“Déjame en paz por un momento, por favor”. “¿Por qué se tienen que pelear todo el tiempo?” Estas frases y más son comunes en nuestros hogares, porque donde viven personas de diferentes edades y niveles de madurez, habrá conflictos, estrés e intensidad. ¿Será que simplemente tenemos que aceptar la agitación, enojo y ansiedad como parte de la vida? O ¿Cristo ofrece un mejor camino? Únete a esta conversación sobre cómo lograr tener un hogar de paz y armonía en Cristo.
RECURSOS ADICIONALES
- Ayuda para devocionales familiares sobre la paz: (Descarga el pdf, o lee el texto abajo)
- Lee aquí el artículo: Paz: Bienaventuradas las madres pacificadoras
- (Escucha aquí un sermón de la Iglesia Bautista la Gracia sobre el fruto del Espíritu “Paz”.
- Adoren juntos en familia con este himno: Tengo Paz con mi Dios
HOJA DE AYUDA PARA DEVOCIONAL FAMILIAR
¿Qué es la paz bíblica? “Es una tranquilidad interior activa que por confiar en Cristo apaga la ansiedad y agitación sin relación a mis circunstancias. Viene cuando vivo en armonía con Dios lo cual permite que viva en armonía con los demás”. – Mateo Bixby
Día 1: Lee Romanos 5:1
- En este versículo, ¿la paz de la que habla Pablo es solo un sentimiento o es algo más? ¿Crees que esa paz que obtenemos por medio del sacrificio de Jesús es algo pasajero?
- ¿Por qué es importante que tengamos una idea clara de lo que significa la paz en este versículo?
Día 2: Lee Efesios 2:14-18 y Romanos 12:18
- ¿De qué otras maneras el sacrificio de Jesús nos trajo paz? ¿Por qué crees que es más fácil ser pacífico con otros que con los de tu propia familia?
- De acuerdo al pasaje de Romanos, ¿qué crees que significa la frase: “en lo que dependa de vosotros”? Comenten en familia sobre relaciones difíciles que tienen con otros, considerando por qué es así y evaluando juntos si se ha hecho todo lo que puedan para estar en paz con esas personas.
Día 3: Lee Proverbios 3:17-18 y Filipenses 4:7-8
- Proverbios nos dice que la paz es un resultado de la sabiduría. ¿Cómo podemos obtener la sabiduría de Dios que nos trae esa paz?
- Conversen sobre lo que miran en la televisión o los videojuegos. ¿Esas cosas que entran a tu mente te llevan a tener paz interna y con otros?
Texto de la semana para memorizar: Filipenses 4:7 – Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
ADORA, ORA, EXAMÍNATE:
ADORA: Señor, te agradezco porque a través de tu sacrificio en la cruz me diste paz con nuestro Padre y a través del Espíritu puedo tener paz con los demás.
ORA: Padre, que tu Espíritu de paz inunde mi mente y mi corazón, así cuando venga la angustia y la agitación esté en armonía contigo y los demás.
EXAMÍNATE:
- ¿Crees que es posible tener paz bíblica?
- ¿En qué áreas de tu vida no estás experimentando la paz? ¿Qué harás para experimentarla?
- ¿Has confiado en Cristo, el Príncipe de Paz?
El Ejemplo de Cristo: Juan 14:27 – La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Transcripción:
Susi: Como padres creyentes, el apóstol Pablo nos llama a andar en el Espíritu en Gálatas 5. Por eso estamos haciendo una serie en el podcast Crianza Reverente sobre el fruto del Espíritu. Porque las familias, papá, mamá y cada hijo necesita aprender qué significa andar en el Espíritu, y cómo es que ese Espíritu quiere producir cada fruto en su vida.
Ya hemos hablado del amor, ya hemos hablado del gozo, y hoy nos toca hablar de la paz. Otra vez tengo aquí a Mateo conmigo. Gracias, Mateo, por estar aquí casi cada dos episodios de esta serie.
Mateo: Sí, es un gozo, un placer. Creo que este tema de la paz es uno que los padres realmente quieren tener en la casa. Muchas veces no se experimenta. Las familias, incluso cristianas, se caracterizan por tanto conflicto, peleas. Anhelamos este fruto del Espíritu, este aspecto del fruto del Espíritu. Entonces creo que puede ser algo muy, muy rico, muy lleno, y muy práctico también para nosotros.
Susi: Sí, así es. También pensé lo mismo. Cuántas veces en la casa se escucha: “¡Déjenme en paz!” Puede ser la mamá, puede ser el papá o puede ser un niño, pero sí se suele escuchar esa frase en las casas.
Bueno, antes de entrar en el tema de la paz en sí, queremos empezar cada episodio de esta serie recordándonos que en general estamos andando en el Espíritu—tenemos que andar en el Espíritu. En general, ¿qué crees que sea el aspecto de andar en el Espíritu que quizás más mal entendemos o omitimos en nuestra vida como creyentes?
Mateo: Creo que muchas veces pensamos que andar en el Espíritu es algo muy místico, y no es tan místico. Es algo tan práctico como someterme al Espíritu de manera momentánea, en el sentido de cada momento, muchas veces, en el transcurso del día. Debo de estar pensando no qué es lo que yo quiero hacer, sino qué es lo que el Espíritu quiere que yo haga en este momento. Y esa debería ser una pregunta constante en mi mente.
Normalmente no va a ser difícil saber qué es lo que el Espíritu quiere que yo haga en este momento. Y luego, pensar que, porque soy hijo de Dios y tengo el Espíritu de Dios morando en mí, el poder para hacer lo que el Espíritu quiere viene del Espíritu. Entonces puedo depender de él.
Pero también debo de confiar que ese poder está a mi alcance, y lo tengo porque tengo al Espíritu de Dios en mí. Porque creo que muchas veces nos engañamos pensando ¡ay!, es que yo no puedo. Si tienes el Espíritu de Dios morando en ti, tú puedes producir el fruto del Espíritu en dependencia del Espíritu de Dios. Entonces creo que una de las cosas más prácticas es simplemente preguntarte: ¿qué quiere el Espíritu de Dios que yo haga en este momento? Y luego, recordarte que lo puedes hacer en el poder del Espíritu.
Susi: Guau. Eso aplica mucho a esto de la paz, porque como padres, muchas veces nosotros somos la causa de la falta de paz, precisamente porque no hacemos eso. No nos detenemos en el momento a preguntarle al Señor: “¿Qué es lo que quieres que yo haga? ¿Cómo yo debo responder en este momento? Señor, dame la paciencia para responder con palabras pacíficas”—lo que tú quieras. Creo que eso aplica muy bien al tema que vamos a hablar.
Mateo: Y creo que explica también por qué hay una falta de paz en nuestros hogares: porque no estoy pensando en qué es lo que el Espíritu quiere, sino estoy pensando en lo que yo quiero. Y eso es precisamente lo que Santiago nos dice en Santiago 4, donde dice: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, [o sea, mis deseos] las cuales primero combaten en [mis] miembros?” (v.1).
Hay una lucha en mí entre el Espíritu y la carne, y esas pasiones me llevan a codiciar, y al no tener, me llevan a matar y arder de envidia. Creo que ahí hay un poquito de hipérbole, de exageración, ¿verdad? Pero sí habla de esa desesperación por conseguir lo que mi corazón quiere, mis deseos quieren, mi carne quiere. No podemos alcanzarlo, y entonces hay combates y hay luchas porque no tenemos lo que deseamos. Y todo eso en parte porque no estamos pensando en qué es lo que Dios quiere, sino estamos pensando en lo que nosotros queremos.
Con mis hijos lo que yo quiero es paz, que me dejen en paz, y luego hay conflicto entre ellos. Entonces, ¿cómo respondo? No como el Espíritu quiere, sino respondo como mi carne quiere, porque mis deseos no se están cumpliendo. ¿Por qué hay conflictos entre ellos? Porque no se están satisfaciendo sus propios deseos. Quieren un juguete, y lo tiene su hermano. Quieren ver cierto programa, y su hermano quiere ver otro programa. Y entonces hay un conflicto que viene de esas pasiones en nosotros que quedan insatisfechas. Y por tanto hay guerras, pleitos, codicias, combates, luchas. Creo que eso describe lo que son muchos hogares en el día a día.
Susi: Y matrimonios. Entre esposo y esposa, quizás tienen la madurez social para no aventar juguetes, objetos. ¡A veces ni ese control tienen, o tenemos! Pero en general, también yo creo que a veces hay más conflicto entre niños en parte porque no ven paz entre papá y mamá—el conflicto que existe en el matrimonio, esa falta de paz por deseos insatisfechos, como tú dices. Mamá está molesta, insatisfecha con su esposo. Entonces ella no puede experimentar paz en su corazón, en su manera de ser. Igual papá: enojado, molesto. Eso afecta también el matrimonio, ¿no?
Mateo: Y es curioso, porque ahí en Santiago hace la conexión con la sumisión. Porque un poquito más adelante dice en el capítulo cuatro que Dios da mayor gracia. ¿A quién? Al humilde. Resiste al soberbio. ¿Quién es el soberbio? El soberbio es el que se pone en primer lugar; se pone en el lugar de Dios. Entonces, lo más importante para el soberbio son sus propias pasiones. Pero ¿qué dice? No. Humíllate. Luego Dios da gracia al humilde.
Continúa diciendo: “Someteos, pues, a Dios”. Entonces está esa conexión que mencionábamos hace un minuto de sumisión al Espíritu de Dios. Lo que eso va a producir en nosotros es una paz, porque ahora yo estoy buscando lo que Dios quiere. Y tengo la gracia de Dios en mi vida para producir lo que Dios quiere, que va a ser no el conflicto y la lucha, sino la paz.
Susi: Obviamente, en el Nuevo Testamento creo que tenemos que recordar de dónde viene la verdadera paz, ¿verdad?
Mateo: Sí, la paz viene de Jesucristo. Nos dice Cristo en Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Cuando hay turbación, cuando hay miedo, cuando hay conflicto, Cristo es el que nos da la paz.
Esto es importante porque cuando pensamos en el concepto de paz, tenemos que tener un concepto correcto. Si lo vemos en el Antiguo Testamento, el Antiguo Testamento lo veía como un bienestar general. Tú tenías la paz de Dios; era cuando Dios hacía resplandecer su rostro sobre ti. Y eso se veía de maneras muy tangibles bajo el antiguo pacto: en una bendición material, en prosperidad, en buenas cosechas y en paz nacional. No había conflicto y guerras con otras naciones. Este era el concepto judío. Dios lo daba, pero se mostraba en circunstancias favorables, y era una respuesta a la obediencia a la ley. Este es el concepto antiguo testamentario.
El concepto cristiano es un poquito diferente, porque cuando llegamos al Nuevo Testamento, primero nos damos cuenta que la paz no es algo que yo me gano con mi obediencia a la ley. Es algo que Dios me da. Hablaremos un poquito de esto, quizás en un momento, pero Dios me lo da por la obra de Jesucristo. Por eso Cristo es la fuente de paz.
Pero tampoco se va a ver reflejado en mis circunstancias. Cristo, hablando de su paz, dice: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16:33). Llegamos al Nuevo Testamento y la paz es algo que no tiene que ver tanto con tus circunstancias externas. Estás sufriendo aflicción, pero puedes tener esta paz que Jesucristo nos da.
Cuando pensamos en la paz, no pensemos solamente en la ausencia de guerra o de conflicto. Ese es nuestro concepto de paz, pero tampoco podemos pensar en el concepto judío de algo que yo me gano por mi obediencia: sí, Dios me lo da, pero se ve en mis circunstancias. No. Es algo interno que Dios me da, donde se apaga esa ansiedad, esa agitación, esa turbación que viene. Y eso puede apagarse sin tener nada que ver con mis circunstancias. Puedo tener circunstancias adversas y aún así estar experimentando la paz que Cristo me da. Eso es algo que reta un poquito el concepto que tenemos de paz.
Susi: Sí. Cuando una mamá quiere paz en la casa, lo que quiere es que nadie se esté peleando, que no la estén molestando, o sea, que sus circunstancias sean como ella quiere, o para poder hacer lo que ella quiere, o para poder descansar. Entonces sí, incluso en el matrimonio, a veces nos quedamos conformes con una paz solamente circunstancial para ya no resolver las cosas que sí nos ayudarían a tener más paz interna. Quizás decidimos como pareja: bueno, ya no nos vamos a pelear, porque es malo para los niños ver eso. Pero no hemos resuelto las cosas que tenemos que resolver. Entonces, como quiera, no tenemos paz.
¿Cómo es que Dios quiere que experimentemos la paz en nuestra vida en diferentes áreas? Porque yo creo que podemos hablar de paz con otras personas, o paz con Dios. ¿Cómo es eso?
Mateo: Sí, normalmente al ver lo que la Biblia enseña acerca de paz, hablamos de paz en tres esferas. La primera es nuestra paz con Dios. Y esa es una paz que viene a través del evangelio. Esa es la paz que Dios me da por la fe cuando soy salvo y él me justifica. Recordamos Romanos 5: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios”. Entonces estamos hablando de una paz objetiva que tiene que ver con mi posición delante de Dios, porque he recibido el perdón de mis pecados, y donde antes yo era extraño, enemigo, ahora Dios me ha reconciliado. Por eso tengo paz con Dios.
Eso es algo clave, y de hecho es la fuente de todas las demás paces, o las otras esferas que yo puedo tener paz. Porque la paz con Dios es lo que me permite tener paz interior. Esa sería la segunda esfera. Esta es la experiencia personal y subjetiva de paz, paz emocional—podríamos llamarlo así—que es algo que creo que muchos de nosotros anhelamos. Cuando nos enfrentamos a circunstancias difíciles, queremos poder sentir paz, no tener agitación. Bueno, cuando tengo paz con Dios, ahora yo puedo disfrutar la paz de Dios en mi corazón, en mi interior. Filipenses 4:7 habla de esto: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Creo que experimentamos muchas veces esa agitación: ¿cómo puedo tener paz? Es una paz que viene primeramente con Dios, y luego lo puedo experimentar en mi propio ser, en mi hombre interno. Cuando predicaba este pasaje, era hermoso leer muchos pasajes que hablaban de la paz, y donde él prometía darnos completa paz, mucha paz, abundancia de paz—donde incluso dice que Jehová ama la paz de su siervo. O sea, Jehová ama eso. Él ama que nosotros podamos disfrutar la paz.
Filipenses 4:6: que no estemos afanosos por nada. Anhelamos eso, y lo podemos tener cuando tenemos primeramente paz con Dios, y luego estamos andando en el Espíritu, y esa sumisión diaria y momentánea, situación tras situación, donde yo me entrego al Espíritu, y no busco lo que mis deseos quieren, sino busco hacer lo que Dios quiere.
Susi: Eso es algo clave. Esa es una mentira que a veces creemos acerca de Dios, ¿no? Que Dios me manda circunstancias difíciles, o permite circunstancias difíciles, y no creo realmente en mi corazón que Dios ama mi paz, que Dios me ama tanto que él sabe que yo puedo experimentar paz en medio de las dificultades, y que así se cumpla un propósito que él tiene en mi vida. Me cuesta creer que Dios es bueno, que Dios ama mi paz, porque no lo veo posible tener paz interna cuando no hay paz externa.
O sea, hay algún problema, o yo pienso en las mamás—¿cómo yo voy a pararme aquí y tener paz interna cuando estos huercos (como dicen aquí en México) se están portando mal y me están haciendo la vida difícil? Es muy difícil para nosotros comprender cómo eso puede ser posible. Pero pienso que es una clave para padres que realmente quieren andar en el Espíritu en su hogar y mostrar a sus hijos quién es Dios y lo que Dios puede hacer en la vida.
Mateo: Sí, y eso lo conectamos entonces con la tercera esfera, porque la tercera esfera es la paz con otras personas. Es paz relacional. Cuando yo no tengo paz con Dios, no voy a tener paz en mi propio corazón. Y cuando tengo esa lucha y ese combate, esa ansiedad, esa agitación en mi propio interior, voy a tener conflicto con otras personas. Es lo que Santiago, capítulo cuatro, nos decía.
Lo vemos también en nuestras familias, que hay esos conflictos en el matrimonio entre hijos, entre padres e hijos. Esto es lo opuesto de lo que el evangelio debe producir en nosotros. Cristo vino para traer paz. Cristo vino para reconciliar al hombre con Dios. Pero no solamente al hombre con Dios—al hombre con sus semejantes.
Esto es algo que Pablo desarrolla en Efesios, capítulo 2, donde había conflicto entre judíos y gentiles, y Cristo viene y derriba esa pared intermedia de separación. Y mediante la cruz, hace de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz. Dice ahí que el evangelio es las buenas nuevas de paz. Lo que Cristo viene a hacer es reconciliar al hombre con Dios, pero reconciliar también al hombre con sus semejantes.
Eso también incluye las relaciones familiares porque, de hecho, en Colosenses (cap. 3) el apóstol Pablo va a estar hablando de la paz, y hablando de la paz, dice: “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo, y sed agradecidos”. Ese es el versículo 15. El versículo 21: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten”. Entonces no debemos de ser caracterizados por exasperación, por enojo, por irritación, sino debemos de ser caracterizados por la paz de Dios que gobierna en nuestro corazón. Tiene una conexión muy directa con la crianza de los hijos.
Susi: Sí, y creo que tenemos que considerar que paz con otros no significa que nunca vamos a tener ninguna diferencia o ningún problema. Tener paz con nuestros hijos, por ejemplo, en la casa, no significa nunca confrontarlos, nunca disciplinarlos. Tenemos que entender bien eso.
Mateo: Sí. De hecho, Hebreos 12 nos dice: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza, pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”. Da el fruto de paz, precisamente. Cuando instruimos a nuestros hijos en justicia, cuando no andan en los caminos de justicia, ¿qué hacemos? Los disciplinamos. Es lo que Dios hace con nosotros, y es lo que nosotros hacemos con nuestros hijos. Los disciplinamos, y eso produce la paz que muchas veces no tenemos en el hogar.
Creo que muchas veces como padres queremos paz, pero no estamos haciendo lo necesario para poder experimentar la paz en el hogar, que es la disciplina y la instrucción. Porque ahí Hebreos 12 nos habla de la disciplina. Nos dice Proverbios 3:1: “Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos, porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán”. Cuando enseñamos a nuestros hijos a obedecer, a cumplir nuestros mandamientos, a no olvidarse de nuestra instrucción, a aprender la sabiduría—estaba citando Proverbios 3:1 y 2. Proverbios 3:17, mismo capítulo, hablando de la sabiduría, dice: “Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz”.
Entonces, si yo quiero conocer paz, y yo quiero que mis hijos conozcan paz, tengo que disciplinarlos. Tengo que instruirlos en el camino de la sabiduría. “Y el efecto de la justicia será paz”. Eso es lo que dice Isaías 32:17. Si queremos paz en la familia, tenemos que instruir, tenemos que disciplinar. Y eso es lo que nos permite conocer paz. Como tú decías, a veces pensamos: quiero paz, entonces no quiero lidiar con los problemas que hay. No. Rehusar lidiar con esos problemas de manera bíblica es lo que produce una falta de paz.
Pensémoslo en el contexto de esos deseos insatisfechos: un hijo que no ha sido disciplinado, que no ha sido instruido, que busca siempre sus pasiones, sus deseos se tienen que cumplir. Lo que él quiere, se tiene que hacer. Es un niño que nunca va a conocer paz y que no va a dejar que la familia experimente paz. Entonces yo disciplino a mi hijo, yo instruyo a mi hijo, y el resultado va a ser que él aprende a negarse sus propios deseos, y eso permite que él y los demás a su alrededor conozcan paz.
Susi: Hablemos de eso en el contexto de que, dijimos que para tener paz primero tienes que tener paz con Dios, y sabemos que tenemos hijos inconversos muchas veces. Si están pequeños y aún no han entendido el evangelio—pienso primero en esa edad—mi meta es que conozcan a Cristo, que su fe en Cristo y su arrepentimiento les permita esa paz verdadera con Dios. Pero ¿cómo entonces lo manejamos cuando aún sabemos que nuestro hijo no conoce a Dios, no conoce esa paz?
Mateo: Pues hemos dicho anteriormente que hay aspectos de gracia común que todavía se pueden aplicar a una persona inconversa. Una persona inconversa todavía puede aprender a negarse a sí mismo en ciertos aspectos. No lo va a poder hacer como un creyente, y finalmente, aún cuando se niega a sí mismo, muchas veces lo hará por intereses personales, no por un sincero deseo de amar a su prójimo y amar a Dios.
Pero aún hay aspectos de eso que podemos estarles inculcando que les van a preparar para comprender el evangelio, para ser salvos, y les va a preparar también para luego poder interactuar de manera pacífica con los demás después de que sea salvo, porque ya les hemos estado guiando por ese camino, incluso antes de ser salvos.
Susi: Yo también creo que cuando un niño pequeño muestra sus deseos de una manera digamos violenta—no siempre es violenta, pero es sin paz—que es una oportunidad siempre para apuntarles a su necesidad, y que nunca va a realmente poder controlar sus deseos hasta que se rinda al Señor. Creo que la disciplina desde muy pequeño debe ser dirigida a entrenarle a negarse los deseos, porque un niño que puede negarse sus pasiones también escucha más, presta más atención, está siendo enseñado a permitir que una voz hable a su vida. Es más oportunidad para compartirle el evangelio y para que escuche.
Pero también cuando ese niño dice: “¡Es que no puedo!”, porque no va a poder controlar sus deseos del todo—toda la disciplina en el mundo no le va a convertir ese corazón—yo creo para padres de niños pequeños es importante. La disciplina es una herramienta para llevar el niño al evangelio, siempre y cuando la usemos para eso. Que aprenda a negarse esos deseos que causan una falta de paz, pero que siempre también le recordemos y lo llevemos a que necesita someterse a Dios, ser reconciliado con Dios.
Mateo: Sí, porque no queremos caer en el mero moralismo donde la persona, o nuestro hijo en este caso, simplemente es pacífico. Esa no es la meta. La meta es que sea un creyente bajo el control del Espíritu Santo que produce el fruto del Espíritu de paz, no simplemente una virtud moral que hemos impuesto en ellos.
Susi: Muy bien. Pues quizás podemos pensar en algunas otras cosas prácticas. ¿Cómo podemos tener esta paz? Yo pensando en los padres que somos creyentes, queremos nosotros aprender a caminar con este fruto, tener este fruto en nuestra vida. ¿Algunas sugerencias prácticas?
Mateo: Mucho tiene que ver con nuestra mente. Porque ahí es donde tenemos la lucha por la paz primero. Porque recuerda: mi paz con Dios y mi paz interna es lo que me permite tener paz externa con otras personas, relacional. Tengo que cuidar lo que piensa mi mente. Isaías nos lo recuerda: “Tú guardarás en completa paz aquel cuyo pensamiento en ti persevera” (26:3).
Entonces mi pensamiento tiene que perseverar en él, y la paz de Dios, esa paz que sobrepasa todo entendimiento, guarda mi corazón y mis pensamientos (Filipenses 4:7). Versículo 8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. ¿En qué piensa mi mente? ¿Qué permito que entre a mi cabeza? Esa es una clave.
Luego está la oración. Va de la mano, pero lo que yo medito, ahora oro. Filipenses 4:6 (leí 7 y 8, el versículo anterior): “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Entonces, el afán que me consume, ¿cómo lo combato? Por medio de la oración. Y parte de la oración, ahí dice: “con acción de gracias”. A menudo la Biblia conecta la gratitud con la paz. Cuando yo tengo gratitud, estoy dándole gracias a Dios por lo que él ha traído a mi vida, y no me estoy enfocando en todo lo que no tengo, todo lo que yo quisiera tener, todo lo que no me gusta. Estoy diciendo: “Gracias, Dios”.
Colosenses 3:15: “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que así mismo fuisteis llamados en un solo cuerpo, y sed agradecidos”. Otra vez esa conexión, ¿no? Y luego hay otras cosas que tenemos que aprender: a ser pacientes con otras personas. Tenemos que pasar por alto sus ofensas.
Creo que también en una paz relacional necesitamos aprender la destreza de hablar la verdad en amor, porque muchas veces hablamos la verdad, pero no lo hacemos en amor, y se crea el conflicto. O supuestamente por amor no queremos hablar la verdad, y entonces los problemas se enquistan, se arraigan, y luego hay explosiones y conflictos más fuertes. Entonces esa clave de aprender a hablar la verdad en amor. Y eso nos va a poder llevar a perdonar. Cuando alguien viene y me habla la verdad en amor, yo tengo a veces que pedir perdón.
Esas dos virtudes de perdonar y pedir perdón también van a ser claves en la vida familiar, relacional, que tenemos. Y por supuesto, tenemos que inculcar esto en nuestros hijos también: enseñarles paciencia, enseñarles abnegación, enseñarles a hablar la verdad en amor, no ser ásperos, no ser gritones, no mostrar su ira, y luego pedir perdón y perdonar cuando corresponde.
Susi: Sí. Yo estaba pensando en cómo en el hogar típico, donde los niños se pelean, que una de las primeras cosas que va a impactar a los niños es la forma en que ven a mamá y a papá resolver conflictos, mostrar paciencia, incluso el tono de voz con el que papá o mamá regaña cuando es necesario regañar, pero de una manera pacífica, controlada. El poder confrontar un problema no tiene que significar una falta de paz.
Y eso es muy difícil porque es la agitación interna de la que estábamos hablando hace un momento, la ansiedad. Puede ser que hay otras personas presentes, y nos importa demasiado lo que ellos piensen, y eso causa una ansiedad. Bueno, ese es mi deseo; la pasión que está en mi corazón en ese momento es quedar bien con otros. Entonces ese deseo está provocando una falta de mi habilidad de responder a mis hijos con paz.
Y entre los niños, ayudar a nuestros hijos a entender sus pasiones. Yo creo que los niños no se entienden a sí mismos. Necesitan ayuda para entender: yo me estoy peleando con mi hermana porque yo tengo deseos descontrolados en mi corazón. Entonces eso es platicar, hacer preguntas, todo ese tipo de actividades. Y mamá no puede hacer eso, papá no puede hacer eso bien, si él está agitado y tiene mucha ansiedad, o esa falta de paz interna.
¿Sabes qué? Diste una definición cuando predicaste sobre la paz en la iglesia y, como todos saben, creo—espero que todos sepan—en esta serie estamos ofreciéndoles cada semana con cada episodio una hoja para ayudarles a tener devocionales familiares, y uno de los elementos que viene en esa hoja es una definición de ese fruto del Espíritu que toca esa semana. ¿Quieres leernos tu definición? Está un poco larga, pero está buenísima. A ver—compártenos tu definición de paz.
Mateo: La paz es una tranquilidad interior activa, que, por confiar en Cristo, apaga la ansiedad y agitación, sin relación a mis circunstancias, y viene cuando vivo en armonía con Dios, lo cual permite que viva en armonía con los demás.
Susi: Muy bien.
Mateo: Muy largo; lo pueden repetir ahí varias veces si necesitan recordarlo.
Susi: Le dan 30 segundos hacia atrás y lo vuelven a escuchar. Pero como dije, va a estar ahí en la hoja de ayuda para tener devocionales familiares con tu familia esta semana sobre este tema de la paz. Entonces ve a crianzareverente.com, busca este episodio, el 199, y ahí en ese episodio en la página vas a poder descargar el PDF o leer ahí el texto. También vas a encontrar un enlace para la predicación sobre este fruto del Espíritu, y la transcripción, si te sirve.
Así que gracias, Mateo, por acompañarnos en este episodio. Y gracias a ti que nos escuchas. Esperamos que esta serie sobre el fruto del Espíritu esté siendo de utilidad en tu vida, en tu familia. Te animamos a seguir acercándote a Dios, dependiendo de Dios, y humillándote delante de Dios para que tú y también tus hijos crezcan en este fruto del Espíritu. Nos vemos pronto.