por Jennifer Phillips
La cita más profunda sobre la crianza que jamás he escuchado es de Dan Allender: “Una de las mayores fuentes de conflicto entre tus hijos y tú es cuando se niegan a inclinarse ante tus ídolos”.
Te reto a que hagas un bordado de eso y se lo des a una amiga en su baby shower.
Mamá enojada
Cuando tuve mi primer hijo, estaba decidida a lucirme en esto de la crianza. Leí todos los libros. “Si haces estas cosas”, prometían, “tu hijo tendrá un horario predecible y dormirá toda la noche para cuando regreses a casa del hospital”. O algo parecido. Excepto que mi hijo no cooperaba. Lloraba sin cesar. Tenía problemas para alimentarse y no dormía siestas de más de 20 minutos.
¿Sabes cuál era mi sentimiento predominante en medio de todo esto? Ira. Hacia un bebé. Tiraba almohadas a medianoche, y le gritaba a mi esposo y decía palabras poco amables, A mi bebé. Bueno, estoy segura de que las hormonas y la falta de sueño contribuyeron en mi respuesta, pero más que nada me molestaba porque había seguido fielmente A y B y no estaba obteniendo C. Me merecía un niño que cooperara; todos los libros me decían que lo haría si yo hacía mi parte, y yo hacía mi parte. Estaba adorando ante los altares de control, éxito, conveniencia y, digámoslo, reputación. Pero mi hijo se negaba a inclinarse. Y yo estaba furiosa.
Cumplió 1 año y se convirtió en un niño más fácil. Y yo en una madre orgullosa: “¡Somos unos padres increíbles! Si la gente siguiera nuestro ejemplo…”. Continuaba inclinándome ante mis ídolos: Control. Reputación. Éxito. Conveniencia.
Entonces Dios me dio exactamente lo que necesitaba: un segundo hijo que se negaba a hacer cualquier cosa que decíamos. Le disciplinábamos. Él se reía, y luego lo volvía a hacer. Era un enigma, bailando al ritmo de su propio tambor, desafiando a cualquiera que intentara decirle qué hacer.
¿Mi sentimiento predominante? ¿Adivinas? Ira. Cómo se atreve. Había creado un sistema de orden que amaba, y él lo destrozaba todos los días. Así que tomé más control, ordenándole que se inclinara ante mi ídolo de un niño obediente y respetuoso.
No se inclinaba y yo estaba enojada.
Identifica tus ídolos
En su libro Dioses falsos, Tim Keller dice: “Un ídolo es aquello que miras y dices, en el fondo de tu corazón: ‘Si tengo eso, sentiré que mi vida tiene sentido, entonces sabré que tengo valor, entonces me sentiré significativo y seguro’”. Los ídolos son las cosas que nos agitan cuando son amenazados.
¿Cómo puedes identificar tus ídolos? Aquí hay cuatro formas.
- Presta atención a tus respuestas emocionales negativas hacia tus hijos.
Piensa en las veces que te sientes más frustrada con tu hijo. La mayoría de las veces no es su comportamiento lo que está causando tu respuesta, sino que uno de tus ídolos está siendo amenazado. Busca el origen de tus sentimientos. ¿Qué está en peligro? ¿Tu imagen de cómo debe comportarse tu hijo? ¿Tu reputación? ¿Tu comodidad?
Nuestra reacción al comportamiento de nuestros hijos a menudo tiene poco que ver con el quebrantamiento por su pecado y mucho que ver con lo irritados que estamos de que estén amenazando nuestros propios deseos. Tómate el tiempo para trazar esas fuertes respuestas hacia su origen y arrepiéntete.
- Identifica en qué pones tu esperanza cuando las cosas van bien.
Cuando tu hijo obedece, ¿a quién o a qué le das crédito? ¿A tu nueva “tabla de comportamiento”? ¿Al libro que acabas de leer? ¿A tu fidelidad? Si es algo más que la gracia de Dios, podrías estar adorando a un ídolo.
- Cuidado con la trampa de comparación.
La raíz de la comparación es la idolatría. Puedes sentirte una fracasada porque adoras al desempeño y la reputación, y estás devastada por no dar la talla. O tal vez te sientes superior porque adoras al desempeño y la reputación, y crees que estás obteniendo un 10 en comparación con los que te rodean. Cuando te encuentres comparándote con otros padres y a tu hijo con otros niños, revisa dónde estás poniendo tu esperanza, que no sea en Jesús.
- Nombra las cosas buenas que has convertido en cosas supremas.
¿Qué buenos deseos se han transformado en demandas, en la medida en que intentas forzarlas o te afectan mucho cuando no las consigues? ¿Que tu bebé siga un horario? ¿Que tus hijos te hablen respetuosamente? ¿El éxito académico o atlético de tu hijo? Cuando las cosas buenas se convierten en cosas supremas, estás en territorio idólatra.
Por qué esto importa
Es muy importante identificar tus ídolos, no para sentirte mal contigo misma (“soy tan pecaminosa”) o bien contigo misma (“soy tan espiritual”), sino para descubrir cómo reemplazarlos con gracia y verdad. Discernir tus ídolos logra al menos tres cosas.
- Trae humildad a tu crianza.
Uno de los mejores regalos que Dios me dio fue un niño que no cumplía con las reglas, porque Dios lo usó para revelar y aplastar mis ídolos. Cuando veo cuán propensa soy a adorar otras cosas que no sean Jesús, soy mucho más agradable en mi disciplina, no suave o irresponsable, sino agradable, empática. “¿Cómo pudiste?” se convierte en “Perdóname. . . el mismo afecto por el pecado que está en tu corazón también está en el mío. Estamos en la batalla juntos, del mismo lado”.
Una de las habilidades de crianza más importantes es saber cómo arrepentirse. Humíllate, tus hijos recordarán tu arrepentimiento tanto como cualquier devocional familiar que hayas dirigido.
- Te ayuda a enseñar a tus hijos a identificar sus propios ídolos.
Nuestro comportamiento es impulsado por lo que adoramos. Si puedes trabajar para identificar lo que estás adorando además de Dios, entonces también puedes ayudar a tus hijos a ver lo que están adorando. Esto lleva a un arrepentimiento más profundo y, si Dios permite, a un verdadero cambio de corazón.
- Cambia tus objetivos de crianza.
Ya no quiero niños bien educados. Ese no es el objetivo final para mí. Quiero adoradores de Cristo que sepan amar y arrepentirse, que corran hacia Él cuando fallen. Solo Dios puede hacer que esto suceda en sus corazones; no puedo forzarlo. Pero como este es el objetivo, ya no me preocupo tanto por las cosas pequeñas.
Dios te está criando
En su libro Crianza: 14 Principios del Evangelio que pueden cambiar radicalmente a tu familia, Paul Tripp observa: “Mientras buscamos criar a nuestros hijos, el Padre celestial cría a todos en la habitación”. Al criar a tus hijos, Dios te está criando a ti. Y se ha comprometido a hacerlo durante toda la vida.
Entonces, cuando estás en ese conflicto sobre la hora de dormir con tu hijo y quieres gritar porque todo lo que quieres es un tazón de helado y Netflix, Dios está ahí para criarte. Él está allí para mostrarte tu egoísmo, tu idolatría, y encontrarte con su amor y gracia. Tienes un Padre perfecto que no se cansa de ti cuando vuelves a las cisternas rotas. Él te redirige y te cambia, poco a poco, para ser más como Él; te cría con gracia para que puedas criar a tus propios hijos con gracia.
Si esa no es la mejor noticia que escucharás en todo el día, no sé cuál es.
Este artículo fue publicado primero en The Gospel Coalition. Usado con permiso.