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Reseña: Oye, Hijo Mío

mayo 28, 2023

“Criar con la eternidad en mente”. Estas son las palabras de ánimo que Juan y Jeanine Sánchez comparten en la introducción de su libro “Oye, Hijo Mío”. Quiźas puedes pensar que no necesitas leer otro libro de crianza, o probablemente te preguntarás, ¿qué cosa nueva me pueden enseñar de la crianza bíblica que aún no haya escuchado? Sin embargo, tú y yo estamos de acuerdo de que en nuestro andar cristiano siempre necesitamos palabras de ánimo y de reprensión. 

De la misma manera, en nuestro andar en la crianza bíblica necesitamos el constante recordatorio que alinee nuestra brújula de la crianza. Necesitamos que, como Juan y Jeanine nos dicen, “nos señalen a Aquél que cambia corazones y da gracia y nos acepta como somos para cambiarnos y hacernos más parecidos a Él”. Este, de hecho, es el objetivo de los autores al escribir este libro. Y es que nos proponen mirar la crianza bíblica como un discipulado bíblico en donde nuestra meta es que nuestros hijos no solo lleguen a conocer a Cristo sino que se parezcan cada vez más a Él. Cuando entendemos esto podemos ver más claramente nuestro rol en la crianza, no solo somos padres encargados de criar hijos sino que somos los principales discipuladores de nuestros hijos. 

A la luz de estas verdades esto debe traer más convicción y ánimo a nosotros como padres, pero a la vez, debe hacernos sentir el peso de nuestra responsabilidad. Lamentablemente muchas veces nos conformamos con el cambio superficial y una moralidad que traigan un fruto en el momento, y quitamos nuestra mirada del objetivo: criar con los ojos puestos en la eternidad. 

Si bien es cierto que Juan y Jeanine no nos proponen algo nuevo o que jamás hayamos escuchado, me gusta como nos recuerdan la diferencia entre la crianza bíblica y la instrucción moral. Nos conformamos con usar “tácticas” que ayuden a nuestros hijos a saber cómo comportarse en público. Muchas veces lo hacemos porque es lo que hemos aprendido como hijos, o quizás no tenemos instrucción, o tal vez es sólo porque copiamos lo que vemos que “funciona” con otras familias. 

El punto es que cuando recurrimos a la instrucción moral muchas veces lo hacemos para nosotros mismos, por temor al hombre y al qué dirán, y no por un genuino deseo de ver una verdadera transformación en nuestros hijos. Queremos que nuestros hijos se comporten bien en la iglesia, que estén sentados, callados sin correr y siguiendo la liturgia con la iglesia. Que no se peleen, que obedezcan, que sean bien portados. Y aunque nada de eso es malo, al contrario, debemos animarles a hacer todo eso, medimos el éxito de nuestra crianza en aspectos externos, en vez de un cambio verdadero que proviene de un corazón transformado por el poder del Evangelio.

Como dicen los autores, nos estamos centrando tanto en las conductas externas que nos olvidamos que todo eso no puede cambiar el corazón de nuestros hijos, y ese corazón es nuestra meta. Sabemos muy bien que no podremos cambiarlo pero es allí cuando nuestro rol como discipuladores bíblicos de nuestros hijos entra en escena. Nosotros mostraremos a ellos lo que el poder del Evangelio puede hacer en sus vidas. Nuestro objetivo es exponerlos a la Palabra, constantemente, instruirlos en disciplina y amonestación del Señor y orar para que nuestros hijos reciban un corazón de carne y se asemejen a Cristo. 

Me gusta mucho que constantemente los autores nos recuerden que “si vamos a criar hijos piadosos, las verdades del Evangelio deben estar primero en nuestros corazones y ponerse en práctica delante de nuestros hijos”. No podemos enseñar y mostrar lo que no tenemos. 

Mientras escribo esta reseña mi hija está a mi lado leyendo su libro, ella disfruta de varias pasiones pero su amor por los libros es tan bonito. Disfruta devorarse un libro y ahora está en su gusto por los libros que son de aventuras y misterios. Me contaba de cómo había terminado un libro en donde la pequeña protagonista había ido a una aventura con sus amigos y usaban un “mapa”, que básicamente eran pistas que les ayudaban a salir de un problema o guiarlas para llegar a una meta. Mientras yo leía “Oye, Hijo Mío”, me sentí como esa pequeña protagonista con este libro como un “mapa” lleno de pistas que nos guían a una meta, señalarnos a Cristo quién puede cambiarnos y hacernos más como Él es. 

Comienza el libro colocando los cimientos firmes, edificando luego sobre esos cimientos al proveer pilares del ejemplo de los padres y la instrucción bíblica. Después nos llevan a través de la disciplina correctiva y luego cómo podemos aplicar los principios que ya vimos anteriormente de acuerdo a la edad en la que se encuentren para guiarlos hasta un punto en donde ellos mismos puedan caminar en sabiduría y aplicando el Evangelio.

No creo que, después de leer esta reseña, te quede duda de si recomiendo este libro o no. Es fantástico ver cómo el Señor usa las experiencias y luchas de otros creyentes para edificar el cuerpo de Cristo, para animar y ayudar a crecer a otros hermanos. Como Pablo nos dice en 2 Corintios 1:4: “El cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios.” (LBLA) 

Como Juan y Jeanine nos recuerdan constantemente en su libro, “criar hijos es difícil” y concuerdo con ellos en que “es lo más difícil que he hecho”. No podemos criar hijos por nosotros mismos ni por nuestras fuerzas; tanto ellos como nosotros necesitamos a Cristo y a la iglesia. Nuestros hijos necesitan padres que sean humildes para admitir cuando pecan contra Dios y contra ellos, que sean fieles en su caminar con el Señor, pacientes y amorosos. Nuestros hijos necesitan que sus padres estén dispuestos a enseñar la Palabra en todo tiempo, mostrarles el amor de Cristo y el Evangelio que cambia vidas.

Pero lo último que te puedo animar a recordar es que no estás solo(a) en esta temporada de crianza. Dios te ha dado lo que necesitas, Él mismo promete ir de la mano contigo, te dió a su Hijo, y al Espíritu Santo que te consuela, y Su Palabra; la iglesia, una comunidad que te ayuda y crece contigo. Como nos recuerdan los Sánchez, “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas.” (Proverbios 3:5-6 LBLA)

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Autor

  • Vive en Monterrey, México junto con su esposo Justin y sus hijos Emma y Paulo. Después de servir por varios años en Curitiba, Brasil, regresaron a Monterrey donde sirven en su iglesia local. Millie está involucrada en el ministerio de mujeres y el ministerio de niños de su iglesia. Millie es mami de tiempo completo y tiene varios años colaborando en el ministerio de Crianza Reverente como editora del blog.

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