Categoría: Enseñanza,Hijos

¿Por qué Dios les dio a mis hijos una mamá enferma?

marzo 29, 2020

por Charlene Nelson

La primera vez que me desmayé por una hemorragia interna, mi hija mayor tenía cuatro años y la menor tenía tres meses. Después de un año más de luchar contra una fatiga devastadora, los médicos descubrieron el tumor y seis meses más tarde me operaron. Me despertaba cada mañana sintiéndome pisoteada y veía a mis hijos con la mirada borrosa. La madre que quería ser estaba fuera de mi alcance, y mi corazón sufría tanto como mi cuerpo.

Para las madres que luchan con dolor crónico, fatiga, enfermedades físicas o mentales, nuestras incapacidades pueden ser abrumadoras. Olvídate de hornear, hacer manualidades o cuidar el jardín con tus pequeños; solo queremos sobrevivir el día sin desmoronarnos. Queremos que nuestros hijos nos vean sonreír, aunque sea difícil.

No es así como imaginamos la maternidad y no es así como se supone que debe ser. Dios creó a Adán y Eva con cuerpos perfectos y saludables, pero los efectos del pecado en ellos y en nosotros no solo son espirituales, sino también físicos. Nuestros cuerpos son susceptibles a la enfermedad y al dolor, y ver cómo esas realidades impactan a nuestros hijos puede causar un dolor mucho más profundo en nuestras almas.

Ya sea que hayas luchado o no con una enfermedad importante, todos tenemos épocas en las que nos preocupamos por no tener suficiente para dar a nuestros hijos. Pero todos podemos estar alentados con que Dios tiene buenos propósitos para nosotros y nuestros hijos en todo momento.

Dios te hizo madre para sus propósitos

Dios sabía lo que estaba haciendo cuando puso niños en tu vientre. David dijo: “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Salmo 139:16). Dios te regaló hijos, aun sabiendo cómo serían los días que vendrían, incluidos aquellos con los que batallarías con la salud. Dios hace todas las cosas para nuestro bien y el de nuestros hijos, incluso tener una madre enferma.

Quizás Él quiere enseñar a tus hijos cosas que no podrían aprender a través de una madre perfectamente sana. Mi hija mayor tiene un carácter notablemente empático y compasivo para una niña de siete años, lo cual creo que se debe en gran parte a la obra de Dios en su corazón durante mi enfermedad y el dolor crónico. Incluso cuando era pequeñita, aprendió a reconocer una necesidad y a satisfacerla.

Dios también puede usarte para modelar para tus hijos la perseverancia en el sufrimiento. Esto no significa que tengas que ser perfecta. Mis hijos me han visto derrumbarme más de lo que deberían hacerlo los niños. Me han visto luchar. Pero a través de las lágrimas y el dolor, he dicho: «Aun así confío en Dios. Él tiene el control. Él es bueno”. Y ahora a veces mi hija me recuerda la verdad de Dios cuando me es difícil recordar.

Dios puede bendecir a tus hijos a través de otros

Esa declaración puede doler al principio. Una de las cosas más difíciles para mí fue dejar a mis hijos con sus abuelos mucho más de lo que me hubiera gustado. Odiaba verlos irse y saber que sus recuerdos divertidos se estaban creando sin mí. Los abuelos hacían las cosas de manera diferente a la mía y les daban más papas fritas y helado que yo. A veces era agonizante.

En aquellos momentos tenía una opción. Podía estar amargada por lo que me estaba quitando mi enfermedad, o agradecida por el cuidado que otros nos estaban brindando a mis hijos y a mí. Elegí estar agradecida por la relación especial que mis hijos tienen con sus abuelos. No dejaba de ser doloroso cuando mis hijos estaban lejos, pero me consolaba en mi Padre celestial que siempre está conmigo. Él no promete quitar todo nuestro dolor y lucha en esta vida, pero promete estar cerca de los quebrantados de corazón y salvar a los contritos de espíritu (Salmo 34:18).

Dios conoce el peso de tus sacrificios

Si tienes problemas de salud, simplemente no puedes compararte con madres sanas. Es probable que tengas más desorden, menos productos horneados frescos, más tiempo en casa y salidas menos emocionantes. Las cosas pequeñas, como hacer un bordado o cantar canciones son un gran sacrificio. Pero ¿sabes? Jesús conoce el peso de tus sacrificios. Él no mide las ofrendas como lo hacen las personas.

¿Recuerdas a la pobre viuda que dio lo que parecía ser el regalo más pequeño en la caja de las ofrendas? Jesús dijo que ella había dado más que los ricos, porque ella dio de su pobreza (Lucas 21:3-4). De la misma manera, Jesús ve tu corazón y el costo de tus esfuerzos por amar y mantener a tus hijos a pesar de las luchas y debilidades. Él no compara tu día con el de otra madre, y tú tampoco deberías hacerlo. Si solo vestir a tus hijos y hacer pan tostado te cuesta la poca fuerza que tienes para ofrecer, entonces Dios sabe y considera que tu ofrenda es preciosa.

Dios no te está pidiendo que estés ocupada; mejor, te está pidiendo que seas fiel en la medida en que puedas (1 Corintios 4:2). Lo que a veces puede implicar quedarte en cama y tratar a los cuidadores con amabilidad. O poner el brazo alrededor de tu hijo mientras ve una película. O abrir el envoltorio de la barra de granola con paciencia cuando tiene hambre.

Dios ofrece esperanza para hoy y para mañana

En estos momentos puede que sientas que tu situación nunca mejorará, pero recuerda que Dios puede hacer todas las cosas. El Salmo 27:13 y 14 dice: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová”.

Pero no todos seremos sanados físicamente en esta vida. La palabra de Dios dice: “los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia”, pero tenemos la esperanza de que “lo mortal sea absorbido por la vida” (2 Cor. 5:4).

Un día veremos a Jesús, y todo este gemido llegará a su fin. La muerte misma, junto con el pecado, la tristeza, el dolor y la enfermedad serán absorbidos por la vida. En ese día, todo mal se corregirá, toda enfermedad se curará, cada lágrima se secará y veremos con nuevos ojos cómo Dios usó nuestro sufrimiento para sus buenos propósitos, incluso en la vida de nuestros hijos.

Este artículo fue publicado originalmente en www.risenmotherhood.com. Usado con permiso.

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Autor

  • Es esposa y madre de dos niñas y vive en Chilliwack, Columbia Británica. Ella es la próxima autora de un libro sobre el desánimo, y disfruta escribir para su blog en www.cometochrist.ca. Puedes encontrarla en Facebook como «Come to Christ» o en Instagram @charlenenelsonauthor.

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