Dios los bendijo y les dijo: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra». Génesis 1:28 (NBLA)
“¿No sería encantador tener pequeñas versiones de ti y de mí corriendo por ahí? Me encantaría tener una familia…”
“Tú crees que sabes de qué estás hablando… ¡no tienes ni idea!”.
El cómico británico Michael McIntyre reprendió a los que aspiraban ser padres durante un espectáculo. A continuación, describió las complicaciones añadidas a la vida cotidiana con hijos. A través de un humor divertido, señaló que la eficiencia y la comodidad no acompañan a la tarea de formar una familia.
Tal vez, en cierto grado, tenga razón. Cuando se trata de entender el propósito de tener hijos, creemos saber de qué estamos hablando. Por muy seguros que estemos de nuestra comprensión, tenemos que hacernos esta pregunta: ¿De dónde vienen nuestras ideas sobre tener hijos? Probablemente obtendremos respuestas diferentes según los valores culturales, la época o la experiencia personal.
Pequeñas versiones de ti y de mí corriendo por ahí
Como vivo en una ciudad global y diversa, puedo ver a muchos grupos de personas distintas vivir sus creencias con respecto al propósito de tener hijos. Algunas personas aspiran a tener tantos hijos como sea biológicamente posible, tal vez con el objetivo de dar a luz a más niños que niñas. Algunas personas abrazan el concepto de adopción transracial y han hecho crecer su familia de esta manera.
Algunas personas se abstienen conscientemente de tener hijos por razones económicas. Algunas personas tienen más hijos precisamente por razones económicas. Las perspectivas sobre la fertilidad son tan diversas como las personas que las sostienen. ¿Cuál es el objetivo de tener pequeñas versiones de ti y de mí corriendo por ahí? ¿Tenemos alguna idea?
En la Biblia, los niños se consideran una bendición debido al mandato de Dios de “fructificar, multiplicarse y llenar la tierra”, conocido como el mandato de la creación. En la práctica, más niños significa más portadores de la imagen de Dios, y más portadores de la imagen de Dios significa que la tierra se llenará de la gloria de Dios. Tener hijos era necesario para llenar la tierra de pequeños portadores de imagen.
Al escuchar este pasaje de la Escritura, los lectores cuidadosos de la Biblia sabrán que así fue en el Antiguo Testamento. Los exégetas cuidadosos de las culturas modernas quizá piensen en la nomenclatura desdeñosa que reduce a las mujeres a “fábricas de bebés” y prácticas controvertidas como la maternidad subrogada y el aborto. Es cierto que en los tiempos del Antiguo Testamento, para expandirse y llenar la tierra con la gloria de Dios, el pueblo de Dios se centró en la fertilidad biológica. ¿Y ahora?
Vivimos entre dos épocas: la que pasó y la que viene. ¿Cómo pensamos en el propósito de tener hijos ahora? ?¿Debemos descartar la enseñanza bíblica en este tiempo? ¡Por supuesto que no! Afortunadamente, la Biblia es un solo libro, total e internamente consistente, y aplicable para todos los tiempos.
El profeta Isaías del Antiguo Testamento nos muestra cómo Dios acabará llenando la tierra de su gloria. La profecía de Isaías se refería a un Rey eterno que, a través de sus sufrimientos, daría lugar a una nueva humanidad. De acuerdo con la voluntad de Dios, este Siervo sería cortado de esta vida, aplastado y sometido a dolor, pero de alguna manera no sólo tendría descendencia sino que la vería en su prolongada y próspera vida.
Pero quiso el Señor quebrantarlo, sometiéndolo a padecimiento. Cuando Él se entregue a sí mismo como ofrenda de expiación, verá a su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor en su mano prosperará. Isaías 53:10 (NBLA)
Esto no es humanamente posible. Humanamente hablando, los hombres que mueren no dan a luz activamente, no ven a su descendencia y tampoco vuelven a la vida. Simplemente no sucede. A pesar de esto, Isaías no está describiendo a cualquier hombre.
¿Cómo es que este Siervo Sufriente tiene descendencia? ¿Por qué?
Del mandato de la creación a la nueva creación
Hay un hombre que por la voluntad de Dios fue aplastado para expiar el pecado de su descendencia. Este Hombre es Jesús y ve a su descendencia todos los días. Está con ellos, de hecho, hasta el fin de los tiempos, momento en el que volverá a morar con ellos y verán su rostro. No, Jesús no tuvo hijos biológicos, pero ahora, a través de su Espíritu, sus hijos espirituales están iluminando cada rincón oscuro del planeta. Convertidos en su gloriosa semejanza, hombres, mujeres y niños a los que se les ha dado un nuevo corazón están llenando la tierra y haciendo cada vez más y más discípulos del Siervo que sufrió por ellos. Llamémosle “fecundidad espiritual”, un tipo de procreación que puede dar vueltas alrededor de nuestros relojes biológicos que caducan.
Formar una familia, construir un legado, llevar el nombre de la familia… ¿Tenemos alguna idea de lo que estamos hablando? Todas estas cosas tan buenas–familias, legados, nombres–son meras sombras y señales que insinúan algo mucho más grande que lo que podemos ver con nuestros ojos y medir con un recuento en la reunión familiar.
Puede ser que te encuentres entre los que no pueden participar físicamente en la procreación biológica. Anímate, porque lo que voy a decir no es un insignificante “premio de consolación” para ti. La gran idea de Dios sobre la forma en que su gloria llenará la tierra es para que todos nosotros la disfrutemos: “hacer bebés que hagan más bebés” nos apunta al discipulado. La descendencia del Siervo Sufriente–pequeñas versiones de Jesús que corren por ahí–transmiten el Evangelio a quienes también lo transmitirán. Nuestra fertilidad biológica y espiritual es facilitada por Dios para la gloria de Dios (no la nuestra). Por el poder del Espíritu, la nueva humanidad en Cristo llenará la nueva creación de Dios para alabanza de su gloriosa gracia y será profundamente más que hermosa.
Este artículo es adaptado del capítulo 3 del libro Dar a Luz con Esperanza por Gloria Furman.