Categoría: Comunicación

Padres, que su «no» sea «no»

octubre 29, 2022

Aunque la Biblia dice cosas que son misteriosas y ocultas (como “un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo” en Daniel 7:25), también dice cosas que parecen descaradamente obvias (por ejemplo, “donde no hay bueyes, el pesebre está limpio”, Proverbios 14:4).

Entre las cosas aparentemente obvias, Jesús dice: “Que lo que digas sea simplemente ‘Sí’ o ‘No’ (Mateo 5:37)”. Es sencillo, pero muchas personas, incluidos los padres, no lo practican de manera constante. Como consecuencia, somos testigos de problemas —en vuelos domésticos, en los pasillos de las iglesias y en los restaurantes— dondequiera que los niños prueben si el “no” de los padres realmente significa “no”.

Las consecuencias surgen cuando un padre dice: “No, no puedes . . . ” pero el niño se demora, hace un alboroto, se queja, o simplemente desobedece, y los padres se inclinan ante él. Comprender el “sí” y el “no” son prerrequisitos profundos para experimentar y apreciar la misericordia y la gracia, y no hay nada que deseamos más para nuestros hijos.

1. El comportamiento recompensado se convierte en comportamiento repetido.

Primero, cuando la queja del niño hace que obtenga lo que quiere, el padre ha recompensado esta queja o llanto. De acuerdo con las leyes naturales que Dios ha diseñado en el universo, los comportamientos recompensados ​​se fortalecen, no se debilitan. Esos padres obtendrán más de lo que recompensan: lloriqueos, retrasos, quejas.

Los niños crean un patrón de quejas, porque los recompensamos por ello. ¿Qué recompensa? Lograr su propia voluntad anula la voluntad de una autoridad. Esto es lo que desea la naturaleza pecaminosa.

“Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Prov. 22:6).

2. Las palabras inconsistentes se convierten en palabras no confiables.

En segundo lugar, cuando un padre dice que no, pero no lo hace cumplir, las palabras presentes y futuras del padre se ven comprometidas, si no completamente desprovistas de significado. El niño ya no sabe con certeza cuáles palabras son creíbles. ¿”No” significa “no”, o significa “quizás”?

Cuando los padres son inconsistentes, el niño no sabe cuándo los padres realmente quieren decir lo que dicen y cuándo no. Las instrucciones, incluso palabras individuales como el “no”, se vacían de significado.

Padres, digan lo que quieren decir en serio. Al niño le ayuda profundamente saber que puede confiar en ti y en tus palabras. Es saludable que el niño tenga plena confianza de que tú hablas en serio cuando dices cosas como: “No, no puedes quedarte despierto más tiempo; ponte el pijama”. Al niño le sirve saber que ustedes harán lo que dicen que harán si él no comienza a moverse hacia su pijama.

El “no”, no debería significar “no” la mayor parte del tiempo, sino todo el tiempo. Cada vez, cero amenazas inactivas. Pero nota: certeza no es severidad. Una respuesta segura y rápida de los padres no tiene por qué implicar dureza.

“Disciplina a tu hijo, y te dará descanso; dará alegría a tu alma” (Prov. 29:17).

3. La autoridad subvertida se convierte en una autoridad ignorada.

Tercero, la autoridad del niño asciende a un lugar más alto que el de los padres, y esta progresión conduce al caos. Sí, los padres pueden otorgar a los niños la autoridad para tomar ciertas decisiones con la aprobación de ellos dada por adelantado (por ejemplo, «Juanito, puedes elegir qué historia bíblica leeremos esta noche»). En este caso, los padres aún retienen la jurisdicción apropiada dada por Dios.

Pero cuando las instrucciones de los padres son anuladas por el niño, se ha producido un motín en el barco de la familia.

Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo” (Ef. 6:1).

4. Ignorar la autoridad de los padres lleva a ignorar la autoridad espiritual.

Cuarto, el hecho de no hacer cumplir tus instrucciones como padre, enseña y modela el desprecio por las instrucciones de Dios como Padre. Cuando modelas obediencia al mandato de Dios de disciplinar a tus hijos, les demuestras a tus hijos que aceptas tu propia instrucción de parte de Dios.

La adherencia constante al “sí” y al “no”, enseña que vivimos en un universo de causa y efecto diseñado por Dios donde las acciones tienen consecuencias. Un niño no puede pecar con impunidad, y cuanto antes lo ayuden sus padres a aprenderlo, mejor estará el resto de su vida. Para el padre sin experiencia, esto puede parecer duro, pero es amor. Y no es nada amoroso tratar a nuestros hijos de otra manera.

Decir “no” a los impulsos carnales de un niño de manera suave, firme y constante le enseña el valor de decir “no” a sus propios impulsos obstinados. Un gran objetivo de desarrollar tal autocontrol no es simplemente fomentar la dureza estoica, sino permitir que el niño vea que hay algo infinitamente más deseable: Jesús mismo. Con esperanza, le damos al niño un regalo al hacer que desvíe sus ojos de su voluntad propia para contemplar a alguien más, su padre, y a través de su padre, ver a Alguien Más.

“Corrige a tu hijo mientras haya esperanza” (Prov. 19:18).

5. Un “no” amoroso y constante moldeará a tus hijos.

Quinto, si la desobediencia no recibe una pronta respuesta cada vez, la desobediencia echa raíces y crece. La vigilancia es el llamado de los padres. La corrección es una alta prioridad: deja lo que estás haciendo y amablemente corrige al niño.

Asegúrese de tener la atención del niño. Míralo a los ojos y hazle saber que tiene tu atención. Una de las herramientas más simples y efectivas que descubrí como maestro de escuela primaria y como padre fue la pregunta breve: «¿Qué dije?» Demuestra que sigo insistiendo en lo que dije un momento antes.

No emita órdenes a menos que primero esté dispuesto a hacerlas cumplir de manera constante y tenaz. “No” no significa quejarse un poco más, lloriquear un poco más fuerte, lanzar un berrinche más grande o presentar argumentos. Obtenga obediencia primero; luego considere las apelaciones del niño.

Mi esposa y yo solíamos decirles a nuestros hijos: “Cuando pidas algo, lo consideraremos. Si te quejas, el permiso se niega automáticamente”. No debería sorprenderle saber que nuestra práctica constante de esa política puso fin a los lloriqueos. Además, “si continúas lloriqueando después de que se te niegue el permiso, vendrán peores consecuencias de manera rápida y segura”.

“El que escatima la vara odia a su hijo, pero el que lo ama se esmera en disciplinarlo” (Prov. 13:24).

Que tu amoroso “sí” sea frecuente

Me apresuro a añadir que la palabra “no” es mucho más aceptable cuando la pronuncia y la impone un padre que también suele decir que sí a menudo. Teníamos mucha alegría y humor en nuestra casa, con papá riéndose de sí mismo primero. Tal alegría proporciona un entorno y un contexto en los que, en general, el “no” parece menos restrictivo. Mantén las reglas al mínimo.

“Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten” (Col. 3:21).

Y ora. Pídele a Dios que ayude a tus hijos a aprender de ti que no se debe confundir el y el no.

Este artículo fue publicado primero en Desiring God. Traducido por Francesca Astorino y usado con permiso.

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Autor

  • Sam sirve como uno de los pastores en la iglesia Bethlehem Baptist Church. Es autor del libro Parenting with Loving Correction: Practical Help for Raising Young Children (Criando con corrección amorosa: ayuda práctica para criar niños pequeños).

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