable.

Para esta mamá, y solo menciono este ejemplo porque es reciente. He recibido muchos mensajes y comentarios parecidos a lo largo de los años. Si no puedes reconciliar el uso bíblico de la vara enseñada en Proverbios con el carácter de Dios, el problema no es la enseñanza de Proverbios ni el carácter de Dios. Es porque no hemos entendido el carácter de Dios y las instrucciones que Él está dando, o no lo hemos querido aceptar. No es porque esa enseñanza ya quedó invalidada. Las palabras de Jesús nunca contradicen las Escrituras mismas. Jesús dice que vino a cumplir la ley, no a eliminarla.

¿Entonces será posible que lo que Salomón escribió en su “manual de crianza” (como podríamos etiquetar el libro de Proverbios) sí concuerda con el carácter de Dios y las palabras de Jesús? ¡Proverbios no es anti-Evangelio! Efesios 6 no es anti-Evangelio. ¡No puede serlo porque es palabra inspirada de Dios! Y tampoco necesitamos hacer malabares intentando convertir todo en metáfora y usar alguna interpretación extraña para no tener que decir que está mal.

Quiero mostrarte algo desde las Escrituras. Si has estado aquí en Crianza Reverente con nosotros por un tiempo, recordarás que hemos mirado a fondo el pasaje de Hebreos 12 donde Dios expresa su crianza hacia nosotros. Nos dice que Él como padre nos ama y nos disciplina para que podamos correr con paciencia esa carrera de fe con los ojos puestos en Jesús. Si no has escuchado el episodio 7 que se llama “La Disciplina que proviene del Señor”, te animo a hacerlo porque ahí abrimos el capítulo y lo estudiamos a fondo. Por ahora solo quiero destacar que cuando el autor de Hebreos dice lo siguiente en Hebreos 12:5-6: “y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo”, ¿sabes lo que está haciendo? Está citando Proverbios 3:11-12 que dice así: “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, Ni te fatigues de su corrección; 12 Porque Jehová al que ama castiga, Como el padre al hijo a quien quiere.” Si yo siento que la enseñanza sobre el amor en el Nuevo Testamento contradice las palabras de Proverbios, estoy en desacuerdo con los autores bíblicos. Necesito abrazar con fe lo que la Biblia me está diciendo acerca de la disciplina que Dios ejerce en la vida de sus hijos amados.

Ahora quiero hacer un paréntesis y decir que si has hecho un estudio profundo de las Escrituras, aceptas el carácter de Dios como santo, un Dios que juzga y que no puede ver el pecado, un Dios que disciplina, y aún así has llegado a la conclusión que la vara no se debe usar, pero sí aceptas la disciplina de Dios en tu vida y haces mucho esfuerzo por disciplinar a tus hijos en el hogar, entonces esa es una situación diferente. Podemos respetarnos unos a otros en el hecho de que llegamos a conclusiones diferentes sobre cómo de debe ver esa disciplina en amor.

Pero si has llegado a tu conclusión (por ejemplo, de no usar la vara o de no practicar disciplina en tu hogar) principalmente por influencias seculares, libros y artículos que lees, o por tu experiencia personal solamente, te animo a poner a un lado todos esos recursos y fuentes de información y acercarte a las Escrituras rogándole sabiduría al Señor para llegar a una mayor comprensión de cómo funciona la disciplina de Dios hacia nosotros y cómo podemos reflejar el amor del Evangelio en nuestra crianza que incluye la disciplina entre muchas otras cosas.

Pongamos a un lado todos los conceptos humanistas, románticas y egocéntricas sobre lo que es el verdadero amor, y permitamos que el mismo Evangelio de Jesucristo nos defina el amor. El amor de Cristo nos ve en nuestra horrible y perdida condición, se sacrifica para salvarnos cuando nosotros no podemos, nos exige rendirle todo porque sabe que es lo mejor que nos puede pasar y que eso es lo que le glorifica, nos da el don de la fe y la regeneración, y luego nos sigue dando el don de la disciplina diaria que revela nuestra continua lucha con el pecado y nos empuja hacia el arrepentimiento y crecimiento en la fe. ¡Aleluya! ¡Qué bendición!

Cuando yo reconozco cómo el Evangelio sigue obrando en mi por medio de la disciplina amorosa que Dios continuamente aplica a mi vida, comienzo a comprender el rol amoroso que mi disciplina hacia mis hijos puede tener. Me puedo convertir en un instrumento de amor en manos de Dios para llevar a mis hijos hacia la victoria sobre el pecado, y a experimentar la santificación que los va a convertir en personas que glorifican a Dios y disfrutan de intimidad con Él.

Dios me ha confrontado a mí personalmente con esta gran pregunta: ¿Deseas con todo tu corazón disfrutar comunión íntima con Dios y glorificarle con todo lo que tú haces? Este es el factor principal que va a motivar mi lucha con el pecado, mi deseo de arrepentirme y crecer en fe. Pues, ¡quiero desear eso para mis hijos también! La salvación como obra de Dios en sus vidas es lo que les va a suplir eso, claro. Pero la manera en que yo trato amorosamente con su pecado, confrontándole, disciplinándole, consolándole, animándole, estructurando su vida para dirigirle hacia una vida de santificación, restringiendo sus tendencias pecaminosas. Dios hace todo esto y más por mí en la disciplina que Él lleva conmigo. Porque Él sabe que lo mejor para mí es andar en comunión íntima sin los estorbos del pecado, de mi carnalidad, de mi superficialidad, de mi pereza, de mis metas muy deficientes y a veces sin sentido. Bendita disciplina de Dios que me abre el camino a mayor deleite en Él. ¡Cuánto quiero eso para mis hijos! Qué privilegio poder participar en ese proceso que Dios también quiere hacer en ellos.

Dijimos que hay dos extremos hacia los cuales podríamos tender. Uno es definir el amor a mi estilo como algo que no incomoda, no castiga, no permite sufrimiento, no exige, no aplica consecuencias. Pero estoy segura de que hay padres y madres que están escuchando y dicen, “no, pues, en mi casa somos muy disciplinados”. Ok. La pregunta es: ¿esa disciplina refleja y apunta al Evangelio? Solo porque disciplinamos a nuestros hijos no significa que lo hacemos bien. Yo me tengo que hacer esta pregunta constantemente porque mi tendencia sería hacia el lado de sobrevalorar los métodos y las prácticas específicas en la disciplina, y olvidarme del espíritu del Evangelio.

Mi esposo y yo hemos escuchado a lo largo de más de 20 años de estar colaborado en una universidad cristiana incontables historias de hogares cristianos, y casi tendría que poner la palabra “cristiano” entre comillas porque me cuesta creer que algunas de las cosas que hemos escuchado pudieran ser practicadas por personas que verdaderamente conocen la gracia y el amor del Evangelio. Hemos escuchado de hogares manejados como campo de entrenamiento militar con castigos humillantes; de una hora de devocional familiar a las 5 de la mañana porque esa era la hora más conveniente para papá. Sus hijos odiaban la idea del devocional familiar. Alguien describió para mi esposo una vez cómo sus padres metían su cabeza en una cubeta con agua cuando desobedecía. Esta práctica se categoriza como tortura en la mayoría de los países del mundo.

Claro, estos son casos extremos, pero hay cientos de historias de hogares rígidos donde reina la disciplina y la aspereza, y la vida diaria consiste en cumplir un montón de reglas. Me compadezco mucho con padres así porque esta es mi tendencia. Quiero decir algo y que se me haga caso a la primera. De hecho, ¡esta es una buena meta cuando les enseñamos obediencia a los niños! Tedd Tripp habla de esto en Cómo Pastorear el Corazón de tu Hijo. Dice que la obediencia debe ser sin demora y sin cuestionamiento porque así debemos obedecer a Dios, con un espíritu de gozo y no de queja. El gran problema es que muchas veces cuando estoy exigiendo obediencia inmediata de mis hijos, lo estoy haciendo con impaciencia y frustración, y mi motivación es mi propia comodidad, o mi imagen como mamá (qué pensarán otros), o mi propia agenda. Esto no describe un hogar que practica la disciplina que refleja y apunta al Evangelio.

Hemos hablado con jóvenes que crecieron sintiendo que eran herramientas de mercadotecnia de sus padres. La disciplina apuntaba a que todos pensaran bien de la familia. Por esto, incidentes públicos de mala conducta recibían disciplina más severa que desobediencia en casa. Guardar la imagen familiar, o de papá en la iglesia quizá, era el fin ultimo de toda la disciplina del hogar.

Algunos padres caemos sin darnos cuenta en poner nuestra fe en la disciplina. Si llevo una buena disciplina en el hogar, mi hijo seguirá a Dios. Está lo opuesto. Si disciplino a mis hijos se van a alejar de Dios entonces nada de disciplina, “puro amor”, como dicen algunos. Pues ya hemos visto que el amor de Cristo disciplina, no como algo que trae la salvación en sí, no. Sino como algo que revela el pecado y apunta a la única verdadera solución.

La disciplina que se practica en muchos hogares no incita a nuestros hijos a la adoración. Los incita a adorar algún ídolo. Puede ser el ídolo del materialismo (una persona disciplinada ganará mucho dinero), o el ídolo de la buena imagen como ya comentamos. La única disciplina que lleva a nuestros hijos hacia la adoración a Dios es la que refleja el Evangelio. ¿A qué me refiero?

¿Te acuerdas en el episodio anterior que Mateo nos rogó que no perdamos las oportunidades que el sufrimiento o las luchas ofrecen a nuestros hijos para tener que enfrentar su realidad? De esto estaba hablando. Cuando no dejo pasar el pecado de mi hijo, sino que lo nombro por lo que es y aplico las consecuencias debidas y esperadas (esto quiere decir que el niño ya sabía lo que sucedería si él actuaba así), estoy reiterando para él el hecho de que no puede agradar a Dios por sus propias fuerzas. Estoy recordándole que viene un juicio de parte de un Dios santo y justo, quien también es un Dios de amor y gracia que quiere salvarle de su pecado.

Cuando una niña crece en un hogar con rutinas establecidas, y hábitos sanos que se le han exigido como preparación para servir al Señor con gozo, ella está experimentado la disciplina que apunta al Evangelio. Ella limpia su cuarto porque Dios es un Dios de orden y El es glorificado cuando queremos mantener el orden, tanto en las cosas físicas como en las relaciones humanas de autoridad. Cuando a un niño se le exige hacer tareas o practicar algún instrumento o deporte con disciplina, aun cuando ya perdió las ganas de hacerlo, está siendo entrenado en la disciplina personal que Dios usará para llevarlo hacia Él en días de malas ganas o desánimo como creyente. El hábito que mis padres me inculcaron de leer la Biblia y orar, yo no lo llevaba siempre por ganas propias, pero ha dado muchísimo fruto en mi vida, en gran parte porque no se me obligaba a hacerlo para ser una buena cristiana o para poder poner la palomita en la lista de cosas que se deben hacer. Yo sabía que había que leer la Biblia porque ahí se conoce a Dios y la verdad que necesitaba. Todo esto abarca la disciplina. Pero como padres debemos alentar y motivar a nuestros hijos en esas disciplinas por razones pro-Evangelio.

Entonces, mamá o papá, si te preocupa más cuando tu hijo se porta mal contigo en la iglesia que en la casa, tu disciplina probablemente necesita un ajuste de motivación. Porque la preocupación principal es el corazón de ese niño delante de Dios. Al desobedecer, se quita de debajo de esa sombrilla de protección y bienestar que Dios promete al niño que obedece y honra a sus padres. No debo querer honra para sentirme bien como madre.  Debo entrenar y disciplinar, usando métodos positivos como negativos, todo con el fin de que ese niño tan amado reconozca su verdadera condición delante de un Dios santo y amoroso quien ha provisto todo lo que él necesita.

Escucha las palabras de la carta de Pablo al pastor Tito en capítulo 2:11-14: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, 12 enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, 13 aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, 14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.”

Según este pasaje, ¿qué hace la gracia de Dios que ha traído salvación a nuestras vidas? Nos enseña, nos instruye, nos entrena a renunciar maldad y deseos mundanos y desordenados, y vivir en piedad y justicia mientras esperamos ese día cuando Dios se revele completamente en su gloria. ¿Y qué nos motiva? Ese sacrificio que se dio a si mismo para redimirnos de esa iniquidad. Y dice que para purificar para sí un pueblo. Nuestro crecimiento en santificación es parte de ese proceso de purificación, y la disciplina es una herramienta principal para eso, en la vida de padres y en las vidas de los hijos.

Quiero terminar este tema destacando algo que Jesús dijo a la iglesia de Laodicea en Apocalipsis capítulo 3. Voy a leer versículo 19 a 21. “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”

¿Sigues las conexiones ahí? Jesús reprende y castiga porque Él ama profundamente. Quiere que nos arrepintamos constantemente y ese arrepentimiento abre la puerta a la comunión íntima con Él. Él quiere cenar, platicar, tener convivencia íntima con sus hijos. Ese proceso de ser castigado, arrepentirse, experimentar comunión íntima y eventualmente experimentar victoria nos dejará sentados con el sobre su trono. ¡Qué belleza de mensaje de nuestro Salvador! Yo quiero ser instrumento en las manos de Dios para que mis hijos también experimenten este proceso. La disciplina constante, firme, y amorosa que podemos implementar en nuestro hogar puede ser lo que Dios usa para llevar a nuestros hijos a experimentar esto también.

La disciplina que refleja y apunta al Evangelio no tiene sustituto en la crianza. Esta semana te quiero recomendar un libro sobre el cual acabamos de publicar una reseña. Es un clásico que se llama Cómo Pastorear el Corazón de tu Hijo. Tedd Tripp entiende y abraza el Evangelio y te ayuda a ver cómo se ve una disciplina en el hogar que es fiel al Evangelio.

Y te animo a bajar el estudio bíblico de esta semana que es sobre Hebreos 12. Estudia la Palabra y lo que Dios dice acerca de su propia crianza hacia sus hijos, y esta semana cae sobre tus rodillas y pídele al Señor que te demuestre si tu comprensión del rol de la disciplina en el trato de Dios hacia ti ha sido deficiente. Pídele sabiduría para ejercer una disciplina en tu hogar que fielmente refleja el Evangelio de la gracia de Dios. Que Dios te conceda esa sabiduría esta semana en tu crianza.

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Autor

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

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