¿Cómo hablo con mis hijos sobre otras religiones?

marzo 26, 2023

Intentaba cepillarle los dientes a mi hijo de 5 años cuando me hizo una pregunta. (Posiblemente fue una táctica para retrasar la cepillada de dientes). Me dijo que no todos sus amigos eran cristianos: algunos creían en otros dioses, mientras que otros decían que Jesús no era Dios. ¿Quién tenía la razón, y cómo lo podríamos corroborar?

Tarde que temprano (y más probablemente temprano, ya que vivimos en una sociedad pluralista), nuestros hijos se darán cuenta que no todos creen en Jesús, y van a considerar otras religiones y (esperemos) preguntarnos acerca de ellas. 

Después de nuestra conversación, reflexioné sobre cómo me había sentido cuando mi hijo me hizo esta pregunta, y sobre cómo podría haber respondido mejor. (Lo cual hice después. ¡Lo bueno de los niños es que podemos volver a una conversación previa e intentar de nuevo!)

Así que, aquí hay cuatro maneras en las que mis sentimientos me tentaron a hablar de manera no constructiva acerca de otras religiones. O para decirlo de forma positiva, aquí les dejo cuatro formas en que, al reconocer y resistir esas tentaciones, podemos responder a las preguntas de nuestros hijos sobre este tema de manera sabia y adecuada:

1. Sé confiado 

Mi primera reacción a la pregunta de mi hijo fue el pánico. ¿Y si piensa que sus amigos tienen la razón? ¿No es muy pequeño para ser confrontado por estas cosas? Quizá deberíamos haberlo educado en casa.

Pero, espera un momento. El Evangelio es verdad, y el Evangelio es hermoso. Y desde que la prueba de embarazo salió positiva hemos estado hablando a nuestros hijos acerca de este Evangelio tanto como podemos. Desde que Eva dio a luz, nunca ha habido un momento en que el mundo no ofreciera una gama de opciones idólatras a un niño. Y de igual forma, nunca ha habido un momento cuando el hilo central de la historia humana no fuera la historia de Aquel que aplastó la cabeza de la serpiente, que secará toda lágrima y que arreglará todas las cosas. Por lo tanto, lo que sea que nuestros hijos escuchan en el salón de clases, en el parque, en la clase de educación física, o donde sea, necesitamos recordar que “el Evangelio es el poder de Dios para salvación de todo aquel que cree” (Rom. 1:16). En nuestros hogares, nuestros hermosos pies son los que traen buenas nuevas (Is. 52:7). Ningún dios falso ofrece lo que Dios ofrece; así que no hay por qué entrar en pánico. Nuestro Dios no tiene miedo de los ídolos, y nosotros tampoco deberíamos tenerlo.

2. Sé claro

Mi segunda reacción fue la del miedo a mi propia reputación. Yo soy amigo de los padres de esos niños. Quiero agradarles. Mi hijo va a decirles a sus amigos lo que yo dije. Ellos les van a contar a sus papás, y no quiero que piensen que soy intolerante.

El temor a lo que otros piensen nos lleva a evitar decirles la realidad a nuestros hijos sobre lo que las otras religiones son: historias falsas acerca de dioses falsos que hacen promesas falsas.

La verdad es que Jesús salva, y “en ningún otro hay salvación” (Hec. 4:12). Él es el camino, la verdad y la vida, y no tenemos la libertad de reemplazar “el/la” con “un/una”. Así que les decimos a nuestros hijos que Dios nos ha dicho quién es Él; nos lo ha dicho al venir como hombre, y lo demostró al resucitar a una nueva vida. Les decimos a nuestros hijos que estas son buenas nuevas porque ninguna otra religión puede ofrecer perdón y justicia. Puede que necesitemos leer un poco más acerca de una religión específica de la que nuestros hijos hayan escuchado para entender con claridad cuáles son sus diferencias, y cómo socava la verdad. Pero más que todo, necesitamos ser claros: Jesús es Rey y Jesús es Salvador, por consiguiente nadie ni nada más puede serlo.

3. Sé considerado

Mi tercera tentación fue lo opuesto a la segunda: el orgullo. Todas esas religiones están equivocadas. Todas las personas que piensan que hay muchos dioses, o que no hay dioses, o que hay un dios que no es nuestro Dios, son, en efecto, un poco tontas, y pecadoras, y ciegas.

Los niños no necesitan ninguna motivación para menospreciar a otros niños. Sus corazones, así como los nuestros, son propensos al orgullo. Así que al hablar de otras religiones, vale la pena recordar que de hecho estamos hablando acerca de otras personas; personas que no son más pecaminosas que nosotros, y que no son menos merecedoras de gracia que nosotros.

Aún sin orgullo, en nuestra urgencia justa por ayudar a nuestros hijos a ver que solo Jesus salva, está el peligro de comunicar poco amor y así enseñar a nuestros hijos a ser poco amorosos.  

Entonces podemos decirles a nuestros hijos que Jesús ama a sus amigos, y que ellos deberían hacerlo también; que Jesús murió por todo tipo de personas con diferentes trasfondos, ellos incluidos; que Dios los ha puesto en la escuela, o en la clase de educación física, o en el equipo de fútbol para que otros allí escuchen la verdad acerca de Jesús .

4. Sé convincente

Mi cuarta tentación es sobre-intelectualizar. Parafraseando una frase de Becky Pippert (en Stay Salt), Jesús llegó contando historias, pero nosotros llegamos predicando sermones. Me siento tentado a darles a mis hijos una lección de doctrina sobre las afirmaciones exclusivas de Cristo, obligarlos a memorizar Juan 14:6, y pensar que mi trabajo ya está hecho. Aunque ese enfoque puede convencer la mente de mis hijos, no se arraigará en sus corazones. 

Así que al final, unos días después de nuestra conversación inicial, le conté a mi hijo una historia. Le conté una historia sobre una época en que la gente no estaba segura de a qué dios adorar. Una época en que la familia real defendía una religión, mientras que un hombre llamado Elías llamaba a las personas a que siguieran otra. Una época en que se llevó a cabo un concurso en una montaña para ver cuál Dios se defendería a sí mismo. Una época en que solo uno de esos dioses envió fuego a la montaña, porque solo un Dios puede probar su propia existencia en el tiempo real y el espacio real. También le conté sobre otro tiempo cuando la gente seguía confundida, y el Dios real se probó a sí mismo de nuevo, esta vez no con fuego del cielo sino por medio de la resurrección.

Y luego le pedí que pensara acerca de cómo esos eventos reales en la historia le pueden ayudar a saber quién es el Dios real y qué decir la próxima vez que sus amigos estén hablando acerca de sus creencias individuales sobre Dios.

Después de todo, no solo tenemos las historias más veraces, sino también las mejores. Nuestra mayor oración no debe ser que nuestros hijos sepan la verdad, sino que amen al Señor Jesús; y que lo amen no porque sus padres lo aman, sino porque lo han conocido a través de su Palabra. Esta es, yo creo, la manera de criar hijos que, por la gracia de Dios, sepan en quién creen, y por qué creen, y puedan comunicar el Evangelio de manera segura y convincente. Esto es, sin duda, aún más importante que cepillarles los dientes. 

Este artículo fue publicado primero en Risen Motherhood. Traducido y usado con permiso.

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Autor

  • Carl es el autor de varios libros para niños, incluyendo The Garden, the Curtain, and the Cross. Carl está casado con Lizzie y es el papá de Benjamin y Abigail, y sirve como anciano en Grace Church Worcester Park en Londres, UK, y EVP de Publicaciones en The Good Book Company.

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