Categoría: Entrenamiento

Episodio #74: Los primeros años: echando raíces sanas

0
abril 13, 2021

Los primeros años de vida de un bebé están llenos de cambios y aprendizaje. Para los padres, están llenos de retos y experiencias nuevas. Suplir las necesidades físicas de un bebé parece ser lo más importante y urgente en esta etapa. Pero incluso cuando aún está en brazos, un ser humano tiene necesidades espirituales, y los padres tienen la oportunidad de echar raíces fuertes y sanas que fortalecen cada miembro de la familia. ¡Consideremos esta etapa juntos!

RECURSO RECOMENDADO: Cómo Pastorear el Corazón de su Hijo por Tedd Tripp

Transcripción:

Creencia, amor, obediencia. ¿Ya te cansaste del tema? ¡Espero que no! Este trío esencial al cual hemos venido sacándole mucho jugo es tan práctico que impacta todas las etapas y áreas de la vida. Espero que nos has podido seguir en la serie desde el episodio #71 donde comenzamos con la familia de Elí y el pueblo de Israel. Como en muchas historias bíblicas del pueblo de Israel, vimos que, a pesar de tener conocimiento de la ley, no hubo obediencia porque realmente no hubo un amor sincero por Dios. Necesitamos los tres para cuidar ese equilibrio vital en la vida espiritual.

En el episodio pasado vimos que podemos sembrar semillas desde antes de tener hijos en nuestro hogar, semillas que darán fruto en todos los años de la crianza. Podemos sembrar las semillas de creencia firme en el carácter de un Dios proveedor y soberano, de adoración genuina que entiende la idolatría del corazón, y de obediencia completa a Dios. Ahora seguimos con la etapa de recién nacido y niños muy pequeños. Ahora sí le entramos a la vida diaria de la crianza en algunas de sus realidades más crudas.

Es increíble la experiencia de tener en tus brazos a un bebé de pocas horas de vida fuera del vientre, un bebé que tiene tu sangre en sus venas, o a quien ya te comprometiste a adoptar y hacer parte de tu familia. Si tienes ese deseo y aun Dios no te concede esa experiencia, siento mucho que vivas que ese anhelo insatisfecho. Espero que tu tiempo de espera sea una oportunidad de experimentar profundamente las riquezas espirituales y emocionales que Dios quiere suplirte.

Esa experiencia casi excelsa rápidamente se torna en días y noches de agotamiento y fatiga. Recuerdo unos días después de aliviarme de mi primer hijo, intentando recordar la felicidad que sentía en ese momento en el hospital cuando lo pusieron en mis brazos por primera vez. Quería aferrarme a ese gozo porque sabía que era real, pero ¡mi cansancio y mi incapacidad también era muy reales!

Es común que padres de bebés recién nacidos pasen por subidas y bajadas emocionales y espirituales, a veces bastante extremas. Especialmente cuando es tu primer bebé, tu vida de repente ha cambiado mucho, y ahora este pequeño ser depende de ti para sobrevivir. De repente podemos sentirnos abrumados por tan grande responsabilidad. En esta etapa es cuando los padres, y en particular creo las madres, comenzamos a buscar soluciones y respuestas. Comenzamos a buscar fórmulas mágicas, aunque probablemente en el momento no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo.

Pensamos: La vida de esta pequeña está por delante, y yo tengo que hacer todo lo posible porque ella viva bien y que tenga la vida que se merece. Un montón de pensamientos así pueden llenar nuestras mentes y corazones, y cuando se mezclan con el cansancio, la frustración cuando las cosas como la lactancia, o el sueño, o la salud, no son perfectas como deben ser, según nosotras, fácilmente nos desviamos. A lo que voy es que es en esta etapa que tenemos que comenzar a echar raíces en creencias y adoración y obediencia correctas, aun y cuando parece que no hay nada espiritual pasando en la vida de este bebé todavía.

Porque siempre hay algo espiritual sucediendo, y en mi corazón y en tu corazón, siempre ocupamos la obra de Dios. Nuestros hijos también la necesitan. Con un día, o un mes, o un año de edad, los bebés ya son seres espirituales, creados a la imagen de Dios, con un destino eterno. Esta es su realidad. Cuando miras a tu bebé, trata de verlo con esa perspectiva.

¿Qué raíces sanas podemos y debemos echar cuando tenemos bebés muy pequeños en nuestros brazos o gateando por la casa, o tomando sus primeros pasos?

Empecemos con algunas creencias que pueden fortalecernos en esta tarea de la crianza a largo plazo, y ayudarnos a evitar creer las mentiras sutiles del enemigo.

Yo no sostengo la vida de mi bebé. Solo Dios da y sostiene vida.

Esta es una raíz super importante que puede ser una fuente de sostén en la vida de padres por muchos años en la crianza. Las madres tenemos el privilegio de ser “dadoras de vida”, ¿verdad? Así lo decimos, “soy dadora de vida”. Lo compartimos en Instagram y lo ponemos en playeras. Es una manera en que las mamás tenemos la oportunidad de ser instrumentos de Dios en literalmente dar y sostener vida. Dios nos dio un sistema de órganos diseñados para la concepción y gestación de seres humanos, y para su sustento alimenticio después de nacer. Es increíble. Y yo no hice absolutamente nada para que sea así, y yo no hago nada para que siga siendo así.

Tal como yo y mi esposo no podemos tener un bebé sin la intervención divina de la concepción, mi cuerpo solo no puede sostener la vida de ese bebé durante el embarazo, o por medio de la lactancia. Si Dios no permite que mi cuerpo produzca leche materna, yo no la puedo producir por mi cuenta. Si mi útero no contiene suficiente líquido amniótico, yo no lo puedo producir. Quiero enfatizar esto porque hay algunas ideologías modernas de la crianza que promueven la idea de que todo depende de mamá. Que ella es la que sustenta la vida del bebé.

Ciertos ramos de la crianza con apego con son más extremos dicen que el embarazo realmente no es suficiente tiempo, que hubiera sido mejor para el bebé quedarse en el vientre varios meses más. Entonces mamá, para recompensar eso, debe traer al bebé amarrado a ella día y noche, cuando sea posible piel contra piel, con el pecho siempre disponible porque así reemplaza la cuerda umbilical.

Piensa un momento en la creencia que yace bajo declaraciones así. Es sutil, pero es impactante para la mente y el corazón de mamá. Dios es el que diseñó el período de aproximadamente nueve meses, entonces es perfecto. Dios decidió que la cuerda umbilical ya no hace falta porque ahora bebé es una persona separada de su mamá quien necesita crecer y aprender a vivir la vida independiente de una conexión física constante con ella. Si me resisto a la idea de separarme por un momento de mi bebé, quizá me estoy resistiendo a la idea de Dios. Si creo que yo tengo que traerlo pegado 24/7 porque soy su principal fuente de vida y sostén, muy pronto llegaré a abrumarme bajo esa carga, o a tomar actitudes que no honran a Dios como el definitivo sustentador de la vida.

Mamá, deléitate en ser dadora de vida, ¡sí! Pero recuerda que solo puedes dar lo que has recibido de tu Padre. No das de tus propias fuentes de bondad y vida, sino eres instrumento de Dios para extender la misma vida que Dios te ha dado. Así que, descansa. No depende la vida de tu bebé de ti. Eres llamada a sacrificarte todos los días por el bien de tu bebé, sí, pero su vida física y espiritual descansa en las manos del supremo Dador de vida.

En términos prácticos, esto significa que si mi embarazo terminó a los ocho meses y mi bebé tuvo que estar en incubadora, Dios controla eso. Si mi embarazo solo duró 3 meses y nunca conocí a mi bebé, Dios controla eso. Yo no puedo hacer que un embarazo llegue a gestación completa. Obviamente debemos cuidarnos y ser responsables, pero me refiero al aspecto de control. Una mamá que se cree ser la principal fuente de vida y sostén de su hijo va a tener un problema de control.

Esto también significa que, si yo intento amamantar y mi cuerpo no produce leche, no tengo que sentirme culpable. La leche materna es inigualable porque es creada por Dios para alimentar a un ser humano recién nacido. Pero jamás debemos menospreciar a las mamás que no han podido por cualquier razón hacerlo. Yo personalmente tuve la experiencia de hacer todo lo humanamente posible por poder darles a mis hijos leche materna, y a pesar de tener ayuda profesional, a pesar de que los tres bebés tuvieron perfecto agarre, a pesar de que tomaba muchísima agua y tomaba suplementos naturales y todo lo que se me recomendó, mi cuerpo no producía más que gotitas de leche. ¡Mi bebé que nació pesando cuatro kilos necesitaban mucho más! Sufrí bastante, sintiendo que yo no podía ser una mamá adecuada si no podía ofrecer esa leche a mis hijos.

Dios usó esa experiencia para mostrarme que Él es el dador y sustentador de la vida, y Él es todo sabio. Mi lógica humana decía que era mejor para mis hijos la lactancia, pero Dios decidió otra cosa. Entonces al final, aprendí a dar gracias a Dios porque no vivía en un tiempo de la historia cuando esa situación pudo significar la muerte de un bebé. Gracias a Dios, yo tenía disponible buenas marcas de formula que podían proveer alimento adecuado a mis hijos. También su papá pudo participar en sus horarios de comida, y disfrutó mucho eso. Claro que me hubiera gustado hacerlo, pero entiendo que Dios es el que hasta el día de hoy sigue sosteniendo a mis hijos con buena salud. Si crees que por practicar la Lactancia Exclusiva, tú vas a hacer que tu hija tenga la mejor salud, o crees que vas a tener mayor conexión con tu bebé que una mamá que no puede lactar, ten cuidado. Esas actitudes fácil y sutilmente nos ponen a nosotras mismas como las que controlamos las cosas que solo Dios controla.

Sí, somos dadoras de vida, pero solo como canales e instrumentos de la vida que proviene de Dios. No somos la fuente de vida física ni de vida espiritual. Esta es una creencia que necesitamos tener profundamente enraizada en nuestros corazones.

Hay otras creencias importantes de las que hemos hablado anteriormente en Crianza Reverente, y son creencias acerca de la naturaleza humana de nuestros hijos. Por ejemplo:

Desde su concepción, mi bebé es pecador en necesidad de un Salvador.

Cuando recién damos a luz y cargamos a ese bebé tan pequeño e indefenso, se siente casi feo pensar en esta realidad. Pero no puedo exagerar la importancia de permitir que esta verdad se agarre de tu cerebro y corazón y eche raíces profundas. La vida espiritual de esa bebé hermosa depende de que ella crezca entendiendo su condición, para que se acerque a Cristo cuando pueda comprender el Evangelio. Ella necesita tener padres que aceptan el diagnóstico divino de quién es ella en esencia.

Cuando con tres meses de edad, se resiste al cambio de pañal, no simplemente está mostrando un “sano deseo de autonomía”, como algunos dirían. Si yo estoy convencida que el mayor problema de mi bebé es la naturaleza pecaminosa que le aleja de Dios, voy a reconocer que esa oposición a mi autoridad es síntoma de un corazón pecaminoso. Esto choca frontalmente con las ideas que el mundo tiene, y si tú sigues páginas de crianza respetuosa y otras así, vas a leer y escuchar muchas cosas que sutilmente combaten esta verdad.

Claro que no estoy diciendo que le vamos a disciplinar a un bebé de 3 meses, pero me estoy refiriendo a la perspectiva que debemos tener como padres. Podemos empezar a entrenar en obediencia, y no solamente distraer, porque entendemos que su sumisión a la autoridad eventualmente le puede llevar a someterse a Dios.

Cuando un bebé de 8 meses obviamente entiende que no debe tocar la mesa de vidrio, y espera a que te volteas para intentar hacerlo, ya puedes saber que entiende lo que debe o no debe hacer, y escoge desobedecer. Esto no es para reírse, como muchos lo hacemos. Esto es una muestra de su rebeldía inherente que le llevará a la destrucción. Necesito tener creencias correctas acerca del pecado que ya hay en el corazón de un niño muy pequeño.

Un berrinche a los 18 meses no es una sana manera de madurar emocionalmente. Esa perspectiva rehúsa reconocer la realidad del pecado. El berrinche es el pecado en el corazón de un niño que quiere lo que quiere. Y como madres y padres, no debemos ignorarlo, excusarlo, o dejar de dirigirnos a ese pecado. No te mientas a ti mismo pensando que solo es una etapa. La rebeldía no viene solo por etapas. Está ahí, y necesita las verdades del Evangelio. Aun antes de poder entender las verdades habladas del Evangelio, nuestros hijos necesitan padres que creen esas verdades y actúan acorde.

Además de las creencias que nos ayudan a tener raíces sanas y firmes, hay aspectos de nuestro corazón, y los corazones de nuestros hijos, que necesitamos abrazar en esta etapa. Pensemos un momento en lo que son nuestros corazones. Son centros de adoración. Esto lo hemos comentado anteriormente. Cuando hay un bebé nuevo en la familia, fácilmente llega a ser lo que mi corazón adora. Mi hogar se convierte en un hogar niño-céntrico. Esto es un problema del corazón de los padres. Entonces, una de las raíces más importantes que podemos echar en esta etapa es:

Cuidar de no centrar las prioridades de tu corazón y de tu hogar en un bebé.

La vida no se trata de buscar felicidad en los hijos. De hecho, es imposible que un hijo, o 10 hijos, puedan darnos verdadera felicidad. Pero ¡ay que somos capaces de creerlo! ¿Cómo puedo saber si mi bebé, o mi niño muy pequeño, es el centro del hogar en lugar de que Dios y sus prioridades lo sean? Bueno, puedo examinarme: ¿En base a qué decido cómo gasto mi dinero y mi tiempo? ¿Mis actividades espirituales toman segundo lugar a las “necesidades” de bebé? (Y pongo necesidades entre comillas porque a veces usamos esa etiqueta con demasiada liberalidad). ¿Los hábitos y horarios del hogar giran completamente alrededor de bebé? ¿Nuestra relación matrimonial es de mayor prioridad que la que tenemos con nuestros hijos?

La realidad es que cuando llega un bebé al hogar, sí hay cosas que van a cambiar. Es un hecho y es necesario. Pero si tu asistencia a la iglesia, tu estudio personal de la Biblia, tu vida de oración, tu comunicación con tu cónyuge, tu amor hacia tus hermanos en Cristo, tu sumisión a las autoridades en tu vida, o tu uso sabio de dinero ha cambiado por haber puesto a tu bebé en un lugar demasiado importante, lo que tenemos es un problema de adoración. Un problema de prioridades.

Tengo que estar convencida que mi adoración personal a Dios es lo más importante que puedo hacer para llegar a ser, y continuar siendo, la mamá que mis hijos necesitan. Esta es una postura esencial de mi corazón hacia Dios que debe estar firmemente arraigada en mi vida desde el momento en que cargo a ese bebé. ¡Todos queremos ser buenos padres! Centrar tu vida alrededor de tu bebé y hacerle crecer creyendo que el mundo gira alrededor de él, no es ser un buen padre bíblicamente. Es llevar a mi familia hacia la destrucción y abrir el camino para que el enemigo tenga entrada en mi corazón y hogar. Entonces, no solo soy yo como mamá o mi esposo como papá que tiene un corazón idólatra, es mi hijo que tiene la misma tendencia. Del otro lado de la moneda, entonces, está esta raíz:

Comunicar al bebé que él o ella no es el centro del mundo.

Recuerda que tal como tu corazón, el de tu bebé luchará toda la vida por ser el primer lugar, por conseguir que todos le sirvan a él y le hagan caso a él, y que cada circunstancia sea favorable para él. Podemos y debemos empezar desde un principio a mostrar a nuestros hijos que esa no es la mejor manera de vivir, aunque no lo parezca ahora mismo. Por su puesto que no te lo podrán repetir si se lo enseñas como catequismo, pero tu “no” y tu dirección firme y paciente y amorosa le entrenará a verse como parte de un hogar donde todos servimos a Dios y a otros.

Cuando después de los primeros meses de ajuste, buscamos tener un horario flexible de comidas y siestas y tiempo para dormir en la noche, para que el hogar fluya de manera predecible, le enseñamos que él es parte de algo más grande. Cuando le pasamos a su propia cuna y luego a su propio cuarto, le enseñamos y modelamos que el matrimonio y la intimidad privada de mamá y papá es algo bueno e importante. Cuando le entrenamos a los 18 meses a estar quieto en su silla durante la cena y dejar que otros conversen tranquilamente sin necesidad de atención constante, él está aprendiendo que él no se sienta sobre el trono de la vida.

Cuando a los 2 años tiene que sentarse los 10 minutos del devocional familiar mientras papá lee, o sus hermanos oran, y no puede andar corriendo y platicando, le inculcamos respeto y atención hacia la Palabra de Dios. Esa misma Palabra le ayudara a tumbar sus ídolos más adelante. Cuando a los 3 años, no dejamos que su berrinche nos gane, y rehusamos comprarle ese juguete que provocó el berrinche, sino que le aplicamos la disciplina bíblica, le entrenamos a dejar la adoración propia de su corazón pecaminoso.

Hay tantas aplicaciones de esto, pero el punto es tener bien arraigada en nuestra mente la realidad del corazón idólatra con el que nacen nuestros hijos, y hacer todo lo posible por entrenar desde un principio a ese corazón a rehusar ídolos y eventualmente buscar a un Salvador que tanto necesitan.

OBEDIENCIA

Hemos hablado de raíces de creencias y adoración, pero no podemos dejar fuera una raíz esencial en la etapa de los primeros años. Se trata del área de la obediencia. Recuerda que hemos dicho que creencias correctas, y adoración sincera siempre deben producir obediencia. Comúnmente lo vemos con una secuencia, ¿verdad? Creo las cosas correctas, esto cambia mi corazón, y eso produce la conducta correcta de obediencia. Esto es verdad muchas veces. Pero no siempre tiene que ser en ese orden.

Hay algunas ideas que hoy en día son muy populares incluso en la iglesia en cuanto a los niños pequeños. Va algo así: “no es correcto pedirle a un niño de dos años que aun no tiene madurez emocional que se niegue sus sentimientos y deje de enojarse”. O, “No es justo pedir a mi hijo que se porte como un creyente cuando aun no lo es”. Ojo con esto. Es una idea tergiversada que muchos creyentes de hoy en día se están creyendo.

Primero, dejemos muy claro que padres de niños muy pequeños deben ser empáticos y compasivos con sus hijos en su desarrollo físico, emocional y espiritual. Siempre debemos tomar en consideración sus límites físicos y no pedirles algo que no son capaces de hacer, como completar una tarea en la casa que no tienen las habilidades motrices adecuadas para hacer.

Tampoco debemos esperar que memoricen pasajes largos de las escrituras, que recuerden hechos complejos, o que sean socialmente sensibles a situaciones para las cuales simplemente no tienen todavía la madurez social para detectar. Como padres debemos procurar comprender dónde están nuestros hijos y animarles apropiadamente y pacientemente en su desarrollo y crecimiento en todas las áreas de su vida.

Pero una parte esencial del proceso de madurez en un niño es que sea retado. Si nunca experimenta resistencia física, no desarrollará fuerzas. (Me refiero a cosas tan simples como tiempo sobre la pancita para que desarrolle músculos en la espalda, etc.) Parte de madurar socialmente es que sea obligado a estar en situaciones sociales. Todo esto es lógico en muchos ámbitos de la vida. Creo que entendemos el concepto.

Es lo mismo en lo espiritual. Cuando me topo con un mandato de Dios que es difícil de obedecer, es una oportunidad para fortalecer mis “músculos espirituales”. Mi desobediencia revela mis debilidades y me ese proceso me ayuda destapar la adoración incorrecta de mi corazón, o mis creencias deficientes. Las tres áreas trabajan en conjunto para contribuir a la madurez.

Y entre los primeros meses de vida y la edad de 3 o 4 años, la habilidad más importante que un niño debe aprender, una habilidad que es a la vez espiritual, emocional y física, es la obediencia a la autoridad. Cada bebé debe crecer y madurar entendiendo su posición debajo de una autoridad. Desde los primeros momentos en los que él o ella comienza a hacer decisiones mínimas (que si voy a comer, o dejar que me cambien el pañal, o resistir el baño), que comprenda que debe estar en sumisión a su padre o madre.

Muchos psicólogos y terapeutas y expertos en crianza con apego o crianza respetuosa te van a dar muchos argumentos y razones por los que no debes imponer tu voluntad sobre la de tus hijos, y porqué debes dejar que todo fluya natural. Pero todas esas filosofías están basadas en la premisa errónea de que los niños son buenos, y dejarles ir por su camino les hará bien.

Ahhhh pero nosotros, los hijos de Dios que tenemos su Palabra inspirada, tenemos información privilegiada. ¡El creador de nuestros hijos nos ha dicho de qué manera van a madurar y vivir su mejor vida! Y la palabra clave es OBEDIENCIA.

Quisiera citarte algunas cosas que vienen de un libro que ha sido de mucha ayuda en muchos hogares cristianos a lo largo de ya casi dos décadas. Se llama Cómo Pastorear el corazón de su Hijo, escrito por Tedd Tripp. Te mega recomiendo el libro, si no lo conoces todavía. Parte uno del libro da un fundamento excelente para la crianza, y parte dos divide la crianza en tres etapas. Esto es lo que dice Tripp que es el objetivo para la etapa de 0-5 años de vida de nuestros hijos:

“La lección más importante que el niño debe aprender durante este período es que él es un individuo bajo autoridad, porque ha sido creado por Dios y tiene la responsabilidad de obedecer a Dios en todas las cosas”. Dice que el pasaje clave es Efesios 6:1-3: Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa— para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra.

De lo que está hablando Tripp es una vida centrada en Dios desde el primer día. Fuimos creados por y para Dios, y un bebé, un párvulo, un toddler, no es la excepción. Lo mejor que puedo hacer por él es que crezca nunca recordando un tiempo en que no sabía que estaba bajo Dios y su autoridad. Este es el camino de bendición para todos los miembros de mi hogar.

¿Deseas esto para tus hijos? ¡Yo sí! No hicimos esto de manera perfecta mi esposo y yo, pero gracias a Dios, Él hizo posible que recibiéramos esta instrucción cuando nuestros hijos estaban muy pequeños, y sabemos que hizo una gran diferencia.

No podemos hablar de obediencia sin pensar también en la nuestra. Nuestros hijos no son los únicos que necesitan vivir bajo la autoridad de Dios. Si yo no crío en la disciplina e instrucción del Señor, YO estoy viviendo en desobediencia como padre o madre.

Para poder echar raíces de obediencia, esto implica conocer muy bien las indicaciones de Dios y que te importe mucho lo que Dios dice. Qué triste ver tantos padres jóvenes hoy en día buscando fervientemente la sabiduría del mundo, consumiendo blogs y videos seculares, pero descartando a la ligera versos y principios bíblicos usando argumentos pocos teológicos. ¿Te comprometerás en estos días a evaluar tu obediencia personal hacia Dios? ¿Estarás dispuesto a considerar tus prioridades y la adoración de tu corazón? ¿Aceptas el diagnóstico divino acerca de la condición de tus hijos?

Creo que tenemos mucho para pensar. Gloria a Dios por la gracia y misericordia que ofrece a padres equivocados que nos acercamos a Él y pedimos sabiduría. Él la dará abundantemente. Qué experimentes esa gracia esta semana.

Compartir:

Autor

  • Susi Bixby

    Susi es la fundadora de Crianza Reverente y anfitriona del podcast, mamá de un adolescente y dos adultos jóvenes, y esposa de Mateo Bixby, uno de los pastores de Iglesia Bautista la Gracia en Juarez, NL, México. Juntos colaboran también en la Universidad Cristiana de las Américas en Monterrey, NL.

Publicaciones relacionadas