por Jessica Thompson
“Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.” Génesis 2:25
¿Recuerdas la primera vez que tus padres te hablaron de sexo? (¿Tuviste en realidad una conversación por primera vez con ellos?) ¿Fue incómodo? ¿Fue una conversación o solo información que te lanzaron seguida de preguntas rápidas de las cuales no se hablaría de nuevo? ¿O fueron tus padres de ayuda, se interesaron en escuchar tus dudas y te aseguraron que podías hablar con ellos acerca de cualquier cosa?
Recuerdo la primera vez que mi mamá me hablo de sexo. Aunque los detalles de la plática no son muy claros, recuerdo haber terminado la conversación con un buen entendimiento de que el hombre pone su parte especial dentro de la parte especial de la mujer. También recuerdo estar bien segura de que la parte especial de la mujer estaba por algún lugar entre su clavícula u omóplato.
¿Qué hay acerca de la primera vez que tus amigos te hablaron de sexo? ¿Fue emocionante o aterrador, o vergonzoso o todo al mismo tiempo? ¿Te sentiste presionado a saber más de lo que sabías? ¿Te sentiste avergonzado porque ya sabías mucho debido a circunstancias fuera de tu control?
No sé si recuerdo específicamente la primera vez que escuché a mis amigos hablar de sexo, pero recuerdo que de quién más escuché fue de los chicos de mi grupo de jóvenes. La primera conversación sexual explícita que recuerdo fue durante una salida con los jóvenes. Para hacerlo aún más irónico, estábamos de camino a una conferencia de “El Amor Verdadero Espera”. Aprendí mucho más en ese recorrido en carro de 30 minutos que en los 14 años previos.
No describiría como positivas las emociones que experimenté en la conversación con mi mamá o mis amigos. Sin embargo, en Génesis 2:25 tenemos una descripción de una experiencia positiva. Adán y Eva estaban desnudos y sin avergonzarse. ¿Podrías imaginarte un escenario en donde estés completamente desnudo, emocional y físicamente, y no estés avergonzado? Nada que esconder. Nada que cubrir. Ningunas partes buenas por enfatizar. Ningunas partes malas por no enfatizar. Esta es la belleza de la experiencia sexual tal como Dios la diseñó. Esta unidad completa, que la Biblia describe en la primera relación, es lo que sucede cuando la llenura del evangelio está presente en nuestras vidas.
La realidad de la forma en que experimentamos el sexo actualmente va en dirección opuesta al propósito y experiencia que Dios diseñó. Cada uno de nosotros está dañado. Cada uno de nosotros conoce la impureza sexual de manera diferente. Algunos hemos sido usados y otros hemos usado a otros sexualmente. Algunos hemos sido abusados sexualmente y algunos hemos maltratado a otros sexualmente. Algunos nos sentimos superiores a otros porque no nos involucramos sexualmente antes del matrimonio y algunos nos sentimos inferiores y confundidos y pensamos que no podemos ofrecer un buen estándar a nadie con respecto al sexo… especialmente a nuestros hijos. Todos traemos nuestra propia historia a nuestra visión del sexo.
La iglesia en general y específicamente los padres, han escogido en el pasado tratar de controlar el comportamiento sexual de sus hijos ya sea asustándolos a guardar el sexo hasta el matrimonio o engañándolos al hacerlos pensar que si se mantienen vírgenes, el sexo dentro del pacto matrimonial será automáticamente grandioso. Hemos prometido recompensas si tienen éxito y severas consecuencias si fracasan. Y aunque hay consecuencias terrenales por pecar sexualmente, el evangelio nos recuerda que todas las consecuencias eternas fueron llevadas por nuestro dulce Salvador. Entre más avivemos su pasión por Cristo y lo que ha hecho por ellos, más rápido ellos correrán de regreso cuando ellos fallen, o incluso, por la gracia de Dios, serán capaces de no caer en tentaciones sexuales.
Sabemos que nuestros hijos no van a obtener la visión bíblica del sexo por la cultura. La cultura se columpia entre que es muy importante el sexo y no es realmente muy importante. Es la culminación de toda gran experiencia y es tan poco importante que te puedes involucrar con cualquiera.
Necesitamos darles a nuestros hijos una visión diferente. Necesitamos darles a nuestros hijos una visión del sexo bíblica y centrada en la gracia. La pregunta es, ¿cómo les hablamos de sexo a nuestros hijos en una manera que valida que el sexo es algo bueno, en la manera en que Dios lo diseñó, sin avergonzarlos o asustarlos a pensar que el sexo es algo malo? ¿Cómo nos ponemos a su lado y les damos más que una lista de lo que se debe y no se debe hacer?
Hermanas, debemos hacer más que solo seguir reglas. Debemos mostrar a nuestros hijos que una relación con Jesús es mejor que cualquier otra experiencia. Y debemos asegurarnos de que ellos sepan que ningún pecado, sexual o de otro tipo, sobrepasa la gracia de Dios. Solo podemos hacer eso si estamos embelesados por el amor de Cristo. Solo podremos dar una visión clara del sexo cuando afirmamos que Cristo ama a la prostituta tanto como a la mujer que era virgen cuando se casó. La gracia nos pone en un mismo nivel a todos. Toma todas nuestras buenas y malas acciones y dice: “Solo voy a ver el registro perfecto de Cristo.” La gracia toma al promiscuo y al piadoso sexualmente y dice: “Descansa en Su pasado, no en el tuyo.”
Las buenas nuevas de cómo el evangelio afecta a nuestra sexualidad no son solo buenas nuevas para nuestros hijos sino también para cada uno de nosotros. La parte difícil de la vida cristiana es creer que el evangelio toma cada área de nuestra vida y la redime para la gloria de Dios y para nuestro bien. Que hoy podamos aferrarnos a esta verdad y confiarle a Él nuestras profundas heridas y las cosas en nuestra vida que parecen muy dolorosas o demasiado intimas para abrirnos, y que compartamos esta libertad y esperanza que sigue con nuestros hijos. Él es fiel. Él te ama tal como eres y también a tus hijos. Él es amable. Él va a redimir. Estas gloriosas nuevas valen toda la pena que puedas sentir en cualquier conversación con tus hijos. Así que, sonríe y compártelas.
Este artículo fue publicado primero en www.risenmotherhood.com. Usado con permiso.