Al acercarse más a la adolescencia, tus hijos se irán dando cuenta de algo alarmante:
Resulta que sus padres se pueden equivocar en ciertas cosas. No solo equivocarse en asuntos pequeños o debatibles -la hora de irse a dormir, el límite de tiempo de pantalla, o una bola de helado extra con el postre- sino que se pueden equivocar acerca de los asuntos grandes.
Cuando son pequeños, la mayoría de los niños dan por sentado que la visión que sus padres tienen acerca del mundo es simplemente como son las cosas. Pero con el tiempo, cada niño se da cuenta que solo por el hecho de que sus padres crean algo, esto no significa necesariamente que sea cierto.
Lo cual, por supuesto, tiene grandes implicaciones en su fe, porque de repente, confiar en Jesús por el hecho de que mamá y papá lo hacen, ya no es suficiente. Si van a continuar creyendo todo esto del cristianismo, van a necesitar saber el por qué.
No lo sé.
“Hola, Sr. Morphew. Déjeme decirle acerca del momento en que usted por primera vez se ganó el respeto de mi hija.”
Aquella madre me sonrió desde el otro lado del escritorio de la escuela, como si esta fuera una manera perfectamente normal de comenzar una reunión entre padres y maestro.
“Como usted sabrá,” continuó, “ella tiene muchas preguntas.”
Esto era cierto. La estudiante en cuestión tenía nueve años, muy inteligente y curiosa, con un desdén sano hacia las respuestas fáciles. Llegaba con sus preguntas, y con toda su fuerza de personalidad, a mi clase de Estudios Cristianos.
“Mi hija realmente aprecia el tiempo que usted se toma para responder sus preguntas en clase,” la madre prosiguió.
“Gracias”, le dije. “Sí, yo creo que es muy importante que…”
“Pero no fue así que usted se ganó el respeto de mi hija, porque cualquiera puede inventarse la respuesta a una pregunta. Hace unas semanas, mi hija le preguntó algo sobre Dios, y usted le dijo que no sabía la respuesta. Usted le dijo que investigaría el asunto, y que le respondería luego. Y eso fue todo. Ese fue el momento en que usted se la ganó.”
Esta conversación sucedió hace más de una década, y ha moldeado mis enseñanzas desde entonces.
Dirigiendo nuestra fe en la dirección correcta
Cuando un niño viene a nosotros con una pregunta difícil acerca de Dios, admitir que no sabemos la respuesta puede hacernos sentir que lo estamos decepcionando. Pero yo estoy convencido de que en realidad estamos haciendo lo opuesto. Lo estamos invitando a dirigir su fe en la dirección correcta.
Pablo nos recuerda que, de este lado de la eternidad, tener una imagen incompleta de Dios es simplemente parte de la condición humana: “Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido” (1 Cor. 13:12). Llegará el día cuando todo se aclare, pero no hemos llegado a ese día todavía.
Mientras tanto, cuando permitimos que nuestros hijos sepan que no tenemos una respuesta a su pregunta, y cuando nos sentamos tranquilamente a su lado en esa condición de no saber, nuestros hijos recibirán algo mucho mejor que una respuesta puramente teológica.
Tendrán la oportunidad de observar cómo, a pesar de no tener esa respuesta a la mano, nuestra fe no se desmorona, nuestro mundo no se derrumba, y no damos vueltas en una crisis existencial.
Tendrán la oportunidad de vernos persistir en seguir a Jesús a pesar de no tener todas las respuestas, porque nuestra fe no descansa en nuestro conocimiento de todas las respuestas acerca de Jesús. Nuestra fe descansa en Jesús mismo.
Al admitir que no tenemos todas las respuestas, estamos modelando a nuestros hijos que está bien no saber todas las respuestas, porque ya conocemos a quien sí se las sabe. Lo que significa que podemos desterrar cualquier miedo o ansiedad de la conversación cuando nos dirigimos a nuestros hijos y les decimos: “Esa es una excelente pregunta. ¿Por qué no buscamos juntos la respuesta?”
Pero esto sí lo sé
Esto es algo que he descubierto cuando admito que no tengo todas las respuestas: cada vez que libremente admitimos que no sabemos algo, contribuimos a un ambiente de honestidad que añade poder y significado a las veces en que decimos “Pero esto es lo que sí sé.” Y aunque hay muchas preguntas que no podemos responder, lo que sí sabemos como seguidores de Jesus es ya más que suficiente.
¿Por qué Dios dejó morir a tantas personas de Covid-19? ¿Por qué Dios no te dio eso por lo que oraste? ¿Por qué Dios permitió que a tu mamá le diera cáncer? No lo sé.
Pero esto es lo que sí sé: sé que Jesús es fuerte y bondadoso, y que nos ama profundamente. Sé que la cruz de Jesús es toda la evidencia que necesitamos de que Él está hombro a hombro con nosotros en nuestro sufrimiento, y que la resurrección es su promesa inquebrantable de que el mundo no será así por siempre.
Llegará el día cuando todo se arreglará, y cuando todas tus preguntas serán completamente respondidas, o se desvanecerán en la insignificancia. Por el momento, tenemos todas las razones para poner nuestra fe en Aquel quien ahora mismo ya ve todo claramente.
Este artículo fue publicado primero en Risen Motherhood. Traducido y usado con permiso.